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A sus 26 años ya ha recorrido más de 60 países. De Ecuador a Siria, de Ucrania a Estados Unidos, de la India a Sudán del Sur, pasando por Colombia, El Congo, Rusia, Etiopía, Bangladesh, Afganistán, Israel o la Antártida. Pese a ello, de turista tiene poco. Si encaja en alguna etiqueta, a las que es bastante reacio, es en las de aventurero y divulgador. El cántabro Rubén Díez (Castro Urdiales, 1997) narra sus expediciones a través de su canal de Youtube, Lethal Crysis, en el que suma ya casi cinco millones de seguidores -y cerca de 500 millones de visualizaciones. A ellos se suma también otro millón en Instagram. Semejante cifra de usuarios, fieles que esperan ansiosos los nuevos episodios del viajero, le ha convertido en uno de los 'youtubers' de habla hispana más destacados del mundo. Sus aventuras con tribus del Amazonas, el Ártico o del África profunda, sus tan hermosas e inspiradoras con en muchos casos acongojante imágenes transportan al público a remotos lugares llenos de exotismo y le sumergen en culturas tan ricas como desconocidas. En sus viajes Díez no busca postales, sino retratar y dar a conocer las personas y circunstancias de distintas zonas del mundo. Tras sus últimas y apasionantes expediciones, que lo han llevado a conocer Groenlandia, Afganistán y El Salvador, atiende a El Diario Montañés desde Japón para hablar de lo que supone vivir recorriendo el mundo, de cómo ha cambiado su vida y de lo que ha aprendido a lo largo de los últimos cinco años. También para presentar su primer libro, 'Un mundo de historias', que verá la luz a finales de enero.
–¿Quién es Lethal Crysis?
–Básicamente soy Rubén Díez, un joven de Castro Urdiales de 26 años realmente apasionado por lo que hace, por lo que le gusta. Alguien que necesita que algo le guste para rendir y tener esa dedicación. No podría hacer lo que hago, no podría tener este sacrificio, está dedicación, si no me gustara tanto lo que hago.
Rubén Díez Castro Urdiales | 26 años
–¿Y qué es lo que hace Rubén Díez?
–Llevo años realizando reportajes por todo el mundo dedicados a zonas muy poco conocidas y transitadas, a zonas tribales, zonas de naturaleza, zonas de conflicto. Son verdaderas aventuras en las que me sumerjo en culturas muy distintas a la mía y conozco realidades y estilos de vida completamente opuestos al mío. Esos reportajes los cuelgo en mi canal de Youtube, donde ya tengo un público bastante amplio.
–¿Cómo empezó su aventura?
–Con 15 años soñaba con empezar un proyecto nuevo. En aquel entonces nadie vivía de Youtube, donde empecé con mi propio canal. Subía vídeos de experimentos de ciencias y de armas caseras. Llegó un momento en que dejé de tener ganas de hacer eso, y sin embargo siempre me había gustado el tema de los viajes. Por aquel entonces me seguían unas 300.000 personas. Con esos primeros videos me pagué los viajes, porque ya llevaba cinco años con el canal. Entre lo poco que había ahorrado y buscar siempre a alguien que me hiciese algún descuento o algo conseguí alcanzar ese equilibrio en la balanza para poder ir organizando viaje a viaje, fue un proceso que evolucionó poco a poco.
–De hacer vídeos caseros a documentar la vida de las tribus del corazón del Amazonas va un trecho...
–Soy un chaval que se ha criado en la calle, que veraneaba en Burgos, en la montaña y también en el mar, así que todo lo que tenga que ver con eso, desde andar a bucear, no son cosas que me den miedo, al contrario, me gustan mucho. Empecé aquí, haciendo vídeos de rutas en los que probaba las raciones de distintos ejércitos, y de ahí fui ampliando mi rango de acción.
–¿Cómo fue ese proceso?
–Esas rutas no eran ningún desafío; claro que podía pasar frío o calor, o cansancio o perderme, eran un reto pero que me gustaba. Y cuando a alguien le gusta algo, como dice el refrán, «sarna con gusto no pica». Y te digo yo que no pica (ríe). En los viajes ocurre lo mismo. Me he encontrado en situaciones complicadas, pero cuando en la balanza pesa mucho más lo positivo que los contratiempos, entonces todo importa menos. Comencé con viajes más normales, yendo a destinos más comunes. Para hacer las expediciones que hago hoy en día hacen falta muchos contactos y más inversión, y en aquella época no tenía contactos ni dinero. Fue un camino por el que avancé poco a poco. Hoy en día todo el dinero que gano lo invierto en el canal, en nuevos viajes, vivo para eso. Ahora tengo más capacidad para invertir en expediciones más potentes y una red de contactos en el mundo entero.
–Y ahora que los tiene no va a dejar de aprovecharlos.
–No, claro. De hecho estoy 100% convencido de que estoy aquí para esto, de que he nacido para este estilo de vida. Esta va a ser mi forma de vida porque ya no lo veo ni lo contemplo de otra forma. Gracias a eso en estos momentos estoy con muchos proyectos: quiero aumentar a otros formatos, seguir con los documentales y también con mi empresa de viajes, Ojo de Nómada, pero siempre dedicado a lo más importante, que es conocer y explorar nuevas realidades. En general y por suerte las cosas van bien y eso significa que tengo más contactos en los países con menos trabajo, y que puedo conseguir llegar a lugares más lejanos y más remoto.
A sus 26 años Rubén Díez ya ha recorrido más de 60 países.
–Gracias a eso se ha convertido en uno de los 'youtubers' de habla hispana más seguidos del mundo en la temática de viajes.
–Lo que más me gusta, más allá de los seguidores y las visitas, son los contenidos con los que estoy consiguiendo atraer a esa gente y esas visitas. Cuando empecé sabía que si tiraba por otros caminos, por vídeos y títulos más morbosos, podía conseguir visitas mucho más rápido, pero sin embargo siempre ha prevalecido lo que a mí me llenaba, incluso cuando algunos temas no estaban funcionando nada. Con el paso del tiempo la gente empezó a valorar lo que no valoraba, lo que nadie hacía porque no estaba de moda o porque era nuevo. No eran cosas raras. Eran indígenas en el Amazonas, por ejemplo. Ahora cuando paso varias semanas haciendo otras cosas me reclaman esos reportajes.
–Sus vídeos ofrecen una visión diferente del mundo y con un estilo muy cercano. ¿Es esa una de las claves de su éxito?
–Sí, puede ser. Creo que el formato o el estilo que he definido ha servido para llevar mucha cultura, antropología y periodismo, muchos valores y mucha información a personas que hasta ese momento no habían hecho ni caso a esas realidades. Estoy muy orgulloso de haber conseguido que esos contenidos que a mi me gustaban y que no estaban en absoluto de moda hayan conquistado a un público tan amplio.
–Huye de las etiquetas de antropólogo, periodista e incluso corresponsal de guerra. ¿Cómo se definiría a mi mismo?
–Siempre me intentan colgar esas etiquetas. Sin embargo, quien realmente ejerce esos oficios me dicen que no lo soy. Y no tengo problema. Toco todos esos palos pero obviamente ninguna de esas profesiones es la mía. El antropólogo ve que los términos que utilizo no son tan técnicos como los suyos, y los mecanismos del periodista no son los míos, y el reportero de guerra viaja a los países en guerra para documentar conflictos concretos. Es innegable que tengo un enfoque que mezcla muchos palos, pero no hay que olvidar que no soy antropólogo ni periodista ni corresponsal. Los demás que me etiqueten como quieran, yo no me etiqueto de ninguna forma.
–¿De dónde surge esa inquietud por explorar nuevas realidades y darlas a conocer con su particular estilo al gran público?
–Todo viene por las preguntas que me hacía. Antes llegaba a un país y no me sumergía tanto en la cultura y la historia como hago hoy en día. Lo hacía como el típico viajero que asume esa barrera entre lo que está viendo y él. Yo me hacía muchas preguntas y eso me llevó a salvar esa distancia. Me preguntaba cosas como «esta gente, ¿por qué vive de esta forma?», y «¿aquí por qué mataron a tantas personas?», «¿y allá, cómo es posible que esa gente crea que este animal es un dios…?». Esas cuestiones eran las que me hacían ir sumergiéndome e involucrándome con estos temas de historia, de etnias, de conflictos… Era algo basado simplemente en mi curiosidad. Nunca he estudiado esas realidades oficialmente, no he cursado ningún grado ni carrera, pero sí he estudiado mucho por mi cuenta. Por eso mi estilo es más informal que el de los profesionales de las distintas materias que toco, y eso quizás facilita que la gente se acerque a ellos.
El 'youtuber' cántabro documenta lugares remotos y culturas ancestrales.
–¿Cómo elige sus destinos y cómo prepara sus expediciones?
–La verdad es que disfruto casi más toda la fase previa de investigación, de desarrollo de la expedición, que estando ya en el lugar. En esa fase previa ya me meto de lleno en todo lo que voy a ver y conocer. Siempre leo sobre muchos lugares, etnias y demás, aunque no vaya a ir allí o no lo tenga en mente por el momento. Así que cuando llega el momento de decidir dónde voy a ir no es que tenga que investigar, es que ya tengo una gran parte de ese proceso realizado y solo tengo que elegir qué cosas de todas las que he descubierto me interesan más. En ese sentido, una de las cosas que más resaltan mi trabajo, que más lo diferencia, es todo el recorrido previo que realizo sobre un reportaje antes de que comience con la grabación. Llego con los contactos muy cerrados y todo muy preparado, pero después un aspecto importante es llegar allí, fluir, ver qué ocurre y dejarse interpelar por la propia realidad que se muestra ante ti.
–¿Qué es lo mejor de una forma de vida tan extrema?
–Lo mejor para mí es vivir descubriendo nuevas realidades constantemente. Cada lugar tiene siempre sus pros y sus contras, sus situaciones, sus fases, sus épocas buenas y malas. En mi caso no vivo según lo que pase en los lugares, como por ejemplo, que haya una crisis. Voy a conocer lugares y culturas remotos y únicos. Y lo interesante es eso, que uno se acostumbra y se engancha a ese estímulo continuo. No dejar de conocer, de viajar, de explorar. Las personas que conozco es una de las cosas que más feliz me hacen de viajar como lo hago. También considerar que con todo este proyecto estoy dejando una trayectoria, un legado, por el tipo de cosas que he documentado. Creo que con el tiempo se va a hacer incluso más interesante y eso me hace verdaderamente feliz.
–¿Y qué es lo peor?
–La parte mala es el no tener estabilidad en un lugar. Es muy difícil verse con la familia y con los amigos. También mantener una relación estable. Y después hay muchas veces que uno quiere ver una película, leerse un libro, tener una rutina para poder entrenar, por ejemplo artes marciales, que me encantan, pero es imposible porque no me da la vida. Además vivir así provoca problemas de espalda, desgaste físico, desgaste mental... Llevo mucho ritmo, no tanto por viajar mucho como por viajar al ritmo al que viajo. Ese ritmo extremo lo marco yo y podría vivir sin darme tanta caña, pero me es muy difícil porque me encanta lo que hago y necesito tener esa presión.
A lo largo de sus aventuras por los cinco continentes ha podido conocer realidades y culturas de todo tipo
-Pero en alguno de sus viajes habrá vivido situaciones complicadas...
-Obviamente llegan. En el Congo pasé una malaria, la cogí allí y la pasé en España. También lo pasé mal en Etiopía, porque sufrí unos dolores de espalda muy fuertes y no me podía ni mover. El frío de Siberia, el calor de Irak… Son gajes del oficio, realmente, nada más y nada menos que gajes del oficio. Pero en realidad creo que los malos momentos vividos son los que pasa mucha de esa gente a la que yo documento, las situaciones que me encuentro a conocer sus realidades.
–¿Cuáles son los viajes que más le han marcado?
–Realmente todos, pero hay algunos que te marcan más. Son aquellos en los que vives los choques culturales más grandes o las situaciones más terribles… No tienen por qué ser malas o buenas, pero sí aquellas más extremas para bien o para mal, que también te sorprenden. Últimamente, por ejemplo, me ha sorprendido mucho conocer El Salvador, cómo era la vida antes en El Salvador y cómo es ahora la situación con las maras. También hace unos meses, cuando estuve con el Open Arms con el tema de la problemática de las pateras del Mediterráneo, la ruta del Mediterráneo. Hay muchos. En Mali, en el Congo, en Sudán del Sur… Ahora mismo, por ejemplo, me encuentro en Japón. Y vengo de estar tres semanas en Afganistán, que es uno de esos lugares que es como viajar al pasado. La situación con los talibanes... Todo sorprende.
-¿Cómo financia esa actividad tan intensa?
-Bueno, poco a poco. Si bien es cierto que nunca ahorro porque todo lo reinvierto en los viajes, ya he conseguido tener una economía que me ayude a poder pagarme estos proyectos. Yo me lo pago siempre todo, no trabajo tanto con marcas sino que tiro de mi propio dinero, de mi propio bolsillo. Soy independiente, que es algo muy importante. El ritmo de vida es muy intenso pero estoy contento por los resultados, por seguir creciendo, por llegar a estos lugares que siempre había querido conocer.
Nacido en Castro Urdiales, Cantabria es su refugio. También tiene un gran vínculo con el País Vasco.
–¿Qué ha aprendido a lo largo de su trayectoria?
–En primer lugar, que el ser humano tiene una capacidad enorme de adaptarción a todo, tanto a lo bueno como a lo malo. A lo bueno te acostumbras y te deja de parecer tan bueno y lo malo te acostumbras y te deja de parecer tan malo. También que somos capaces de lo mejor y de lo peor, y, sobre todo, que nos parecemos mucho aunque nos haya tocado vivir situaciones de vida diferentes, realidades, contextos, culturas diferentes. Nos parecemos mucho más de lo que pensamos.
-¿En qué sentido?
-Pues en el de que creemos que diferenciamos mucho entre el negro, el chino, el que viene una tribu o el empresario, el rico, el pobre… Les ponemos etiquetas y pensamos que son personas diferentes, naturalezas humanas diferentes y en absoluto. Son personas que les ha tocado vivir o están viviendo situaciones de vida diferentes, realidades, contextos, culturas diferentes. Pero en el fondo nuestra naturaleza esencial es exactamente la misma estemos donde estemos y tengamos la educación o la cultura que tengamos.
–¿Qué es lo que más echa de menos de España y de Cantabria?
–Al principio, cuando comencé con los viajes, tenía dudas del país donde acabaría viviendo. Siempre me decía que si Indonesia, si Canadá, si quiero playa o quiero montaña, porque las dos me encantan, si quiero frío, quiero calor. Pero cuanto más viajo más me gusta el modo de vida de España, y no solo de España, sino del norte de España. Siempre digo que el paraíso está entre Irún y Portugal, lo que es todo el Cantábrico, Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco. Esas zonas, la gastronomía, la playa, la montaña… Vivo en un lugar en el que puedo salir andado de casa, hacerme un pico, volver y darme un baño en la playa y acabar el día bajando a disfrutar de un rato con los amigos: te tomas unas cervezas en un sitio tranquilo, seguro, con buena comida, buen ambiente… Eso es auténtica calidad de vida.
–Y, como se aburre, ahora publica su primer libro.
–(Risas) ¿Aburrimiento? ¿Qué es eso? Sí, el 25 de enero se publica 'Un mundo de historias', mi primer libro. Es un mosaico de diferentes relatos, de historias que me han contado por el mundo diferentes personas que me he encontrado en estos viajes y aventuras, desde el líder de una tribu a un reportero de guerra o alguien que cruzó la Antártida, cazadores de cabezas humanas de la India, los migrantes de las pateras del Mediterráneo... Son 20 capítulos compuestos por los relatos de diferentes protagonistas que van precedido de un relato mío. Invito al lector a ir saltando juntos de unos países a otros y de unos continentes a otros para conocer realidades únicas. La gente va a viajar con este con este libro y estoy muy orgulloso de él.
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