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Jueves, 16 de enero 2020, 11:17
Los restos localizados en la zona prueban la existencia de comunidades humanas en la zona ya el Paleolítico Inferior, que continúan en épocas tardías de la Prehistoria (túmulos megalíticos en Peña Cutral, entre Retortillo y Celada Marlantes). De época Protohistórica es de destacar cómo la ... cultura del Hierro queda patente en los castros cántabros de Nestares, Cañeda, etc., y, sobre todo, en el de Las Rabas, en Celada Marlantes, que ha proporcionado la realidad objetiva de un poblado de los siglos II-I a. C. En él se han identificado lienzos de muralla y vertederos, no así restos de hábitat, viviendas.
Pero, sin duda, lo más sobresaliente de la Historia Antigua de Campoo de Enmedio fue haber sido el lugar de emplazamiento del mayor tesoro que los romanos dejaron en Cantabria: Iuliobriga. Esta ciudad de Hispania ha legado unos restos arqueológicos que permiten conocer el urbanismo y los modos de vida de la época altoimperial. La ciudad (que une el nombre de la familia imperial de los Iulii en memoria de Julio César al sufijo briga de origen celta) fue fundada hacia la segunda década del siglo I después de la conclusión de las Guerras Cántabras como eje y punto de control de las comunicaciones que partían desde Pisoraca (Herrera de Pisuerga) en la Meseta y Portus Blendium (identificada con Suances) y Portus Victoriae Iuliobrigensium (identificada con Santander) en el litoral cantábrico. El nacimiento de la población, al sur de la cual se estableció, hasta su traslado al frente germánico, la Legio IIII Macedonica, sirvió para controlar y romanizar el territorio recientemente conquistado, circunstancias que llevan a suponer que se trató durante los primeros tiempos de una civitas stipendiaria. A finales del siglo, no obstante, es probable que Julióbriga se transformara en municipium, al calor de la concesión durante el gobierno de Vespasiano (69-79 d C) del derecho latino a toda Hispania de que informa Plinio. Es en estos años cuando la ciudad conoció un aumento de la actividad comercial con la cuenca del Ebro (indicado por la presencia de cerámica sigilata procedente de alfares de la cuenca del Najerilla en La Rioja). Este incremento de los intercambios continuó durante buena parte del siglo II con la dinastía de los Antoninos. Iuliobriga no permaneció, sin embargo, al margen de los avatares que afectaban al conjunto del Imperio y también padeció los problemas administrativos, económicos y militares que se multiplicaron desde finales de este periodo y se agudizaron durante dinastía de los Severos. Ésto se tradujo en un empeoramiento y decadencia de la vida urbana y la proliferación de las villas rurales (en las cercanías de Iuliobriga se encuentran restos romanos en Camesa-Rebolledo (Valdeolea) y en Santa María de Hito (Valderredible). Además de estos factores globales, al progresivo abandono del enclave romano de Campoo contribuyeron también dos episodios especialmente dramáticos como la la peste que afectó a la zona hacia mediados del siglo III y la invasión, poco después, de los francos procedentes de la Galia.
Además de en el impresionante yacimiento que representan los restos de la ciudad, la huella de los romanos quedó plasmada también en forma de calzada, la que unía Pisoraca con Portus Blendium, que atravesaba el municipio.
Llegada la Edad Media cobró un papel protagonista, sobre todo en el territorio de Campoo, el monasterio de San Pedro de Cervatos, cuya primera referencia escrita al respecto se halla en un fuero fechado en el año 999. Fundada por el conde castellano Sancho García, esta institución se erigió como cabeza de un gran señorío abacial, que abarcaba iglesias y heredades en tierras burgalesas muy meridionales y otras casi rozando la costa del Cantábrico. Vinculadas a este abadengo se encontraban la mayoría de las localidades de este lugar (Bolmir, Retortillo, Horna, Morancas, Nestares y Matamorosa), tal y como consta en el Apeo de 1404.
Tras alcanzar su mayor auge y dominio en los siglos XI y XII, entró en una etapa de estancamiento y decadencia en los dos siguientes, como quedó testimoniado en el Becerro de Behetrías, de 1352. De forma paralela a su pérdida de poder se van produciendo intromisiones en Campoo de otros monasterios, como el de San Andrés de Arroyo, en Bolmir y Requejo, y el de Covarrubias, en Fontecha. Al mismo tiempo, se generalizó la dependencia de los hombres de behetría a linajes locales, como los Horna, Cavedo, Fresno, etc., pero también se extiende el dominio de la Casa de la Vega o la de Estrada, que establecieron en estos lugares castillos y torres que evidencian su paso y constituyen parte fundamental de su patrimonio. No obstante, el conjunto de este ámbito geográfico logró mantener la condición de realengo.
Al final de la Edad Media se constituyó la Hermandad de Enmedio, cuyos diputados participaron de forma regular en las juntas generales de la Merindad de Campoo, de la que formaba parte. Precisamente, los 16 concejos de la Hermandad de Enmedio pasaron a conformar el primer ayuntamiento constitucional del municipio en 1835, dando lugar al término del mismo nombre, que quedó establecido en los límites que tiene en la actualidad. A finales de la década de los noventa fue renombrado oficialmente como Campoo de Enmedio.
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