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Eva sigue sin meter el coche en el garaje. La última vez que lo hizo, en la madrugada del sábado, un sujeto encapuchado intentó violarla. «Y no me violó porque me defendí, porque luché con todas mis fuerzas hasta poder huir», relata esta vecina de ... 45 años de Campuzano (Torrelavega), residente en una urbanización junto a la Avenida de Palencia –en la frontera con Cartes– y víctima de un agresor sexual que, en los últimos meses y más que nunca desde este fin de semana, tiene a muchos vecinos en alerta. Eva es la primera a la que este presunto asaltante intenta agredir sexualmente –al menos que denuncia ese delito concreto–, pero no la única a la que ha perseguido y ha testificado luego ante la Policía Nacional. Sus agentes están tras la pista del individuo, un sujeto que ella y decenas de vecinos distinguen por su vestimenta: capucha, chandal de marca y un pasamontañas.
La Policía estuvo con Eva aquella madrugada, justo después de lo ocurrido en el garaje comunitario, primero, y en uno de los portales a los que da acceso, después. Y todo sucedió en «diez minutos». Volvía en coche desde Santander cuando vio a un chico encapuchado en la rotonda de entrada a Cartes, en el paso de cebra, pero no le dio mayor importancia. Entró al garaje, estacionó y fue a pulsar el botón que acciona la puerta del aparcamiento, cuando, con todo a oscuras, «pum», topó con algo. «Me asusté. Me retiré unos metros y percibí una sombra de alguien encapuchado. En ese instante volvió a mi retina la imagen de la persona que había visto antes. Me quedé en 'shock'. Me retiré un poco más, unos pocos metros, y entonces vi que se estaba masturbando. Había entrado corriendo detrás de mí».
Estaba a punto de sufrir un intento de violación. «Empecé a dar pasos hacia atrás. 'No te acerques a mí. Voy a llamar a la Policía. No me toques. No te acerques', le dije. Temí que sacara un arma blanca. Detrás de mí no había escapatoria. La única vía de escape era una puerta con acceso a uno de los portales que ni siquiera es el mío. Y él estaba delante de esa puerta. ¿Qué hice? Atacarle. Me lancé a él y empecé a darle patadas para ahuyentarlo, ganar espacio y salir corriendo. Conseguí que se retirara ligeramente y aproveche para abrir esa puerta hacia el portal».
Eva intentó cerrar la puerta a su espalda, nada más cruzar, pero el encapuchado introdujo parte de su cuerpo para evitar que lo hiciera. Lo recuerda con todo detalle: «El torso, la cabeza y un brazo. Cogí la puerta y empecé a arremeter contra él con todas mis fuerzas. Él seguía luchando por entrar. Entonces aguanté la puerta mientras le daba puñetazos con las llaves en la mano». No fue suficiente. El encapuchado logró abrir del todo y se «abalanzó» sobre ella. «Intentó meterme la mano por la zona de los genitales, arrancarme la falda... Yo seguía luchando. Le propiné patadas, puñetazos... Luché con todo».
Gritó «desesperadamente» durante ese forcejeo, del que pudo salir lanzando sobre su agresor un juguete –un «barco de Playmobil»– que había comprado para su hijo. «Creo que fue con eso, sí. Se lo lancé y aproveché para salir huyendo y subir por la escalera». No era su portal, pero Eva sólo pensaba en subir para llamar a un vecino y protegerse de una vez: «Era mi única esperanza. Si hubiera subido detrás de mí, estaría perdida».
El suceso ha helado la sangre de las familias y centrado todas las conversaciones en los corrillos, los portales y las cafeterías. Ayer, los residentes no podían evitar hablar de ello y, sobre todo, este individuo, un «enfermo sexual» que «vive en la zona» y que «está acosando a jóvenes desde hace meses», según coinciden. «Lleva 4 o 5 meses haciéndolo», «el otro día le vimos masturbándose en la calle», «ya hemos comprado spray de pimienta», alternaban distintos vecinos, a un lado y al otro de la frontera. Se ha convocado una concentración este martes a las 19.30 horas frente al Consistorio de Cartes para condenar los hechos. «La agresión sucedida la pasada madrugada del sábado en nuestro entorno es inaceptable. Unámonos para mostrar públicamente nuestro rechazo y apoyar a la víctima de lo sucedido», llama la publicación, organizada por un grupo de mujeres de la zona.
Pero nadie la escuchó, a pesar de los gritos y las llamadas de auxilio. Se quedó «en silencio», ahí arriba, rogando que su asaltante no sospechara. Así «diez minutos». Eva cogió el móvil para llamar a la Policía, cuando de repente escuchó la puerta del portal, la que da al exterior. El agresor se había ido, poniendo fin a un intento de violación que, con 17 años, ya había sufrido en Santander. El gas pimienta que este fin de semana ha vuelto a meter en el bolso lo tiene por aquel día.
Su testimonio, relatado en una carta escrita con su puño y letra a la mañana siguiente –después de ser atendida en Sierrallana y declarar en la Comisaría de Torrelavega–, se ha convertido en el tema de conversación de cientos de vecinos en la zona y las redes. Sobre todo en su urbanización, cuyos portales ella misma se encargó de empapelar con fotocopias de esa desgarradora misiva. Salir de casa, ir a la copistería y recorrer los portales para hacerlo ya fue «complicado» con el suceso tan reciente.
«Estoy fuerte, bien, aunque tengo miedo por la noche. Miro detrás de las puertas. Tranco con doble llave. Cada vez que apago una luz, miro si hay alguien en la habitación. No me atrevo a bajar el coche al garaje». Lo que me tiene atemorizada es esa primera imagen, ese impacto. No me lo sacó de la cabeza. No los golpes, o el forcejeo, sino ese encuentro en plena oscuridad».
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