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Ana Rosa García
Santander
Domingo, 11 de julio 2021, 07:40
El récord absoluto de contagios ha activado todas las alarmas y las autoridades sanitarias temen el alcance de sus consecuencias. Con la Atención Primaria desbordada desde hace semanas, la presión ha llegado ahora a los hospitales, y la ola desatada por la euforia veraniega de ... los jóvenes ha expandido las variantes que pondrán a prueba la efectividad de las vacunas. En la Unidad de Cuidados Intensivos de Valdecilla «siempre nos preparamos para lo peor, porque este virus ha vuelto a sorprendernos» y «vamos a aumentar los ingresos seguro», destaca Marta López, jefa de sección de la UCI, que apenas estuvo cinco días vacía de covid. «Es desmoralizante ver que volvemos a empezar», confiesa. «Se le ha perdido el respeto a un virus que ni se ha debilitado ni se debilitará, hay que quitarse esa creencia de la cabeza» y «concienciar a los hijos de que su irresponsabilidad puede causar la muerte a otras personas. Esa es una labor que tienen que hacer las familias».
–Estamos ante la ola más explosiva y aún no ha tocado techo, al final ha vuelto a sorprender el coronavirus por quinta vez...
–Sí, un poco de sorpresa sí; esperábamos ingresos por el número de positivos, que es el más alto de toda la pandemia (hay un riesgo elevado en los centros comerciales, en los sitios cerrados, incluso en los grupos en la playa sin guardar la distancia). Sorprende tanto contagio en la calle, en la UCI aún estamos por ver el impacto, pero van a venir más pacientes seguro.
–Esta semana se habían duplicado los ingresos y la previsión para la próxima era que la presión creciera hasta doblarse. ¿Valdecilla ahora mismo cómo está?
–Con bastante tensión; siempre esperamos que sea mayor en los meses de invierno y primavera, pero curiosamente ahora estamos con una ocupación muy elevada y en la UCI no covid también, con muchos ingresos de hemorragias cerebrales, traumatismos... imagino que ha coincidido el buen tiempo y que la gente tenía ganas de salir. Después de la primera ola, que lo trastocó todo con el confinamiento, ha ido volviendo a la normalidad la patología clásica que ingresa. Y en la UCI hemos tenido estas últimas semanas bastante presión.
–¿El avance de la vacunación, la llegada del verano y los planes de vacaciones, sumado a la flexibilización de las restricciones ha hecho que la percepción del riesgo haya desaparecido?
–Para algunas personas sí, quizá para los más jóvenes. Cuando vamos por la calle sí que se ve que muchas personas llevan puesta la mascarilla, incluso en espacios abiertos, también gente joven y niños, eso es cierto. El problema han sido las aglomeraciones junto con la retirada de la mascarilla en algunos grupos de población y la pérdida de la distancia de seguridad en conciertos, reuniones, no tengo ninguna duda.
En estos días me ha llamado poderosamente la atención durante la Eurocopa ver las gradas con tanta gente sin mascarillas, es increíble. Hay que dar ejemplo, al final la población lo que ve es eso, como si ya no hubiera contagios.
–¿El Gobierno ha sido demasiado optimista en los mensajes lanzados de cara al verano en esa búsqueda por salvar el turismo y encontrar el difícil equilibrio entre salud y economía? ¿Ha faltado más prudencia?
–Yo creo que sí. Ese optimismo debe compartirse cuando se haya completado o casi la vacunación de la población, no cabe otra.
sensaciones
–Desde que se ha tenido que reabrir la UCI covid, ¿qué perfil de pacientes les están llegando?
–Sólo estuvimos cinco días sin pacientes covid. Hemos tenido casos por encima de 40 años, la mayoría de cincuenta y sesenta y pico años, que tenían la primera dosis de AstraZeneca y estaban pendientes de la segunda e incluso alguno ya con la pauta completa. También un caso de una persona que no quiso vacunarse y el de una chica menor de 30 años, pero es excepcional; indudablemente con el número de positivos en gente joven, deberían ser más si lo habitual es que ingrese en UCI un 10% de los hospitalizados. El problema son las personas que tienen patologías previas y que no tienen la vacuna completa y que son de más edad, no adolescentes ni jóvenes de 20 a 30 años. También en las olas anteriores tuvimos algún paciente por debajo de los 30 años.
–¿Quienes ingresan son los padres y demás familiares de la juventud implicada en esta onda?
–Indudablemente. Son personas contagiadas por personas jóvenes en el seno de las familias. En este momento (viernes por la mañana) tenemos ocho pacientes, tres de ellos con ventilación mecánica.
–Viendo el récord de contagios diarios y la demanda del resto de patologías que llenan el hospital, ¿cree que hay un riesgo real de que el sistema colapse?
–Lo vamos a ver en las dos próximas semanas. La verdad es que el coronavirus siempre nos sorprende. No nos gusta hacer pronósticos. Los intensivistas nos ponemos siempre en la peor de las situaciones porque siempre nos ha sorprendido.Sí que habrá más demanda de camas. Esperemos que no llegue a saturarse el hospital, que sí se verá afectado en la ocupación. En la UCI disponemos de capacidad y esperamos poder con esto. Tengo confianza en que no sea como en las olas anteriores. Esta quinta ola ha sido muy explosiva en cuanto a positivos en la calle y vamos a poder comprobar la efectividad de la vacuna.Veremos si pacientes vacunados con la pauta completa que han estado en contacto con positivos desarrollan la enfermedad. ¿Puede el virus ponérnoslo difícil otra vez? Yo no lo descartaría.
–Como sanitarios, sabían que el virus es impredecible, pero ¿sienten que esta ola ha apagado esa luz que se veía al final del túnel?
–Piensas... otra vez. Para nosotros son situaciones muy contradictorias. Llevamos un año y medio de locura, con unas guardias muy complicadas, y sales del hospital y te encuentras con una realidad distinta en la calle. No de todo el mundo, pero en grupos de personas. Y eso te genera una sensación de impotencia. Otra vez a empezar de nuevo. Para los sanitarios es muy desmoralizante. También estábamos esperando nuestro descanso para irnos de vacaciones y ahora ya dudas si será la mejor opción o no. Ya lo vemos como una enfermedad que está instaurada y que no sabemos qué va a pasar con el virus. Tenemos la esperanza de que con la vacunación masiva la enfermedad desaparezca, pero no lo tenemos tan claro. Es algo que sigue ahí, pero es que no se puede bajar la guardia.
covid
–Se dice tantas veces que no se puede bajar la guardia, que el mensaje ya no cala, ¿no?
–Sí. hay grupos de población que lo sigue haciendo bien. Me ha sorprendido ver mucha gente usando la mascarilla incluso en exteriores. Pero hay otros... Ha coincidido el fin de curso, el comienzo de vacaciones, la retirada de mascarilla... es lo que ha hecho que la onda sea muy explosiva. En los institutos y colegios se ha mantenido controlado porque no se han quitado las mascarillas.
–Aunque descendieran los ingresos con el avance de la vacunación y afectara a un perfil más joven, ¿la gravedad de la enfermedad no ha cambiado?
–Eso es. El verano pasado circuló la información de que el virus se había debilitado y no es así. Hemos tenido en las olas anteriores un porcentaje de pacientes en UCI mayor de lo esperable respecto a los positivos ingresados en planta. El virus ni se ha debilitado ni se va a debilitar. Es una creencia que la población se tiene que quitar de la cabeza.
–El consejero de Sanidad reconocía esta semana que no han sabido trasladar a los jóvenes que la pandemia no ha acabado. ¿Qué mensaje lanzaría a sus familias para poner freno a esto?
–Es fundamental insistir en que seguimos en una pandemia, que han muerto millones de personas por esta enfermedad y que el siguiente puede ser uno propio de su familia, de sus padres, de sus abuelos, y que lo hemos pasado mal durante mucho tiempo pero hay que aguantar un poco más a que toda la población esté vacunada. Es que no se puede ir a botellones, salir a discotecas, quitar la mascarilla, estar en grupos sin respetar las distancias. Esa es la concienciación que tienen que hacer los padres a sus hijos, porque da la sensación de que con el fin de curso, el avance de la vacunación y la retirada de la mascarilla en exteriores la gente ha perdido el respeto al virus. También ha influido que la transmisión estaba muy controlada durante el curso por el uso de las mascarillas y el toque de queda. Los padres tienen que pedir paciencia a sus hijos y que tengan en mente los millones de fallecidos y de familias destrozadas en esta pandemia.
mensaje
–¿Hubiera ayudado a esa concienciación poder ver por una ventanita lo que han visto ustedes durante tantos meses en la UCI?
–Sí, hubiese estado bien que la población viera lo que hacíamos durante una guardia, lo que pasábamos durante una noche, las veces que tenías que vestirse, cómo sale un profesional después de estar cuatro o cinco horas dentro de la sala covid, eso hay que vivirlo, no es lo mismo contarlo... se pasa muy mal. Es agotador. Ahora tenemos esa sensación de que te desesperas... cinco días vacía la UCI y ahora otra vez...
–¿Había bajado la tasa de mortalidad entre los pacientes en UCI durante la última ola?
–Se ha mantenido estable en torno al 24%. Es cierto que en estas últimas olas, al bajar la presión asistencial, hemos bajado a la UCI a los pacientes con más precocidad que en la primera ola, cuando el desbordamiento fue brutal.
–¿El gran número de contagios en gente joven, por mera estadística, puede hacer que un porcentaje se enfrente a complicaciones graves e incluso se den casos de fallecimientos a edades a las que no estamos habituados?
–Claro. Lo que comentan los expertos es que la exposición repetida aumenta la carga del virus y eso aumenta las posibilidades de hacer una forma más grave, desde luego. Y entre esa gente más joven también hay asmáticos, inmunodeprimidos, que se pueden complicar de forma grave. La concienciación tiene que salir de la propia familia, que es quien tiene que hacer ver a los hijos que su irresponsabilidad le puede costar la vida a un abuelo o a un padre afectado por otra enfermedad.
–Si el sistema colapsa, el problema ya no serán sólo las muertes por covid, sino por otras patologías no atendidas a tiempo...
–Claramente. En las primeras olas, sobre todo durante el confinamiento, hubo pacientes de otras patologías que han pagado muy alto la situación de la pandemia y esto no puede volver a pasar. Tenemos que aguantar, no queda otra, por el bien de los pacientes, del sistema sanitario y de las personas con otras enfermedades.
–¿Se habla poco de las secuelas que puede tener el covid a largo plazo en estos jóvenes?
–Pacientes jóvenes que han desarrollado la enfermedad también pueden tener complicaciones a largo plazo que ahora no se están viendo y sobre las se está empezando a alertar. Incluso síntomas como la pérdida del gusto y el olfato pueden perdurar en el tiempo, cansancio, dolores en el pecho, fatiga... a la población joven también le puede ocurrir. Superada la fase aguda, puede venir esa de convalecencia y de secuelas duraderas.
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