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Historia

Jueves, 16 de enero 2020, 13:23

Una serie de importantes yacimientos arqueológicos que contienen restos prehistóricos evidencian la milenaria presencia humana en el área de Castro Urdiales. Varios de ellos contienen restos de arte parietal paleolítico y algunos han contribuido a documentar mejor las últimas fases de la Prehistoria en Cantabria, como el periodo Calcolítico. En materia artística los más destacados pueden verse en las cuevas de Cuco y Urdiales, en el Alto de San Andrés de Castro Urdiales; Vidruécano, en Santullán; y Juan Gómez, La Lastrilla y Los Santos, en Sámano. En cuanto al fenómeno del megalitismo se cuentan los yacimientos de Alto de Campo Poz, a casi 200 m de altura sobre la villa de Castro Urdiales; Campo Ventoso, en el valle de Otañes; Peruchote y la Campa de la Herrera, los dos sobre la frontera con Vizcaya.

Vista del castro de Sámano.

Ya en época protohistórica, el territorio del municipio de Castro Urdiales se encontraba dentro del territorio de los autrigones, vecinos al oeste de los cántabros y al este de los caristios. Los romanos establecieron en la zona un puerto, que Plinio, en la segunda mitad del siglo I d. C., y Ptolomeo, un siglo más tarde, llaman Flavióbriga. En el siglo XVII, Gabriel de Henao reconoció en la villa de Castro Urdiales a la antigua población latina. El hallazgo, una centuria más tarde, de materiales romanos de importancia, como la pátera de Otañes, dedicada a la Salus Umeritana, y diversos miliarios reforzaron aquella hipótesis. Sin embargo, la teoría no fue completamente aceptada hasta la segunda mitad del XX, al calor de las primeras intervenciones arqueológicas científicas que tuvieron lugar en el casco viejo de la villa (la primera fue en 1973, pero a partir de los años noventa adquirieron regularidad).

Conforme a los datos de que se disponen, Flavióbriga recibió el rango de colonia en el año 74, a raíz de la concesión por Vespasiano del ius latii a Hispania, y se destinó a unos eméritos de las guerras de Judea. Se asentaba sobre el antiguo poblamiento de Portus Amanum, situado en la desembocadura del arroyo de Sámano. El ascenso a la categoría de colonia multiplicó la importancia de este puerto, defendido de los vientos del noroeste y por ello propicio para la navegación de cabotaje, típica de época romana. Desde aquí se distribuían manufacturas traídas por mar hacia el norte peninsular, a través de las rutas terrestres que existían desde tiempos de Tiberio y comunicaban con Pisoraca (Herrera de Pisuerga) y el valle del Ebro a través de las Encartaciones. Simultáneamente funcionaba como punto de partida del mineral extraído de las explotaciones existentes en su área de influencia. Los miliarios testimonian la persistencia de esta actividad comercial hasta el siglo IV. Desde el punto de vista administrativo, Flavióbriga se insertaba dentro del conventus Cluniensis de la provincia de Hispania Citerior Tarraconensis.

Después de la desintegración del Imperio Romano, Castro Urdiales reapareció en la Edad Media. La primera referencia de aquella época data del año 1102, con motivo de la visita de un obispo a la villa. Después de un breve paréntesis en que se integró en el reino de Navarra (1037-1157), permaneció dentro de la órbita del reino de Castilla, fijándose la frontera con Vizcaya en Ontón.

En 1167 Alfonso VIII, decidido a promocionar la costa de Cantabria, concedió a la villa el fuero de Logroño, un fuero local privilegiado. La protección real favoreció el rápido crecimiento del puerto, reforzado por la creación, en 1295, de la Hermandad de las villas de la Marina de Castilla con Vitoria, con capital en Castro Urdiales. Inicialmente representaba a éste y a los concejos de Fuenterrabía, San Sebastián, Guetaria, Bermeo, Laredo, Santander y Vitoria en Cortes por medio de procuradores de la marisma. En 1342 eran 18 las poblaciones que la integraban localizadas a lo largo de toda la costa cantábrica. En un documento contemporáneo, fechado en 1347, la jurisdicción de la villa de Castro Urdiales incluía los lugares de la Junta de Sámano (La Helguera, Lusa, Mioño, Ontón, Otañes y Sámano), extendiéndose desde «la faya de Ontón fasta donde Sámano fasta Vivañas e fasta el Barco de Oriñón».

Casas del paseo marítimo de Castro Urdiales.

La guerra civil que enfrentó, entre 1366 y 1369, a Pedro I y su hermanastro Enrique, conde de Trastámara y vencedor de la contienda, benefició al conjunto de Castilla. Sin embargo, resultó perjudicial para Castro Urdiales, que salió arruinada de los enfrentamientos y perdió el papel preeminente que hasta entonces había venido jugando en la costa Cantábrica. Entretanto, es de señalar la participación de la villa en la Hermandad de Vizcaya, entre 1394 y 1471, año en que se termina esta relación, en el marco de las luchas de banderizos.

En los albores de la Edad Moderna tuvieron lugar una serie de acontecimientos y procesos que marcaron la historia de Castro Urdiales hasta prácticamente el siglo XIX. Por una parte, la consolidación del Corregimiento de las Cuatro Villas de la Costa de la Mar, en el cual Laredo y más tarde Santander ejercieron y se disputaron el papel dominante. Por otra, la irrupción, en las primeras décadas del XVI, del comercio y la navegación ultramarinas, para los cuales resultaba poco apropiado el puerto castreño. Un tercer factor que repercutió negativamente en la villa (y el resto de los puertos cántabros) fueron las políticas de los consulados de Burgos (creado en 1494) y Bilbao (fundado en 1511).

En cuanto al alcance de la jurisdicción de la villa en aquellos siglos, en un manuscrito del XVII consta que aquella se extendía a los lugares de la Junta de Sámano y su vecindad, Guriezo, Agüera, Ontón, Mioño, Lusa, Otañes, Santullán, Pando, Riancho, Portugal, Urdiales, Campijo, Allendelagua, Cérdigo e Islares.

El ocaso de Castro culminó con el traumático incendio perpetrado por las tropas francesas el 11 de mayo de 1813, tras un asedio a la población. Una década después, en 1822, Castro Urdiales y la Junta de Sámano se configuraron como ayuntamiento constitucional.

Avanzado el siglo XIX, la explotación de las minas de hierro de Mioño y Ontón llevó el progreso a una localidad. Esto se tradujo en la construcción de múltiples infraestructuras en el municipio, que incluían, entre otras, varios embarcaderos de mineral, dispuestos a lo largo de la costa; la línea de ferrocarril minero Castro-Alén (1893-1897) y la de viajeros Castro-Traslaviña, etc. Entretanto, la villa se transformó en residencia estival y de temporada de la burguesía vizcaína. Uno de sus representantes, Luis Ocharán Mazas, contribuyó a la construcción del espigón del muelle, que permitió ganar terrenos al mar.

En la actualidad, las explotaciones mineras han desaparecido y Castro Urdiales se ha consolidado como centro de esparcimiento y descanso, tanto de los ciudadanos de la comunidad autónoma cántabra como del vecino País Vasco. Simultáneamente, se ha transformado en un núcleo urbano satélite del 'gran Bilbao' y en un incipiente centro industrial y empresarial.

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