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Ana Rosa García
Santander
Domingo, 14 de junio 2020, 07:43
Recién salido de la preparación de las oposiciones de Medicina Preventiva y Salud Pública, Reinhard Wallmann se vio «de repente metido en una tormenta impresionante» llamada covid-19. «Teníamos que describir la curva de la epidemia rápidamente y con el mayor detalle», 'cocinando' unos datos ... que no paraban de crecer, «hasta un 40% de un día a otro» en los peores momentos. «Fue muy duro, sentía mucha responsabilidad y a la vez nos enfrentábamos a una gran incertidumbre. Veíamos la situación en Madrid y decíamos ¡madre mía, lo que nos viene! La sensación era como ir en un autobús a 140 kilómetros por hora sin saber si los frenos te iban a funcionar», declara este epidemiólogo austríaco, ligado al Servicio Cántabro de Salud desde que terminó la especialidad en Valdecilla hace trece años, primero como responsable de Sistemas de Información –pieza clave en la medición del coronavirus– y después como adjunto del servicio de Medicina Preventiva del hospital.
–Se ha encargado de recoger, medir y analizar los datos de la pandemia de covid-19. ¿Qué dicen esos datos a día de hoy?
–En Cantabria, nuestro pico epidémico covid se produjo el 25 de marzo. Es cuando detectamos 180 casos nuevos en tan sólo un día. Sin embargo, en términos de 'sufrir la enfermedad', la población de Cantabria alcanzó la cumbre durante la segunda y tercera semana de abril, porque es cuando había unas 1.500 personas con la enfermedad activa. Desde entonces hemos ido bajando constantemente y no ha habido ningún repunte significativo. Desde el 8 de mayo nos encontramos en una situación estancada de entre 0 y 8 casos nuevos diarios detectados mediante PCR. Todavía no estamos teniendo periodos de varios días consecutivos sin ningún caso.
–¿Cuál es el riesgo de contagio en estos momentos? ¿La población puede estar tranquila en esta 'nueva normalidad'?
–La probabilidad de que un individuo contraiga covid en Cantabria en este momento es baja. En los últimos siete días detectamos unos 2 casos nuevos por 100.000 habitantes. Para hacerse una idea, en la peor semana alcanzamos unos 131 casos por 100.000 habitantes. Esto nos indica que hay escasas fuentes de contagio activas ahora mismo, aunque sigue habiéndolas.
–Pero hay que contar también con los casos ocultos...
–Sí, el estudio de seroprevalencia apunta a que un 3,2% de la población cántabra, unas 18.000 personas, ha pasado la enfermedad. Si lo extrapolamos, eso quiere decir que hay que multiplicar por ocho los casos detectados mediante PCR, que desde el comienzo de la crisis son más de 2.300.
evolución
–¿Cuánto cree que durará esa relativa tranquilidad?
–El tiempo lo dirá. Estamos ante un nuevo virus que se acaba de introducir en la población y todavía tenemos que seguir observándolo durante más tiempo para poder realizar predicciones sensatas. Mientras tanto podemos hacer porras y todo tipo de especulaciones. Lo que sí puede darnos tranquilidad es que como sociedad nos hemos puesto las pilas en muchos aspectos que le hacen la vida mucho más difícil al virus.
–¿A qué aspectos se refiere?
–Es asombrosa la conciencia que la humanidad está tomando de este problema. Gran parte del aparato científico de nuestra sociedad se está dedicando a conocer mejor a este patógeno y a buscar soluciones en la prevención y el tratamiento de covid. El resultado es que cada día se afina más y estamos siendo más efectivos.
–¿Abrir la movilidad entre comunidades autónomas puede cambiar la favorable evolución de la pandemia en Cantabria?
–Sí, puede ser. Al modificar las medidas de confinamiento incrementando las interacciones humanas, se van a producir más oportunidades de transmisión para el virus. Lo importante es que no permitamos al virus que pueda aprovechar estas oportunidades. El contagio se produce en la mayoría de los casos cuando una persona tenga un contacto estrecho con otra persona enferma durante un tiempo prolongado. Si durante este contacto se cumplen las medidas básicas (mascarilla, distancia y higiene de manos) la probabilidad de contagio disminuye drásticamente.
–¿Cambiaría alguna de las instrucciones dadas a la población sobre las medidas de precaución y lo que puede o no debe hacer?
–Intentar legislar cada circunstancia de la vida de cada uno de los ciudadanos lleva a la confusión y distrae de lo importante. Soy partidario de que haya pocas reglas, reglas claras y que se imponga el sentido común. Cada ciudadano debe de saber perfectamente cuáles son las vías de transmisión del virus y qué hay que hacer para interrumpirlas.
medidas de prevención
–¿Por qué no cuadran los datos de fallecidos con los que maneja el Ministerio de Sanidad (202, frente a 209 que señala Cantabria)?
–Espero que vuelvan a casar. Desde Salud Pública se tienen que enviar a diario los datos al Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Hace poco se cambió de un método de envío de datos agregados a datos individualizados. En esta mudanza se habrá quedado alguna fila sin cargar. Es muy fácil medir el número de muertes que se producen en los hospitales. Los fallecimientos extrahospitalarios (residencias y domicilios) son más difíciles de capturar porque tarden más tiempo en aparecer en los registros de mortalidad. Algunas comunidades ni siquiera lo tenían en cuenta en sus estadísticas. En Cantabria incorporamos este dato casi desde el principio que construimos el sistema de información. También es cierto que pueda haber algún fallecido covid sin computar, porque no se hizo la PCR. Pero nuestros números cuadran con el exceso de mortalidad del Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) casi a la perfección.
–¿Cuál es el escenario más probable que tendremos este otoño-invierno? ¿Una segunda oleada de covid-19 es inevitable?
–Entramos en un terreno hipotético sin evidencia científica clara. Aunque hay un creciente consenso entre los expertos de que sí que va a haber una segunda oleada en invierno. Visto el alcance que ha tenido este coronavirus, con más de 7 millones de casos confirmados en el mundo, es muy poco probable que se vaya a erradicar como si nada en el futuro próximo. Vamos a tener que aprender a convivir con él, de la misma manera que ya lo hacemos con otros virus respiratorios desde hace miles de años. Muchos de ellos acaban siendo estacionales en invierno porque es cuando hay más factores que favorecen su transmisión y expansión. Sin embargo, este virus es nuevo y se puede aprovechar de que muy pocos individuos de la población son inmunes a él. Segundas ondas epidémicas incluso pandémicas podrían ocurrir, sobre todo, mientras no haya vacunas. No necesariamente tienen que producirse en invierno.
–¿Qué probabilidades hay de que se repita con la intensidad de la vivida o que sea incluso peor?
–El efecto de aprendizaje ha sido y está siendo enorme. Desde el punto de vista de vigilancia epidemiológica se van a detectar brotes con mucha más antelación y esto va a permitir disminuir el número de casos. Probablemente no va a ser necesario aplicar medidas de confinamiento tan drásticas como las que se han hecho. Vamos a saber mucho mejor cuáles son las medidas efectivas y cuáles son innecesarias. Pero aún hay que analizar todos los datos generados. Por ejemplo, medir cuánto ha reducido el riesgo de expansión que los niños no fueran al colegio. Con menos medidas, pero que han demostrado ser efectivas (probablemente la mascarilla será una de ellas) podrá ser controlable otra onda. Y todo esto hay que relativizarlo. Al año se mueren por bacterias multirresistentes 700.000 personas en el mundo y hay estimaciones que predicen que para 2050 serán 10 millones si no tomamos medidas. Es curioso cómo la población asume algunos riesgos y otros generan pánico aunque tengan el mismo efecto. A mí, la multirresistencia bacteriana me da mucho miedo.
futuro
–¿Cómo se controla la circulación del virus en Cantabria y cómo ha cambiado el escenario respecto al inicio de la pandemia?
–La vigilancia de la que disponemos ahora no tiene nada que ver con la que teníamos al principio, cuando estábamos ciegos. Ahora tenemos ojos que antes no teníamos para ver el virus. Tanto nuestra capacidad de hacer test como el sistema de vigilancia que extrae los datos y los analiza ha mejorado muchísimo. A principios de marzo nuestra capacidad máxima de PCR al día era de 120. Era muy inferior a la demanda de casos sospechosos. Gracias a la excelencia del servicio de Microbiología se ha podido escalar esta capacidad en muy poco tiempo, llegando hasta 1.200 PCR por día. Lo mismo ocurrió con la extracción y el procesamiento de datos. De tener un análisis básico de la situación una vez al día, funcionamos ahora prácticamente en tiempo real y con información mucho más detallada.
–¿Cómo se ha articulado ese mecanismo para transformar los números en conocimiento?
–La necesidad de información de los gestores sanitarios ha sido muy grande. El Servicio Cántabro de Salud apostaba desde el principio por la utilización de una herramienta de inteligencia de negocio, mediante la cual se obtienen los datos de múltiples sistemas operativos, como el de la historia clínica electrónica de Atención Primaria y hospitalaria o el del sistema de información de laboratorio, entre otros. Después configuramos un algoritmo para poner cada caso en su contexto y visualizamos la información en gráficas y tablas. Conseguimos tener una herramienta que realiza en tiempo real un estudio descriptivo de la situación epidemiológica covid y que ayuda en la toma de decisiones para dimensionar la respuesta que había que dar a esta emergencia.
–¿El rastreo del SCS garantiza lo suficiente la contención en caso de rebrotes?
–Los últimos desarrollos del sistema de vigilancia epidemiológica se han centrado justo en este aspecto. El proceso empieza con la detección de un caso de sospecha por parte de los médicos de Atención Primaria y de urgencias de los hospitales. Ellos lo apuntan en la historia clínica y el sistema de vigilancia nos lo notifica. Es una especie de pre-cribado clínico muy sensible, ya que la definición de caso sospechoso es muy amplia. Funciona muy bien. Actualmente registramos alrededor de 100 casos sospechosos a diario en Cantabria. A la mayoría se les realiza una PCR en menos de 24 horas. De este modo se ha reducido el tiempo mediano entre el inicio de síntomas y el diagnóstico a tres días y garantizamos una detección temprana de casos y brotes nuevos. Una vez que se confirma entran en acción los rastreadores de Salud Pública, que estudian a sus contactos. Así cortan la expansión de un posible brote.
–El análisis de los datos señala un mayor número de fallecidos en el área de Torrelavega, teniendo menor proporción de casos positivos que Santander ¿a qué se atribuye?
–Curiosamente, estamos viendo que la incidencia de casos por 100.000 habitantes ha sido mayor en las áreas sanitarias de Laredo, Torrelavega y Reinosa que en Santander. El análisis de mortalidad se debe de llevar a cabo con mucha precaución y no me atrevo a sacar conclusiones en este momento.
–¿Qué más ha permitido descubrir el análisis de los datos?
–Me ha sorprendido mucho que los datos clínicos de Atención Primaria detectaron el pico de casos con una semana de antelación. Nos va a ser muy útil en el futuro. También estamos viendo que la prevalencia de covid en los profesionales sanitarios casi no difiere de la de la población general. El impacto en los parámetros asistenciales ha sido enorme. Va a ser un gran reto recuperar toda la actividad que se ha dejado de hacer en estos tres meses en los que el sistema sanitario ha tenido que dedicarse a la situación covid y sólo ha podido atender a pacientes con patologías urgentes o los que requerían una asistencia imprescindible.
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