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La situación se pone fea y va a empeorar. España dobla con creces el número de contagiados que auguraba Pedro Sánchez a estas alturas del estado de alarma. Son casi 25.000 los enfermos, y los fallecidos superan el millar. Diez muertos cada hora. ... Comienzan a levantarse hospitales de campaña. Hay personas angustiadas en sus casas, con todos los síntomas, porque no les hacen la prueba del coronavirus. En Madrid algunas UCI ya no admiten a mayores de 75 años, y médicos intensivistas tienen que elegir entre pacientes. No hay respiradores para todos. Tremendo. En Cantabria me llega la confirmación de la cuarta muerte mientras escribo estas líneas y la cifra de infectados se multiplica. «Vamos a tener unos próximos días muy malos», asume Miguel Ángel Revilla, hasta que la pandemia alcance aquí su pico.
En la guerra contra el bicho cada uno tiene su misión, y la de los confinados, que somos legión, es aguantar el encierro. Puede parecer modesta, comparada con la del personal sanitario, los equipos de emergencias, los militares o las fuerzas de seguridad, pero no deja de ser heroica, sobre todo a medida que avanza el calendario. Somos la resistencia y, sin nosotros, no habrá victoria. Nos toca resistir. Y, si nos hemos librado de los ERTE, teletrabajar, cada uno en lo suyo. Lo nuestro, lo de El Diario, es informar, por eso tenemos periodistas en el frente de batalla contra el virus.
La realidad ahí fuera es dramática, pero debemos intentar que no lo sea en nuestras casas mientras podamos evitarlo, por el bien de todos. Y por nuestra salud mental, no vaya a ser que también peligre. Seguro que les queda buen humor en la despensa, en el trastero o el desván. Vayan a buscarlo. Es un producto de primera necesidad. Tal vez haya que dosificarlo, pero no dejen que caduque. Es el momento de gastarlo. Yo, desde luego, agradezco el ingenio de la gente y me he reído mucho con los memes y ocurrencias que circulan por las redes y los chats sobre este encierro colectivo y sobre el patógeno causante de nuestras desgracias. Son buenos tiempos para la creatividad y la imaginación, para la empatía y la solidaridad.
Algo bueno tiene que salir de esto. Veamos qué ha ocurrido en El Diario, sin ir más lejos, que ya habrá ocasión para viajar. Ventaja uno: Hemos demostrado que, si es necesario, y lo es, podemos sacar el periódico a la calle desde casa. Increíble. Ventaja dos: Pasábamos tanto tiempo en la Redacción, que nos teníamos más vistos que el tebeo. Pues bien. ¡Nos echamos de menos y tenemos ganas de vernos! Y hasta de tocarnos. A ver quién es el primero que se atreve. Ventaja tres: Han crecido las suscripciones a la web y las ventas en los quioscos. La sociedad demanda buena información y distinguir entre certezas y bulos. Ventaja cuatro: Nos han llegado muchos mensajes de ánimo y de agradecimiento por nuestro trabajo. Nos emociona. No estábamos acostumbrados. La vieja manía de matar al mensajero y la nueva servidumbre del gratis total nos tenían más habituados al reproche, que es mucho más frecuente que el elogio en las redes sociales. Y lo dejo aquí, que va a parecer que todo son ventajas y nada más lejos de la verdad. Nos está costando un sobreesfuerzo, el camino es largo y se han resentido la publicidad y la distribución.
Esta es la sexta carta desde el coronavirus. Ya les dije que con esta experiencia íbamos a aprender mucho sobre nosotros mismos y sobre los demás. «Mis hijos están flipando de todo lo que trabajo. Nunca habían sido conscientes. Entran a dar conversación y los espanto», me cuenta Violeta Santiago por WhatsApp. «¡Y es la primera vez que trabajo con luz natural!». Con este raro silencio que se ha instalado en nuestras calles, Marco García Vidart ha descubierto que en su barrio hay pájaros. Le aguza el oído el síndrome de abstinencia de sus salidas al monte cámara en mano en busca de fauna salvaje. Eso me recuerda a Sane, que debe estar rayando las paredes como un oso enjaulado.
Otro hito en nuestra Redacción ha sido verla de verdad vacía, sin Guillermo Balbona en su interior. Insólito, casi paranormal. Algo muy gordo tenía que pasar. Nuestro redactor jefe de Cultura es el primero en llegar y el último en marcharse. De hecho, no estamos seguros de que salga. Es la única noticia que no hemos conseguido contrastar. Si nosotros estamos pasmados por su ausencia, en su familia siguen sin pestañear. La más confundida es su perra Haizea. No sabe si mover la cola o esconderla entre las patas.
No olviden hacer ejercicio en casa. Ana del Castillo, que es de goma, ha montado un Minicirco del Sol y practica acrobacias con los niños. En fin, cada uno como pueda, hay que moverse. No queremos salir fofos y ampliados de este encierro. Hasta la próxima. Tarareando: «Soy como el junco que se dobla, pero siempre sigue en pie...».
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