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Jueves, 16 de enero 2020, 13:16
En el municipio de Laredo se han localizado varios yacimientos que testimonian la presencia humana en fases tardías de la Prehistoria. También se han identificado diversos restos de estructuras como pertenecientes a un castro de época protohistórica. De época romana, sin embargo, no se ha ... podido verificar la presencia de un asentamiento o el paso de vía costera alguna.
La primera referencia escrita a Laredo procede de una escritura conservada en el Cartulario del monasterio de Santa María de Puerto de Santoña, fechada en el año 1068. En ésta unos vecinos de Laredo hacen entrega al cenobio santoñés de unas heredades que tenían en el templo de San Martín de Laredo y su cementerio.
En la Alta Edad Media formó parte del Alfoz de Vecio (también llamado Merindad de Vecio), distrito que integraba también a Ampuero, Ceceña, Colindres, Limpias, Marrón, Seña, Udalla y los valles de Liendo, Sámano y Guriezo. Su fuero, no escrito, mantuvo su vigencia hasta bien entrado el siglo XIX.
El 25 de enero de 1200, Alfonso VIII firmó en Belorado (Burgos) el privilegio por el cual Laredo recibió el fuero, llamado a transformarlo en villa real con jurisdicción propia. La concesión se produjo en el marco de la victoria sobre Navarra y la incorporación de Guipúzcoa al reino de Castilla. Tras Castro Urdiales (1163) y Santander (1187), Laredo fue la tercera villa que en Cantabria recibió tal privilegio. El fuero de Laredo reproducía el de Castro Urdiales, que es réplica a su vez del de Logroño. En él se establecían unos límites jurisdiccionales que se extendían por la costa, entre la desembocadura del Asón al oeste y la del Agüera al este, y por el interior hasta Ampuero. Testimonio de la rápida importancia que cobró el enclave es la presencia de marineros laredanos en la conquista de Sevilla en 1248, que hoy se ve reflejada en el escudo municipal. Otra muestra de la celebridad que Laredo gana en breve es su inclusión en las Cantigas de Santa María, compuestas en gallego por Alfonso X 'El Sabio' a mediados del siglo XIII.
Los efectos económicos de la recepción del fuero y la decidida voluntad de los monarcas castellanos a favorecer a la villa, que también se benefició de la exención de portazgo a todo el reino (1255), contribuyeron al crecimiento de la población. En aquel tiempo, ésta se extendía entre la iglesia de La Asunción y el arroyo Bario; estaba protegida por una muralla y seguía una estructura regular que ha pervivido hasta la actualidad. Se dividía en tres rúas, de este a oeste: San Martín, la rúa de Enmedio y la rúa de Yusera (Ruabusera o rúa Dusera); y de norte a sur: Ruamayor, la rúa de Carnicerías Viejas (hoy San Marcial), la rúa de Santa María y el Azoque (Mercado). En el siglo XVI este plano conoció la ampliación que supuso la construcción del 'arrabal' formado por las rúas de Sancti Spiritus y de los Cordoneros (hoy de San Francisco).
Además del fuero, el desarrollo de Laredo se explica también gracias a la Hermandad de las villas de la Marina de Castilla con Vitoria, con capital en Castro Urdiales, creada en 1295. Inicialmente representaba a éste y a los concejos de Fuenterrabía, San Sebastián, Guetaria, Bermeo, Laredo, Santander y Vitoria en las Cortes por medio de procuradores de la marisma. En 1342 eran dieciocho las poblaciones de la costa cantábrica que la integraban.
En el siglo XIV, uno de los hechos históricos relevantes en que participó este puerto fue la toma de Tarifa en 1339, durante el reinado de Sancho IV, hazaña bélica a la cual contribuyó con el barco San Nicolao de Laredo. En aquel tiempo, la población es citada en otra cima de la literatura medieval, El libro del buen amor (hacia 1330), de Juan Ruiz, arcipreste de Hita. A finales del XIV Laredo participó en otra hazaña bélica, la victoria sobre la Rochela, que restableció el comercio castellano con Brujas, el centro comercial más importante de Flandes (1375). En el siglo siguiente, la villa continuó aportando barcos y hombres para las empresas comerciales, pesqueras y bélicas de la época, siendo destacada su presencia en la campañas contra el reino de Granada. Hay también que mencionar en este periodo la paulatina desaparición de la comunidad judía laredana, una de las más notables de la región, merced a las conversiones forzosas y las expulsiones.
En cuanto al poder administrativo y jurisdiccional de Laredo, en el Becerro de Behetrías de 1351 aparecen dentro de su vecindad Ampuero, Hoz de Marrón, Liendo con Sopeña, Rocillo y Udalla. En 1400, Colindres y Limpias se emanciparon y se acogieron al fuero de Vizcaya y, en el mismo siglo XV, fue Liendo la que abandonó el ámbito de poder de la villa y entró en la órbita de los condestables (en el XVIII este valle aparece con jurisdicción independiente y régimen de realengo). En aquellos años, Laredo quedó integrado en el Corregimiento de las Cuatro Villas de la Mar, junto a San Vicente de la Barquera, Santander y Castro Urdiales, dentro del cual quedaba encomendada la administración de justicia a un corregidor de designación real.
A comienzos de la Edad Moderna, Laredo, que entonces lo poblaban 2.000 vecinos, vivió una época brillante, respaldado por los Reyes Católicos, que favorecieron su desarrollo como puerto más cercano a Castilla a través de Los Tornos (de cuyo mantenimiento era responsable la villa). De aquel tiempo se recuerdan las breves estancias de los monarcas renacentistas Isabel La Católica, su hija, la futura reina Juana, y Carlos V. La estancia de Isabel, en agosto de 1496, está ligada a la partida de su hija rumbo a Flandes, donde casó con Felipe 'El Hermoso', archiduque de Austria. Ya reina, Juana de Castilla, llamada 'La Loca', volvió a utilizar Laredo como puerto en 1504, de nuevo rumbo a Flandes, y dos años más tarde, su padre Fernando de Aragón, se hospedó en la villa mientras esperaba el regreso de la malograda monarca, que inopinadamente desembarcó en La Coruña. De gran trascendencia simbólica es el desembarco, en septiembre de 1556, del emperador Carlos V, camino de su retiro a Yuste. Por último, cabe mencionar la llegada a este puerto de Catalina, también hija de los Reyes Católicos y futura esposa de Enrique VIII de Inglaterra, en 1501, después de que un temporal la llevara a esta bahía; y las estancias de Felipe II en 1559, a su regreso de Francia, y 1567, para pasar a Flandes.
También es de subrayar la participación de varios laredanos y vecinos de las localidades de su entorno en las primeras expediciones castellanas a América, entre ellas la del descubrimiento europeo del continente en 1492. En aquel primer viaje de Cristóbal Colón a las Indias, consta la presencia de Gómez de Rascón, natural de Ampuero, entonces dependiente de Laredo. En este sentido hay que recordar que la nao Santa María, había sido propiedad del laredano Hernán García del Hoyo. Otros casos son los de los laredanos Pedro del Hoyo, maestre de carabela, que navegó por su cuenta a América en 1503; o el capitán Hernando de Alvarado y Juan Villota del Hoyo, que participaron con Francisco de Pizarro en la conquista de Perú.
Además de tomar parte en estas empresas de descubrimiento y colonización, los nombres de marinos, armadores y el mismo puerto de Laredo están presentes en muchas de las crónicas de las guerras que, a lo largo del convulso siglo XVI, la Corona española libró en la Europa atlántica y el Mediterráneo.
A pesar de la trascendencia de muchos de estos acontecimientos, a lo largo de la centuria se sucedieron brotes de epidemias y se produjeron varias catástrofes que pusieron a prueba y doblegaron la capacidad del puerto y la villa, que abandonó paulatinamente el primer puesto como enclave comercial y militar en la costa del norte de Castilla. Por otro lado, en estos años se pusieron en marcha el Consulado Marítimo de Burgos (1494) y el Consulado de Bilbao (1511), cuyas políticas también contribuyeron a trastocar el potencial de Laredo y los demás puertos cántabros. No obstante, Laredo y los linajes allí surgidos conservaron su prestigio y aparecen en textos de autores del Siglo de Oro como Lope de Vega y Cervantes, que menciona a los Cachupín en El Quijote.
En cuanto al devenir histórico, en 1629 Laredo se convirtió en capital de hecho del Corregimiento de las Cuatro Villas de la Costa de la Mar con el establecimiento en Laredo de las recaudaciones de los impuestos reales. Tan sólo diez años más tarde, en 1639, la villa fue objeto del asalto y saqueo por parte de las tropas del arzobispo de Burdeos y ministro de la marina del cardenal Richelieu, Henri d´Escubleau de Sourdis. Este golpe agravó la difícil situación económica de la localidad, que veía como el encenagamiento de su puerto por los arenales la hacía perder su posición dominante frente a la emergente Santander.
En el siglo XVII el concejo de Laredo comprendía, además del casco urbano, los barrios de Mellante, Pereda, Salviejo, Seña, Serna, Tarrueza y Valmejor, extendiéndose su jurisdicción a Ampuero, Cereceda, Hoz de Marrón, Oriñón y Udalla. En la siguiente centuria, la jurisdicción de Laredo se redujo con la emancipación de Ampuero (1728) y Seña y la limitación de las prerrogativas que la villa tenía sobre Guriezo y Liendo. Más allá del casco urbano, seguían bajo su gobierno Tarrueza y la Junta de Parayas (Cereceda, Gibaja, Hoz de Marrón, Ramales, Rasines y Udalla). A lo largo de toda la Edad Moderna, el ayuntamiento de la villa estuvo integrado por el corregidor real y seis regidores electos, cuatro en representación de los linajes preeminentes (Escalante, La Obra, Cachupín y Villota del Hoyo), uno en representación de los hombres de la mar y otro en representación de comerciantes y artesanos. En 1762 Laredo consiguió la ubicación del Regimiento de Milicias, cuyo bastón de mando recaía en el corregidor como representante del rey, extendiéndose la denominación de Bastón de Laredo para el territorio comprendido entre Vizcaya y las Asturias de Oviedo. Esta concesión no logró impedir que Santander se hiciera con la primacía en el territorio de la futura provincia (puerto del Camino de las Harinas de Castilla 1749-1753, sede catedralicia en 1754, ciudad desde 1755, sede de Consulado de Mar y Tierra desde 1785 y residencia del corregidor desde 1802).
En 1822 Laredo pasó a ser ayuntamiento y cabeza de partido judicial. En 1833 se constituyó la provincia de Santander y tres años más tarde (1836) Laredo perdió el bastón y con él el corregimiento y todas las instituciones que en él pudieran estar radicadas.
Tras un prolongado periodo de crisis, en la segunda mitad del XIX, la villa empezó a despegar, sobre todo gracias a la instalación de fábricas de conservas y salazones. Una fecha clave en este proceso fue la fundación en 1862-1863 de una moderna factoría por el indiano Braulio de Larrabide, que introducía envases de hojalata. En lo que resta de centuria y a lo largo de todo el siglo XX, estas industrias siguieron ocupando el primer puesto dentro del sector secundario (sobre todo de salazón). Simultáneamente irrumpió en la localidad un nuevo fenómeno llamado a transformar completamente tanto la economía, como el aspecto físico de la villa: el turismo (en 1876 se publicó la Guía de los Baños de Mar en Laredo). En aquella época finisecular se produjo la urbanización de amplias zonas situadas en las inmediaciones del casco urbano medieval, un proceso que puede fecharse en torno a la visita del rey Alfonso XII en 1882, que se vio acompañada por el inicio de las obras del nuevo puerto pesquero en 1883. En este periodo, que se corresponde con la vigencia de la constitución liberal de 1876, Laredo se conformó como distrito electoral y feudo del liberalismo encarnado en Manuel Eguilior.
La primera oleada urbanizadora condujo a la ocupación de la zona de El Canto, continuó en los años treinta con la parcelación de los terrenos adyacentes a las nuevas alamedas y el paseo de la playa, y la posterior construcción de viviendas unifamiliares. En las décadas de la postguerra, el fracaso de varios proyectos constructivos y la especulación prepararon la zona conocida como Los Terreros, que se extendía entre los terrenos próximos a la puebla vieja y el Puntal, para la llegada del 'boom' urbanístico de comienzos de los sesenta. En aquel tiempo, Laredo adquirió el perfil que lo caracteriza en la actualidad, respondiendo a la llegada masiva de turistas procedentes de Francia y otras provincias españolas, con la cascada de licencias para la construcción de bloques que colman la llanura localizada entre los arenales de La Salvé y Regatón.
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