Vuelta a la vida 14 días después
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Laredo, Colindres, Santa María de Cayón y Polanco retoman el pulso tras superar un nuevo cierre perimetralEl reloj está a punto de marcar las once de la mañana. Por las calles de Laredo se ve bastante movimiento. Es el primer día del desconfinamiento y se palpa en el ambiente. Las sensaciones son otras. Los vecinos de los cuatro municipios que ... han estado confinados recuperan parte de su libertad. Hay más vida. Entre esos vecinos de Laredo que se han echado a la calle para volver a la 'normalidad' se encuentra Ángel de Andrés, que apenas lleva un año trabajando como cartero en la villa. «Se nota que se ha recuperado la actividad. De repente todo el mundo está en la calle. Estos días atrás estaba el pueblo apagado», apunta. «Parece que todo estaba retenido y ha salido de repente. Solo tienes que fijarte en cuántas furgonetas hay de carga y descarga». Y no se equivoca en nada, puesto que muchos establecimientos aprovecharon el primer día de apertura para almacenar provisiones. Toca empezar de nuevo.
Los vecinos de los cuatro municipios que han estado confinados durante catorce días por la alta incidencia acumulada de casos positivos por covid amanecieron con la esperanza de no tener que volver a pasar por un encierro que ha acrecentado a un más ese «cansancio» y «hastío» generalizado de la población tras casi un año de pandemia.
Las calles de Laredo, Colindres, Santa María de Cayón y Polanco recobraron este jueves sus vidas, dejando atrás esa imagen de apatía y soledad por el cierre de bares y muchos comercios. Negocios que levantaron de nuevo la persiana con el único propósito de que les dejen trabajar, y en el caso de la hostelería, en unas mejores condiciones a las que actualmente tienen.
Pero de momento tendrán que resignarse y continuar sin poder atender a sus clientes en los interiores, a la espera de ver qué pasará en las próximas semanas.
Con motivo del desconfinamiento de estos cuatro municipios, El Diario Montañés realizó un recorrido por cada uno de ellos con el objetivo de palpar el sentir de los vecinos. La ruta arrancó al filo de las once de la mañana en Laredo, municipio que cuenta con una población que ronda los 11.000 habitantes. Desde el acceso principal a la villa ya se podía palpar más movimiento de coches que el día anterior. Y eso supuso que encontrar aparcamiento costase algo más que durante el cierre perimetral.
A medida que transcurría la mañana y subía la temperatura (se pasó de 11 a 18 grados en poco tiempo), la afluencia de gente en la calle también crecía progresivamente. En la Plaza de la Constitución algunos comerciantes daban los últimos retoques a sus escaparates, como era el caso de la perfumería Pedro Vallejo o la boutique La Santa, mientras vecinos y, algún que otro visitante, iban ocupando las terrazas de bares y cafeterías. El día invitaba a disfrutar de un café y un pincho al aire libre. Y el que pudo no dudó en hacerlo.
A escasos metros de la Plaza de la Constitución, junto al Mercado de Abastos, también podía apreciarse un gran trasiego de vecinos con gestiones pendientes de realizar. Allí conversaban Pablo, Sito y otro amigo, que prefirió no dar su identidad, sobre el partido de Copa del Rey que enfrentó en la noche del pasado miércoles a Sevilla y Barcelona, y que acabó con derrota de los culés. «Te doy el pésame», le decía en tono de humor Pablo a Sito. Sobre la imagen de la villa, reconocían ambos que nada tenía que ver con la de las dos semanas anteriores. «Se nota que hay más gente que días atrás, esto estaba muerto», afirmaba Pablo, a lo que Sito añadía que «antes parecía un cementerio». «Lo que no hay derecho es a que echen la culpa a los hosteleros de estos males, cuando hay otros peores».
Con el municipio abierto, a estos vecinos lo que les preocupaba este jueves es que no haya «problemas», ni la gente «se amontone» para no tener que volver a pasar por otro cierre. «Yo creo que el problema viene porque hay gente que sabe que tiene algo y aun así sale a la calle. Y cuando tienen que estar confinados en casa salen igual», señalaba Pablo.
A un par de calles de donde se encontraba este grupo de amigos se produjo una de las imágenes curiosas del día, como fue la larga cola que registraba a mediodía la Administración de Lotería Número 1, que durante dos semanas ha permanecido cerrada. Entre los que esperaban pacientemente a ser atendidos se encontraba Calleja. «Llevo dos semanas con mis participaciones en el bolso y voy a comprobar si me ha tocado algo», comentaba con cierto aire de pesimismo. «Ya que veo que en las terrazas hay gente que no cumple con las recomendaciones», lamentaba.
En esa cola de la administración de Lotería también se encontraba Rosa, que mientras esperaba para recoger los boletos que le habían reservado, reconocía que «se ve mucho más ambiente que días atrás».
En comercios como Tatano también se vio algún que otro cliente con intención de comprar una ganga en medio de unas atípicas rebajas. «Las expectativas no son buenas. Es un momento en el que es muy complicado que los consumidores tengan algo de euforia. Además este cierre ha provocado que al reabrir he tenido que bajar los precios. Es como si hubiésemos tenido abierto estas dos semanas pero sin vender nada», lamentaba Fernando Portero, responsable de este histórico negocio.
Y de Laredo a Colindres, municipio limítrofe con una población que ronda los 8.600 habitantes. La zona del Ayuntamiento está un tanto desangelada al estar cerrados los establecimientos hosteleros. Pero en el centro urbano la estampa es diferente. Las terrazas han cobrado vida, se ven colas para acceder a ciertos negocios, la gente mayor disfruta del sol en la plaza de la Esperanza.
Julia y María del Carmen, vecinas de Colindres, toman un café con Pilar, vecina de Treto, en la terraza de la pastelería Valtierra. Llevaban dos semanas sin verse y tenían «ganas» de reencontrarse. «Por lo menos ahora se ve 'vidilla', movimiento, porque estaba muerto Colindres. Y basta que no te dejen ir a un sitio para que quieras ir», aseguraba Maricarmen con incredulidad por ver «si se ha conseguido algo con todo esto». «Algo sí, por lo menos las cifras de incidencia de casos han mejorado... Ahora tenemos que ser consecuentes y tener mucho cuidado», respondía Julia. «Algunos no se lo toman en serio, parece que no va con ellos», añadía. «Ahora los más importante es que las tiendas y los negocios puedan resurgir un poco. He hablado con gente de comercios esenciales y dicen que las ventas han estado muy bajas, que la gente ni siquiera ha salido a comprar, solo para lo justo», afirmaba Julia a continuación, mientras Pilar se conformaba con poder juntarse con sus dos amigas. «Un rato de ocio no nos lo pueden quitar», apuntaba mientras criticaba a quienes estaban en las terrazas sin mascarilla.
A escasos cien metros de donde se encontraban estas amigas, la peluquería de Alejandro Fernández recuperaba la actividad con «más tranquilidad» y «menos clientela» dentro del local de lo habitual, después de cerrar dos semanas y a pesar de que tenían la opción de poder atender a domicilio. «La gente está reaccionando positivamente. Estamos evitando aglomeraciones», manifestaba Alejandro, que tiene otros dos negocios (un bar y un restaurante) cerrados. «A pesar de la situación, creo que hay que ser positivo y salir adelante. Hay que evitar la negatividad porque si miramos hacia atrás no levantamos la cabeza ninguno», añade.
Ante la situación actual, este peluquero ha decidido aligerar su agenda diaria como medida de precaución. «La gente tiene que entenderlo. Lo que queremos es atender a todo el mundo lo mejor posible».
Continuó el viaje rumbo a Santa María de Cayón, que cuenta con una población de unos 9.100 habitantes y se encuentra a 40 kilómetros de Colindres. Al llegar a Sarón, a eso de la una menos cuarto, las sensaciones son similares. Mucho tráfico y gente de allá para acá haciendo sus gestiones. También las terrazas son un punto de encuentro. Es la hora del blanco. Y muchos lo echaban de menos. Es de las pocas cosas que les queda a algunos. El Bar Avenida, en pleno centro urbano, bien podía servir de ejemplo este jueves. Allí se encontraba Miguel, sentado con su café, disfrutando del momento. Pese a la buena temperatura, el sol se había esfumado y amenazaba lluvia. «Es otro mundo ya esto. Esto es otra vida, vives. Por lo menos tomas un café, ves gente y pasas el día. De la otra manera tienes que estar en casa todo el día, sin apenas salir».
A unos metros, en la pastelería María Luisa los ánimos estaban caldeados entre varias vecinas, molestas por lo que se está pasando desde que comenzó la pandemia. «Es una pena que los comercios hayan estado cerrados dos semanas, mientras en las terrazas de algunos bares están sin distancia y sin la mascarilla», lamentaba Eugenia. «El pequeño comercio es el que lo sufre todo», apostillaba. «Dile al señor Revilla que pase por aquí», apuntaba Teresa, mientras Nati, que trabaja en las oficinas de Coca-Cola se siente perjudicada por la situación que «sufren» los hosteleros. «Es la ruina y el virus no está en los bares, porque se está demostrando. Están cerrados y el virus se expande».
Polanco, que tiene 6.000 habitantes y está a 26 kilómetros de distancia, fue la última parada. Empiezan a caer unas gotas, son casi las dos de la tarde. La particularidad de Polanco es que es una localidad dormitorio. Entre sus vecinos, que viven muy dispersos, hay muchos que prácticamente están fuera durante todo el día. Al menos así lo describía Luis Vicente mientras tomaba el aperitivo en el restaurante Sotileza. «A la vista de que hoy hay más casos que cuando nos confinaron, parece que no han servido de nada estas restricciones sanitarias. Tanto sacrificio para nada».
Mientras, en Requejada, Manuel, gerente del bar El Puerto, esperaba haber tenido más clientes. «He llegado a poner el menú a 5 euros, pero ni con esas», ilustraba.
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