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Gastronomía. Leonor Azcuénaga coloca un par de cajas de sobaos a la entrada de Casa Olmo, donde atiende. Alberto Aja

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Gastronomía. Leonor Azcuénaga coloca un par de cajas de sobaos a la entrada de Casa Olmo, donde atiende. Alberto Aja FOTOGRAFÍAS:

De viaje por la N-623: «Ojalá sea la Ruta 66 española»

El recorrido ·

Vecinos y usuarios de la vieja carretera entre Santander y Burgos aspiran a que el proyecto para convertirla en destino turístico nacional le devuelva «el esplendor de antaño»

Rafa Torre Poo

Santander

Miércoles, 6 de octubre 2021, 07:07

La vida a ambos lados de la N-623 transcurre tranquila. El anuncio del proyecto para convertir la antigua carretera entre Santander y Burgos en Ruta Turística Nacional les ha cogido por sorpresa. El día amaneció ayer desapacible, la lluvia no dio tregua y la niebla se caló, como si se tratase de una boina, en las estribaciones del puerto de El Escudo. Aun así, a media mañana, algún ciclista valiente se dejó ver por el serpenteante vial. También los motoristas trataban de abrirse camino entre el agua. «Ojalá que lo que pretenden hacer se convierta en la Ruta 66 española», comenta Pablo Álvarez, que atiende a la vez la librería Carapucheta y una pequeña estación de servicio en la recta que divide Ontaneda y Alceda.

La aspiración de los vecinos es que el vial recupere «el trasiego y esplendor de antaño». Antes de la construcción de la A-67 por la vertiente campurriana, la N-623 era la manera más rápida y también la más vistosa de viajar desde Santander a Burgos. Precisamente el atractivo paisajístico, la riqueza cultural y patrimonial de las localidades que atraviesa y la oferta gastronómica son los tres pilares en los que se apoya la iniciativa en la que lleva trabajando desde 2017 la Asociación para la Promoción de los Valles Pasiegos y la Diputación de Burgos, y que presentaron el pasado jueves en Madrid.

«Esperemos que la promocionen como es debido porque esta zona es guapísima», comenta José Luis Gutiérrez mientras trata de aflojar la tuerca de la llanta de un todoterreno en su taller de Entrambasmestas. «Estaría bien que la activaran porque la comarca está muerta: antes, de aquí hasta arriba de El Escudo, había cuatro bares y ahora sólo hay dos. Todo acabó cuando construyeron la autovía al otro lado de la montaña», apostilla. Junto a él se encuentra una vieja grúa con la que trabajó su padre remolcando coches. «Menos los fines de semana, que sí se ve más ajetreo, el resto de la semana está tranquila. La gente ahora pone el GPS en Santander, incluso los ingleses que vienen en moto en el Ferry, y suben a Burgos por la autovía», se lamenta. A su lado, Antonio explica lo que se pierden. «Es una carretera divertida para conducir, con muchas curvas y contracurvas y con un paisaje espectacular», subraya.

Quienes sí valoran la belleza del entorno son los ciclistas. Los fines de semana acuden en masa a disfrutar de uno de los puertos más duros de la región: El Escudo, con sus 7 kilómetros de ascensión con una pendiente media del 9% y con rampas de hasta el 15% de desnivel en algunos puntos. Una tortura antiguamente para los camioneros que ahora es disfrute para los amantes de la conducción por carreteras de montaña.

«Por eso es tan importante nuestra oposición a la construcción de los gigantescos parques eólicos que darían al traste con las vistas», argumenta. La intención de los promotores del proyecto es que los 153 kilómetros que separan Santander y Burgos sean algo más que un simple trayecto que recorrer lo antes posible. El Escudo es un buen ejemplo. Sólo hay que aparcar en algunos de los miradores para contemplar una de las imágenes más típicas de la zona: las praderías pasiegas con sus características y reconocibles cabañas.

«Este verano, y también el anterior, se ha visto más movimiento. El covid ha repartido más el turismo y en la zona interior las casas rurales han estado a tope», explica Leonor Azcuénaga. Al otro lado del mostrador de Casa Olmo, en Ontaneda, vende algunos de los productos estrella de la futura Ruta 623. «Son muy pocos los que cuando prueban un sobao pasiego por primera vez, o una quesada, no les gusta el sabor», revela. La aspiración es que este tradicional dulce cántabro se convierta en el embajador de la ruta.

No muy lejos de allí, a la entrada del pueblo, hay un área de estacionamiento para autocaravanas. Al mediodía hay cuatro grandes vehículos aparcados, todos con matrícula extranjera: dos de Alemania, uno de Francia y otro de Bélgica. De este último se apean Jodoci y Monika Bernarol, que están recorriendo el norte de España. «Las vistas son espectaculares. Ayer estuvimos por la zona del embalse del Ebro y también hemos hecho la senda verde que une Puente Viesgo y termina en el espectacular parque de Alceda. Estamos encantados», cuentan mientras caminan.

Puente Viesgo es otro de los puntos neurálgicos. Las importantes cuevas prehistóricas de Monte Castillo -declaradas Patrimonio de la Humanidad-, sus aguas termales y la belleza del entorno ya atraen de por sí visitantes. «Sería otro impulso para el municipio, aunque de momento no se nota demasiado», explica Óscar Antón, que despacha en La Tienduca, un establecimiento de venta de productos típicos cántabros junto a la bifurcación que da acceso a las cavidades.

Camargo y Piélagos

Pero la N-623 atraviesa otros dos importantes núcleos de población. Uno de ellos es Camargo y el otro es Piélagos. Ninguno de los dos quiere perder la oportunidad de vender sus excelencias patrimoniales y culturales. Por eso, sus alcaldesas, Esther Bolado y Verónica Samperio, respectivamente, acudieron la semana pasada a la presentación del proyecto en la capital de España. Tampoco hay que olvidar a Santander, punto de partida de este vial que sigue siendo el camino más corto para llegar a Burgos, aunque no sea el más rápido tras la entrada en funcionamiento de la N-627 entre Aguilar y la capital castellanoleonesa.

Si el proyecto para convertir la N-623 en Ruta Turística Nacional sale adelante, sería la primera carretera del país que consigue esta distinción. Otro hito a destacar y rentabilizar en el camino por recuperar el antiguo brillo que tuvo esta vía de comunicación.

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