Borrar
¿Cómo se vive en menos de 40 metros cuadrados?

¿Cómo se vive en menos de 40 metros cuadrados?

El Gobierno regional quiere que las viviendas nuevas tengan un mínimo de 35

Rafa Torre Poo

Santander

Lunes, 5 de julio 2021, 07:01

Si tiene la sensación de que la casa se le queda pequeña, póngase en el lugar de Álvaro González, José María Casar o Lourdes González –los testimonios de este reportaje–, que residen en una de menos de 42 metros cuadrados. Los minipisos, que están de moda en las grandes capitales donde hay escasez de viviendas, también son tendencia en Cantabria. Mientras tanto, el Gobierno regional trabaja para sacar adelante una nueva normativa que impida que las futuras construcciones tengan menos de 35 metros cuadrados. Ese es el espacio que considera imprescindible para poder vivir. Una iniciativa que lleva intentando sacar adelante desde 2009 y que ahora confía en aprobar antes del fin de la legislatura. Será el Decreto de Condiciones Mínimas de Habitabilidad. Mientras esto sucede, hay personas que ya viven por debajo de ese límite. Y lo hacen por voluntad propia. Para unos es su primera residencia y para otros la segunda, a la que se escapan cuando disponen de tiempo libre.Pero todos coinciden en las ventajas: son pisos más baratos, prácticos y generan menos gastos mensuales. Por contra, no cuentan con las comodidades de las casas más grandes. «Si vives con alguien y discutes, uno de los dos se tiene que ir al baño», sentencian.

José María Casar - Santander

«Para vivir dos en una buhardilla tienes que estar muy enamorado»

José María Casar, sentado en el sofá 'chaise longue' de su buhardilla. Roberto Ruiz

En el descansillo del sexto piso, la barandilla le sirve a José María Casar de improvisado tendal. Dentro no tiene mucho espacio. Además, aprovecha la uralita trasparente del techo para regar de luz el minihuerto que tiene plantado con tomates 'cherry' y lechugas. Este santanderino, camarero de profesión, ha vivido siempre en la calle Vargas. Ahora lo hace en un minipiso de 33 metros cuadrados, a dos menos del mínimo que pretende establecer el Gobierno regional en el futuro Decreto de Condiciones Mínimas de Habitabilidad. «Para vivir con otra persona en una buhardilla tienes que estar muy enamorado», bromea. «Si te enfadas, no te queda otra que encerrarte en el baño, que es la única estancia que tiene puerta», añade entre risas.

Dos fueron los motivos que le llevaron a alquilar una vivienda de este tipo. Por un lado, estar enfrente de su madre, que reside al otro lado de la calle en otro inmueble similar, una mansarda del mismo tamaño pero con los techos elevados, no abuhardillados. La segunda motivación fue económica. «Pago unos 300 euros por el alquiler y por una habitación te cobran más o menos lo mismo y además tienes que compartir espacio. Si quieres vivir en un piso en Santander, por menos de 600 euros al mes no encuentras nada», explica.

La buhardilla es una estancia única con cocina, dormitorio y mesa comedor. Sólo el baño tiene puerta y está separado por tabiques

Lo que sí le obliga la distribución de su casa es a ser ordenado. «Todo está doblado y guardado en cajas. Lo que menos me pongo, al fondo. Al caer los techos en pendiente es donde más cuesta llegar. Pero si pierdes algo de vista, encontrarlo es como ponerse a buscar en el Palacio de Festivales», relata con sorna.

Su domicilio es un espacio único donde sólo el baño está aislado del resto. La cocina es pequeña y tiene una barra americana con taburetes. Una cortina hace las veces de separador del salón. Allí tiene una cama grande, de metro y medio de ancho, encajonada junto a una pared. Un sofá 'chaise longue' y una mesa comedor completan el resto de la estancia.

«Lo mejor de todo es lo luminoso que es. Por un lado tengo ventanas a ras del tejado y en el otro hay dos 'Velux' y una claraboya grande. Lo que no puedes olvidarte es de cerrar todo cuando sales de casa, que esto es Cantabria y no estás libre de que pueda llover en cualquier momento», comenta.

Pero vivir en un espacio tan pequeño también tiene sus inconvenientes. «No puedes hacer fiestas, ni invitar a gente. Además, el espacio te obliga a tener pocas cosas: no hay donde meter una bicicleta, por ejemplo», apostilla. «Otro de los problemas –continúa– es que, al tratarse de un edificio con tantos años, necesita mucho mantenimiento. Cuando hicimos hace poco obras en el baño, las cañerías aún eran de plomo. También he tenido problemas con las ratas que se colaban por el tejado».

Aun así, José María ve el lado positivo. «El piso es muy bucólico y soleado: muy 'jipi'. En mi entorno lo apodamos 'El palomar'», subraya. Aunque vive solo, tiene un hijo de once años que pasa temporadas con él. «Cuando era pequeño, dormía conmigo en la cama; pero ahora, si tuviese que hacerlo de continuo, no cabríamos los dos aquí. ¿Quién vive en una buhardilla? Esto es para personas solteras o que acaben de independizarse», afirma. Lo que tiene claro es que apostar por este modelo de vivienda no tiene por qué estigmatizar. «El de mi madre, por ejemplo, tiene 33 metros cuadrados, pero al tener paredes verticales, no inclinadas como yo, parece el doble de grande. Aunque resulte increíble, tiene una habitación más grande, otra pequeña, el baño y la cocina. Y todas tienen puertas y tabique. Lo mejor es que allí te puedes poner de pie sin golpearte la cabeza, que es lo que me pasa aquí». En cuanto al futuro, José María no se ve en una casa grande. «Quizás ocupe yo el piso de mi madre, que es más grande. Es que este tipo de construcciones, para el que lo haga por decisión propia, es la forma más económica que hay de tener una vivienda», concluye.

Iván González - Torrelavega

«Estoy encantado, es una manera asequible de independizarse»

Iván González friega los platos en su vivienda, que antes era una peluquería Juano Santamaria

La casa donde vive ahora Iván González antes era una peluquería. Su propietaria la reformó gracias a una iniciativa del Ayuntamiento de Torrelavega para dar uso a la gran cantidad de bajos comerciales que hay cerrados en la ciudad. Tras una importante remodelación, ahora es un hogar con el que su inquilino, asegura, está encantado. «No tengo ningún tipo de sensación de que sea pequeño. Para mí es muy cómodo. Y eso que lo comparto con mi perro», explica.

El inmueble tiene 41 metros cuadrados, seis más que los que tiene previsto aprobar el nuevo decreto del Gobierno regional. «La normativa por la que nos regimos es la del Plan General vigente, que es de 1985, y que establece un mínimo de 40 metros cuadrados. Ahora estamos tramitando el nuevo, que se adaptará a la ley de habitabilidad del Ejecutivo cántabro», explica Gerson Lizari, concejal de Urbanismo y Vivienda. La casa de Iván tiene un pequeño recibidor antes de la puerta de entrada, algo a lo que obliga la legislación municipal. Una vez dentro, hay una estancia grande en la que se encuentran la cocina y el salón. La primera cuenta con todo lo indispensable: encimera, cajones, horno, microondas, fregadero y una pequeña vitrocerámica. El voladizo de la barra americana delimita la sala de estar, donde hay un sofá de dos plazas, con una pequeña mesa. También cuenta con varias baldas y armarios y la televisión está anclada con un soporte a la pared.

Tiene tres estancias: salón-comedor, dormitorio y baño.

Distribución

A la izquierda de la cocina se ubica el dormitorio, separado por una amplia puerta corredera, que cuenta con una cama grande y un armario de dos puertas. El baño se encuentra junto al salón. Un lavabo con mueble, un moderno espejo con luz y un amplio plato de ducha comparten espacio con la lavadora y la secadora, que están apiladas una encima de la otra.

El piso es luminoso, puesto que las ventanas del dormitorio y las de la cocina son amplias y dan al exterior. «Ya me he acostumbrado, pero al principio a la gente del barrio, al pasar, le llamaba mucho la atención, puesto que es un bajo. Desde dentro notaba cómo miraban con curiosidad, pero ahora ya se han habituado», cuenta Iván.

«Es la primera vez que vivo en algo tan pequeño, pero estoy encantado. Todo es muy nuevo y está muy bien puesto, con buenos materiales», subraya. «Esto tiene sus ventajas y sus desventajas. No puedo tender la ropa fuera, pero tengo una secadora. La limpieza es otro punto a favor. No tardas nada en tenerlo todo listo y recogido», recalca.

Los gastos de una vivienda de este tipo son otros de los atractivos. «Vivo de alquiler y aquí todo es eléctrico, también la calefacción. Aun así, la factura no se dispara. En la del último mes, he pagado 38 euros, aunque también es cierto que, por mi trabajo, hay veces que paso fuera gran parte de la semana. Pero el piso está muy bien aislando térmicamente, y se nota», explica.

Lo único que no puede hacer es acumular demasiadas cosas, aunque no le importa. «No tengo bici, así que eso no es problema, y el aparcamiento del coche, en esta zona de Nueva Ciudad no es nada complicado», expone.

«Nunca me había planteado vivir solo. Tras una época fuera de Cantabria, regresé a casa de mis padres. Me puse a buscar, en principio para compartir piso, y me enteré de que Paula, la propietaria, estaba reformando una peluquería en vivienda. En cuanto me lo enseñó, le dije que era exactamente lo que estaba buscando y que me quedaba», relata. «Esta es una forma asequible para que una persona joven pueda independizarse», relata. Lo que no se plantea, al menos de momento, es cambiar de aires y mudarse a otro lugar. «Aquí estamos muy a gusto mi perro y yo. Me resulta muy práctico», sentencia.

El bajo en el que ahora vive Iván fue pionero en Torrelavega. El consistorio convocó el año pasado subvenciones por valor de 130.000 euros para rehabilitar plantas bajas comerciales y reconvertirlas en viviendas.

Lourdes González - Santander

«Si residiésemos de forma habitual, nos faltaría espacio»

Lourdes González lee un libro sentada en el sofá de su minipiso. J. R. González Soutullo

No es la primera ocasión en la que Lourdes González vive en un minipiso. Ya lo hizo cuando se mudó a Valladolid. Aquel disponía de 40 metros cuadrados, pero ahora reside en otro más grande. Como es de Santander y apenas le separan dos horas y media de coche, ella y su marido suelen venir a menudo a una casa de 35 metros cuadrados que compraron en la zona centro de la capital de Cantabria. «Tiene de todo, no le falta de nada, aunque para vivir dos personas de manera habitual resultaría demasiado pequeña».

Su filosofía es distinta a la de los dos testimonios anteriores. Lourdes y su marido vienen cuando disponen de vacaciones, puentes o días libres. Aunque hay veces, como ahora, que incluso pasan largas temporadas. «Es que no me gustan las casas grandes. La de ahora de Valladolid tiene 63 metros cuadrados. No quiero ni que me sobre espacio ni que me falte, y con el que tengo ahora aquí, de 35 metros cuadrados, para estar unos días, me resulta más que suficiente», apostilla.

La vivienda se encuentra en un sexto piso. Es una estancia diáfana diseñada en forma de cuadrado. «Tengo una cocina pequeñita con su lavadora, horno, microondas, nevera y congelador, pero todo en chiquitín», relata. «Luego hay un sofá-cama con el mueble de la televisión justo enfrente. El baño está aparte», continúa.

«Lo mejor de todo es la terraza, que hace que el piso sea muy soleado. De hecho, si no la tuviera seguramente no nos lo habríamos comprado», subraya. En su caso, estuvieron «mucho tiempo» buscando inmuebles de este tipo hasta que dieron con lo que se ajustaba a sus necesidades y pretensiones. «Es una casa pequeña pero está orientada al sur y tiene un gran ventanal, algo que en Santander considero muy importante. Además, la terraza le da una gran amplitud, hace que parezca más grande de lo que realmente es», explica.

«Muy cómoda»

«Para pasar temporadas, la verdad, es que me parece ideal. Incluso si tuviera que estar unos meses, también me amoldaría», añade. «Es que es comodísima, la compramos hace tres años y estamos encantados. No la cambiaría por ninguna otra, a no ser que fuera porque nos instalásemos definitivamente en Santander», concluye.

Es una estancia única, diáfana, menos el baño y la terraza.

Distribución

Otra de las circunstancias que considera importantes son los menores gastos que conlleva una casa de este tipo: desde el recibo de la comunidad al IBI. «También es una gran ventaja que apenas cuesta tenerla ordenada y limpia, que cuando vienes aquí para descansar y disfrutar de la ciudad también es un factor importante», señala.

La intención del Gobierno regional es que el tamaño de la vivienda de Lourdes sea el mínimo que se pueda construir en el futuro. Eso sí, cuando entre en vigor el nuevo decreto, no lo hará con efectos retroactivos. Es decir, que las que ya se encuentran por debajo de ese límite y cuenten con la cédula de habitabilidad seguirán siendo legales.

Tampoco las instituciones tienen datos actualizados de cuántos inmuebles de este tipo hay repartidos por Cantabria hoy en día. «Aquí no sucede como en las grandes capitales», argumentan. Pero según los últimos datos el Instituto Cántabro de Estadísticas (Icane), en la comunidad autónoma hay 427 inmuebles de menos de 30 metros cuadrados, de los cuales 145 están en Santander y 18 en Torrelavega, pero no especifica cuáles son destinados a vivienda.

La intención del Ejecutivo no sólo es limitar el número de metros construidos y habitables que debe tener un inmueble. La futura legislación pretende también regular cómo serán las estancias y la repartición.

«Nuestra objetivo –cuenta Urbanismo– es que se cumplan unos parámetros mínimos para que un espacio pueda ser considerado vivienda». En otras palabras, que los minipisos de este tipo cumplan las exigencias más elementales en cuanto a salubridad y habitabilidad.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes ¿Cómo se vive en menos de 40 metros cuadrados?