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«Al final nos quedamos treinta tontos», narra Andrea Sutu. Vecina de Valladolid, tenía previsto viajar a Bucarest desde el aeropuerto Seve Ballesteros de Santander ... este sábado, pero se quedó en tierra. Y como ella otros tantos pasajeros que deberían haber salido rumbo a la capital de Rumanía en el avión que despegaba a las 22.25 horas de la noche. Pero no fue así. La aerolínea húngara Wizzair que realiza esta ruta programó un avión con 230 plazas -y en base a eso vendió los billetes- sin embargo, a la capital cántabra llegó una aeronave con 180 huecos, según explican desde la Asociación Amigos de Parayas. El cambio puede deberse a una avería en el avión o a que lo destinaron a otra ruta, el caso es que supuso para muchos quedarse sin viajar. Y lo mismo le ocurrió a un grupo de pasajeros que tenía previsto hacer la ruta opuesta, se quedaron en el aeropuerto.
«Al dejar la maleta para facturarla nos dijeron que había overbooking (sobreventa o exceso de reservas)», explica Andrea. Ahí empezó la odisea. La vecina de Valladolid viajaba a Bucarest con su pareja: «Íbamos a ver a la familia de mi marido», continúa. La crisis sanitaria les ha obligado a demorar ese reencuentro tres años y ahora, si no consiguen dar con una alternativa en los próximos días, puede que se vean obligados a esperar hasta el año que viene. «Entiendo que puede pasar, pero lo normal habría sido que nos ofrecieran una solución», añade indignada porque nadie fue capaz de darles una mínima explicación. Simplemente les dejaron tirados y tampoco el personal que se encontraba a esa hora en el aeropuerto pudo darles respuesta. «Entendimos que no tenían la culpa ni podían hacer nada».
Entonces se pusieron a buscar alternativas por su propia cuenta. Pero los billetes que encontraban «estaban muy caros». Debían pagar casi 2.000 euros y es una inversión que no podían afrontar. ¿Qué hicieron? Volver a Valladolid en coche, a donde llegaron ayer sobre las nueve de la mañana.
«Seguimos sin ninguna solución», contaba un par de horas después. Ayer por la mañana el primer objetivo era descansar después del trajín y después seguir dándole vueltas las opciones viables.Más allá de lo ocurrido con el tamaño del avión programado, la queja se debe a la falta de soluciones. Porque los problemas se suceden: «No podemos hablar por teléfono porque la línea en español rumano no está operativa los sábados y domingos», añade la pasajera afectada que critica los pasos «sin sentido» que han dado desde la aerolínea. Como la selección de los pasajeros que se quedaban en tierra: «Yo iba con mi marido y mandaban a uno a Bucarest y al otro no. A un matrimonio que tenía una hija de 17 años y le dejaban pasar a ella». «No entendemos qué criterio utilizaron para elegir», resume.
A partir de aquí no saben qué harán, porque «si no vamos hoy como tarde, no nos renta viajar». Ellos volvieron a casa y cada pasajero afectado se buscó la vida porque en el aeropuerto no pudieron quedarse a esperar. Algunos buscaron conexiones desde Madrid. Otros valoraron incluso hacer la ruta en coche.
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