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«Sabemos que cada misión es clave y estamos volcados en echar una mano para frenar el número de casos activos». Así resume María Novo, ... capitana enfermera de la unidad Militar de Emergencias (UME), cómo asumen la nueva fase de la crisis sanitaria a la que han bautizado como 'Misión Baluarte'. Ante la escalada de contagios y la urgencia de cubrir las necesidades de seguimiento de todos los casos, efectivos del Quinto Batallón, con base en León -encargado de Galicia, Asturias, Cantabria y Castilla y León- se han unido a las labores de rastreo de la región para localizar contactos estrechos de personas positivas por coronavirus y ayudar así en la segunda oleada de la pandemia.
Junto a otros enfermeros, Novo es una de las personas que se ha encargado de la formación de, hasta el momento, 180 rastreadores militares y coordina al grupo específico que se ha sumado al equipo de profesionales que trabaja a diario desde el Hospital de Liencres de Cantabria. Una ayuda que el propio Ejecutivo regional solicitó a Madrid ante el aumento de casos activos y después de que el Gobierno pusiera a disposición de las autonomías 2.000 militares del Ejército para reforzar la red de rastreo.
La UME es una unidad «muy comprometida», dice Novo. Cuando el covid-19 obligó a la población a encerrarse en sus casas, ellos salieron a la calle para luchar contra este enemigo «silencioso». Preparados siempre para atender y dar una respuesta rápida a emergencias como incendios, inundaciones, nevadas o terremotos, esta batalla se convirtió en clave y, a la vez, en «novedosa» porque el bicho «no es algo tangible y no sabemos cómo se va a comportar», añade. En marzo asumieron las tareas de desinfección -lo que denominaron como 'Operación Balmis'- y ahora colaboran con el rastreo.
María Novo | Capitana enfermera de la UME
Aunque lo hagan desde León, la realidad es que trabajan codo con codo con Salud Pública de Cantabria porque, para cualquier incidencia, la comunicación con la región es «diaria» y «muy fluida», reconoce Novo. Empezaron las tareas el sábado y la dinámica es igual que la desarrollada por los rastreadores que trabajan día a día en Liencres. A los militares de la UME se les asigna cada mañana un número de casos activos. Llevan pocos días, pero son en torno a «40 de media al día». Y, con esos datos, arrancan las llamadas.
La primera es para comunicar a la persona que el resultado de su prueba PCR ha resultado positivo. A partir de ahí, empieza el rastreo y es el momento de buscar los contactos estrechos para comunicarles que han estado con una persona afectada por la enfermedad y así limitar la expansión. No obstante, para poder sentarse a realizar estas tareas, lo primero que reciben los militares es una formación que consta de tres fases. La primera es teórica; luego, aprendidas las nociones, hay una parte de «refuerzo» donde se resuelven las posibles dudas y, por último, hacen un apartado más práctico.
El curso es importante porque, aunque tienen formación sanitaria, «ser rastreador requiere un conocimiento un poco más específico de la situación actual y de cómo se comporta el virus», señala la capitán enfermera. De modo que, en ese primer curso de 20 horas, se recalcan aspectos básicos del covid-19 como «la terminología, algunas definiciones» o las fechas y plazos de aislamientos y cuarentenas. Así como fundamentos legales que les permitan conocer de qué manera la ley respalda su labor. «Todavía no hemos encontrado impedimentos en las llamadas, pero tienen que saberlo», comenta.
La formación de los rastreadores no se queda ahí. También aprenden técnicas sobre cómo hablar con el caso activo. Es decir, con la persona que responde al otro lado del teléfono. Esa que un día recibe la llamada de un rastreador para decirle que es positivo por coronavirus. «Les enseñamos una serie de habilidades como la escucha activa para lograr esa comunicación eficaz», añade Novo. Y es que es importante que el rastreador sepa «inspirar tranquilidad y generar esa confianza» con el afectado para, tras la primera toma de contacto, ir poco a poco «tirando del hilo» y localizando a los contactos estrechos.
Hay que empatizar, sí, pero, sobre todo, «recalcar el mensaje» y que la persona «sepa que sí puede hacer algo para ayudar en la pandemia». Otro de los puntos clave de las llamadas es ofrecer siempre «información clara» y recordar las medidas que cada uno debe adoptar.
La organización de los rastreadores que colabora con el Gobierno regional es sencilla. Son un grupo de diez personas en cada turno. Es decir, un total de 20 personas. «Tenemos 10 puestos activados» para el Ejecutivo de Cantabria. Cada uno trabaja con un teléfono y un ordenador donde volcar los datos y contactos que va localizando. Al igual que se hace en el Hospital de Liencres. Y trabajan durante doce horas. De ocho de la mañana a ocho de la tarde cada día.
Si entre las llamadas diarias localizan a algún menor, personal sanitario o profesionales de residencias, la información pasa directamente a Salud Pública para que adopten las medidas oportunas en Cantabria. En estos días de trabajo, la gente a la que han ido llamando «está respondiendo bien», reconoce la capitán enfermera. El colectivo que recibe la noticia del positivo con más nerviosismo es el de las personas mayores. Pero, en general, no se han topado con muchas reticencias ni dificultades. Más bien al contrario: «Nos preguntan muchas cosas y colaboran», señala. Ahora, con el curso escolar ya empezado, las dudas giran en torno a los niños. Como qué hacer con él siendo positivo. Hay quien incluso «intenta poner una solución» y plantea dudas para «saber cómo hacer las cosas bien».
Eso sí, como estas nuevas tareas de rastreo no han hecho desaparecer el resto de funciones de la UME, los miembros de la unidad se reparten para conseguir que sea «compatible con las demás misiones». Porque las emergencias «no entienden de covid», recuerda Novo. De modo que la unidad compagina la nueva función con los necesidades que siguen surgiendo, como ha ocurrido con los incendios forestales en Galicia. Un despliegue de efectivos que a veces les obliga a reorganizarse y a sustituirse unos a otros. Un esfuerzo extra que para ellos es «gratificante», apunta, porque pueden ayudar.
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