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Julio Batista (La Habana, 1960) se educó entre España y Suiza (donde pasó su niñez y adolescencia) y EEUU (donde desarrolló sus estudios universitarios), pero, a pesar de haber salido de Cuba con cuatro meses y no tener ningún recuerdo, nadie puede negar que por ... sus venas corre sangre cubana. Con aspecto de estar siempre de buen humor y una simpatía inteligente, Julio es el anfitrión que todos quieren tener y el compañero deseado con el que sentarse a su vera. Su manera de ver la vida y disfrutar de ella, culto y de exquisita educación, hace que estar a su lado sea motivo de alegría. Deja claro que «a pesar de mi apellido, no estoy emparentado, en absoluto, con el dictador cubano».
-Usted nació en Cuba y su familia tuvo que salir con la llegada de Castro. ¿Ha vuelto a su tierra natal?
-Sí, una veintena de veces. Salimos un año después de la llegada de Castro. Vivimos en España antes de irnos a Suiza, donde me eduqué hasta los 18 años. Mis recuerdos están formados por lo que me han contado y de mis visitas a la isla. Volví por primer vez con 34 años, con mi hermano Pablo. Percibí sensaciones confusas, mezcladas. Visitar Cuba es visitar un fantasma pero, a la vez, hay una realidad que también es contradictoria. Por un lado es un país miserable, por el régimen que sufre. Por otra parte, es un país precioso sobre el que ha pasado poco la huella del desarrollo comercial e industrial. Todo ello implica que te encuentres con un país donde, además de una belleza natural y humana increíble, todo está sin estropear, sin publicidad, ni centros comerciales. Si lo miro desde mi pasado y cultura, veo una tremenda tragedia.
CUBA
PATRIMONIO
-Se instalaron en Suiza, donde su padre fue un banquero de prestigio. Mucho contraste con el calor y color de Cuba.
-Para mi familia fue durísimo No eran conocidos. No tenían, ni mucho menos, el estatus que habían tenido en Cuba y tampoco tenían el idioma. Pero para mis hermanos y para mí (que llegué con cinco años), el francés lo adquirimos inmediatamente y no tenemos ningún trauma. También reconozco que dentro de mi hay elementos cubanos: me encanta la comida, el sol, el arte, la música, su baile (el único que de verdad disfruto) cubano y, sobre todo, me gusta la evocación y descripción de ese pasado, idealizado, pero me divierto con él y, además, lo hago real en esta casa (la de Anero).
-¿De dónde viene su vínculo Cantabria?
-Mi vínculo con la Montaña me viene muy de lejos. Mi bisabuelo, Laureano Falla, que creó la gran fortuna de mi familia, salió de Anero hacia Cuba a los catorce años. A inicios de los años 20 regresó y construyó una casa donde su familia pudiera pasar los veranos. Quiso que reflejara el espíritu de Cuba en su arquitectura y en su jardín. También hizo todo lo posible por ayudar al pueblo, construyendo la escuela, un acueducto, rehabilitó la iglesia y trajo la electricidad. Todos los muebles, alfombras y apliques, se hicieron a medida, en 1923, que fue cuando se abrió la casa, y tal cual se conserva ahora. Una vez le compré su parte a mi hermano, he querido que todo se mantuviera igual que entonces. Para mi es importante, aunque también es incómodo (risas). También he descubierto que de nada sirve invertir dinero si no se invierte también tiempo y dedicación. Por otro lado está mi vinculación personal. Vengo todos los veranos desde que tengo cuatro años. Desde mis abuelos, incluidas mis hijas, todos tenemos amigos aquí. Las amistades continúan generación tras generación.
-Su casa de Anero es magnífica. ¿Cómo se mantiene una propiedad así hoy en día, dentro de una única familia?
-Llevo quince años invirtiendo en ella, sin ningún tipo de ayuda, que he pedido repetidamente, a pesar de ser parte del patrimonio y cultura de Cantabria. Son casas carísimas de mantener.
-Además de su mujer, tengo entendido que tiene otro gran amor: los coches clásicos.
-Mi pasión por ellos llegó de la siguiente manera: todo Ferrari tiene un número. Mi padre corrió en su equipo durante dos años, en 1957 y 1958. Y mi padre nos hablaba de las carreras con los grandes campeones. Tras fallecer él, apareció un coche en subasta. Tras investigar, descubrimos que era su primer Ferrari. Lo compramos y fue como recuperar un trocito de alguien a quien mi hermano y yo adorábamos. Y así llegaron otros clásicos y a buscar más coches de mi padre, de los que encontramos dos. Uno de ellos, el Ferrari 250 GT Cupé del 59, lo compramos y ahora está en mi garaje.
-¿Cómo lleva las críticas a su prima, la Gran Duquesa de Luxemburgo? Ser un personaje público de ese calibre, debe de ser muy complicado.
-Tengo una relación muy cercana con mi prima y siempre he creído que María Teresa es una mujer extraordinaria, que está haciendo una grandísima labor a favor de las mujeres trabajadoras en el mundo entero. Es una mujer entregada al amor por su profesión y que sigue enamorada de su marido. ¿Críticas? Las ha recibido desde que llegó. Algunas son justificadas, porque ninguno somos perfectos, y otras no lo son, de manera absolutamente evidente.
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