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Cuando saltó la noticia de que en Suiza tres personas parapléjicas habían vuelto a caminar, Ismael Escalada siguió preparando su moto para correr circuitos. Hace cinco años ya compitió en karts, y en marzo lo hará en Valladolid en una prueba «con otros compañeros ... que no están en silla de ruedas». Él esquía con una silla que en vez de ruedas tiene un esquí por debajo, porque le sigue gustando la velocidad a pesar de que hace diez años esa velocidad le sacó de una curva en el puerto del Escudo una mañana de domingo. Tenía 21 años y estudiaba un grado de FP de Chapa y Pintura el día que se quedó parapléjico.
¿Qué sintió cuando vio caminar a los tres parapléjicos suizos a los que les habían implantado electrodos en la médula espinal? ¿Cambió de canal, buscó más páginas? «Desde que tuve el accidente, prácticamente cada año sacan una noticia nueva de que han inventado algo que va a curar la lesión medular, pero son ya 10 años y no se han visto mejoras», dice. «Es otra noticia más y hasta que no vea resultados de gente que se ha recuperado, no me doy mucha esperanza porque ya sé lo que es». Y lo que es se llama presente, tener los pies que no siente en la tierra sobre la que se mueve «totalmente independiente», tras haber estado ingresado en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo y haber superado la depresión que le provocó el tránsito de una vida a otra, la que empezó cuando un motorista lo vio tirado en la cuneta y pidió auxilio.
Ismael Escalada - 31 años, Castañeda
Ismael Escalada - 31 años, Castañeda Ismael sufrió un accidente de moto en el puerto del Escudo hace diez años. Se salió de una curva. Dañó la médula al nivel dorsal 5 y se quedó en silla de ruedas. Ahora es «totalmente autónomo» en su día a día, está adaptando una moto para competir y ha aprendido a esquiar con una silla adaptada.
Manuel Gómez 67 años, Limpias Lolo era guarda nocturno en el Puerto de Laredo. Una noche de 1983 tropezó en el pantalán y cayó desde tres metros a la arena. Con una lesión medular en la dorsal 10 completa, es capaz de ponerse en pie sobre bitutores y muletas y caminar y conducir, aunque no siente nada de cintura para abajo.
Manuel Gómez 67 años, Limpias
Ese proceso emocional, mental y físico le transformó en quien es ahora cuando atiende esta entrevista, mientras los medios de comunicación informamos del milagro médico del año. «Pero eso es este año», insiste, «el año pasado eran células madre, el anterior fue electroestimulación, y al final no he visto a nadie ponerse de pie», dice sin rencor ni melancolía en la voz. Claro que sueña a menudo que vuelve a caminar, sueña que dos personas le ayudan a levantarse y que se pone de pie, «y cuando sucede, me despierto raro». ¿Ha perdido entonces la esperanza de volver a caminar? «Estas noticias me pasan por encima, ¿sabes? Procuro no darme esperanzas, porque ahora estoy muy bien, ya me he hecho a ello y no tengo ninguna prisa», y suena de fondo un acelerón en el taller donde está en ese momento, porque aunque no tiene prisa, sí quiere ganar velocidad en su moto para debutar en Valladolid, una velocidad que no teme a pesar de que cuando pasa por la curva del escudo, aún no se crea lo que pasó ahí, tan rápido. Y fulminante.
También pasa por el pantalán que le cambió la vida Manuel Gómez, de 67 años. «No siento nada cuando voy, ni tristeza, ni me recuerda lo que pasó», dice 38 años después del accidente. 'Lolo' trabajaba de guarda nocturno en el Puerto de Laredo. Eran las dos de la mañana cuando tropezó y cayó desde el pantalán a la arena, donde había una piedra de apenas diez centímetros. Cayó boca arriba. Era el 13 de agosto de 1983 cuando esa piedra le provocó una lesión medular completa en la dorsal 10. Veinte días después nació su hija mientras él se debatía entre el dolor y la consciencia en la UVI del Hospital de Toledo. Después llegó la rehabilitación, la gimnasia, la silla de ruedas y convertirse en «el único paciente» con esa lesión capaz de ponerse en pie y andar –«¿andar?, más bien saltar», y se ríe– con ayuda de bitutores (estructura metálica que sujeta las piernas) y unas muletas. Por eso, ante la pregunta de qué sintió cuando vio que tres hombres parapléjicos volvían a caminar, responde: «Yo también camino, me pongo de pie todos los días, mira».
Y aunque tarda varios minutos, se yergue y camina a pesar de que no siente nada de cintura para abajo. ¿Cómo lo hace? «Por sensaciones», explica. «Me he caído 70 veces, la última hace dos meses, porque la gente por la calle a veces te empuja. No puedo evitar cómo es la sociedad, no puedo evitar que me miren como me miran cuando paso a su lado, ni tampoco puedo cambiar cómo estoy, lo único que puedo hacer es levantarme. Y es lo que hago», explica sin concederle espacio a la autocompasión. Más bien al contrario: «La realidad es dura y te la tienes que comer con pan, y cuesta. Así que lo que hago es no engañarme, todos los días me pongo con mi tabla de pesas y mi rehabilitación física, tengo el gimnasio en casa y no busco excusas».
Así que la noticia de Suiza no le hace fabular: «Cuando lo vi, sentí un poco de envidia porque llega tarde, todos estos ensayos siempre se efectúan en gente joven, aunque han dicho que en España dentro de unos años podría llegar, yo con 67 años me quedo fuera». Aun así, insiste, me hizo ilusión porque «pueda ayudar a alguien como yo», ya que a él le tocó ser parapléjico en Limpias en 1983, es decir, «era invisible». En el Hospital de Toledo le dan mucha importancia a lo que hace: «Voy al bar a pie con bitutores y me pongo en la barra, me tomo un café», y enumera una rutina de autonomía incontestable hasta que se permite anhelar un único deseo invocado por la bondad de la noticia: «Querría volver a sentir mi cuerpo, es lo único que pediría, recuperar la sensibilidad».
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