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Ana del Castillo
Santander
Lunes, 18 de mayo 2020, 07:07
«Hace tres años perdí un bebé, Gael. Estaba embarazada de cinco meses y de pronto me puse muy malita, casi pierdo yo también la vida». Se podría decir que este es el triste punto de partida de una extraordinaria historia que transcurre entre Castro Urdiales y Vietnam, marcada por el coronavirus y por los dos meses que esta familia de Cantabria ha estado atrapada en el país asiático sin poder regresar tras volar hasta allí a por su hija adoptiva. Una experiencia que ha terminado felizmente con Mylena, 'My' como la llaman cariñosamente sus padres, en casa con su nueva familia.
Tras perder a su segundo hijo, Susana Díaz-Agero (46 años) y Eduardo Perrino (41 años), vecinos de Castro Urdiales, iniciaron el proceso de adopción nacional -con los pertinentes cursos y entrevistas psicológicas- pero acabaron decidiéndose por la adopción internacional. Armados de paciencia y conocedores de lo extenuante de estos procesos, que suelen alargarse en el tiempo, reunieron todos los papeles necesarios para dar un hermano o hermana a Elba, de siete años, y en octubre del año pasado recibieron el certificado de idoneidad para adoptar: «En esa fecha también nos aseguraron que hasta 2023 no podríamos viajar a Vietnam para adoptar un niño, lo habitual en este tipo de procesos». Sin embargo, el 13 de enero de este año Susana, que estaba en su puesto de trabajo, en la oficina de Correos de Castro Urdiales, recibió la llamada inesperada de su marido. «Me dijo que ya nos habían asignado una niña, Mylena (en hebreo 'La elegida'), de 19 meses. Al instante me puse a llorar».
Con los vaivenes emocionales llegó la apresurada fecha para volar a Ho Chi Minh, 8 de marzo (674 contagios en España por coronavirus). «Llamé a Madrid para preguntar a Sanidad por la situación del Covid-19 y me dijeron que era como un catarro, que nos preocupáramos más por el dengue», cuenta resignada Susana. Con las maletas ya hechas, el matrimonio de Castro y su hija Elba subieron al avión rumbo a Vietnam sin dar mayor importancia al SARS-CoV-2.
El panorama en Vietnam era bien distinto al de España, donde el día que despegaron había convocadas en todas las ciudades concentraciones por el 8M y nadie hablaba aún de mascarillas, hidrogeles o guantes. «Allí todos llevaban mascarillas, así que nosotros por respeto también nos las pusimos».
El 10 de marzo, Susana, Eduardo y Elba se presentaron hechos un manojo de nervios en la puerta del orfanato donde My les estaba esperando. «Nos quedamos en la puerta. La cogieron las cuidadoras, la vistieron de ceremonia y ella lloraba, veíamos la cara de pánico en su cara. El que hace de enlace le dijo a My que éramos papá, mamá y Elba. Entonces me mandaron abrir los brazos y me la entregaron junto con una hoja en la que ponía las horas a las que echaba la siesta y que le gustaba la sopa fina», recuerda Susana. De ahí, al coche y al hotel. Con el paso del tiempo, My fue dejando el llanto y pronto recuperó el apetito y las ganas de jugar, pero cuando todo parecía sacado de una emotiva película, Vietnam cerró sus fronteras por el Covid-19. «Llamamos a la agencia de viajes para que nos adelantaran los vuelos pero nos dijeron que no podían hacer nada por nosotros, que se habían cancelado todas las conexiones. En la embajada de España nos vinieron a decir que nos habíamos quedado allí porque nos había dado la gana». Ese mismo día, Susana, licenciada en Periodismo, envió un vídeo a familiares, amigos y al grupo socialista en el Ayuntamiento de Castro Urdiales, donde tenía contactos. Al cabo de media hora, el cónsul en Vietnam les llamó para brindarles ayuda: un vuelo para ir a Praga, donde se pretendía recoger a todos los ciudadanos de Vietnam en Europa para llevarlos a casa. «Una vez allí te tenías que buscar la vida, no nos daban ninguna garantía y al menos en Vietnam teníamos un hotel en el que poder alojarnos, uno de los cinco que quedaban abiertos en Hanoi. Así que lo rechazamos. Desesperados, aceptamos otro vuelo con Frankfurt. Hicimos las maletas y cuando estábamos a punto de salir volvimos a consultar los vuelos y vimos que se habían cancelado las posteriores conexiones. Es decir, debíamos estar tres días en el aeropuerto, sin lugar donde dormir ni comida para dar a las niñas porque todo estaba cerrado en Alemania».
Gracias a las donaciones que recibieron en su cuenta bancaria (1.500 euros) por parte de familiares, amigos y del grupo municipal socialista, tanto concejales como personal de confianza y miembros de la ejecutiva local del PSOE de Castro Urdiales, pudieron seguir pagando el hotel de Hanói para buscar una alternativa de regreso más segura.
Finalmente, el Gobierno vietnamita ofreció a todos los europeos un vuelo a París el 5 de mayo por 1.000 euros por cabeza. Lo aceptaron. Y Francia fletó otro vuelo con España. Así llegaron a casa, con un coche de alquiler desde Madrid.
Tras dos meses en Vietnam por culpa del Covid-19, la gente les dice que «vaya mala suerte». Sin embargo, esta familia de Cantabria, que es en número y en amor más grande que cuando partió hacia Asia, cree que ha sido un regalo conocer el país de My: «Ese país que fue solidario con nosotros, que nos rebajó el precio del hotel, que nos ayudó a salir de allí -porque España no ha hecho nada, puntualiza Susana-, y que siempre nos trató de una manera ejemplar».
En el perfil de Instagram de esta familia hay reflejada una aventura más, la primera con la pequeña My, a la que sus padres y su hermana podrán contar cuando tenga edad de comprender, detalles -todos positivos- de su lugar de origen, Vietnam.
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Álvaro Machín | Santander
Guillermo Balbona | Santander
Sócrates Sánchez y Clara Privé (Diseño) | Santander
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