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Jueves, 16 de enero 2020, 10:18
La presencia humana en el municipio de Reocín se remonta a la Prehistoria, tal y como han puesto de manifiesto los vestigios hallados en las cuevas de la zona. Así, en la Peña de Caranceja se documentaron niveles de Solutrense y Magdaleniense; la cueva ... del Giboso remite a la época paleolítica; y la existente en Santa Isabel de Quijas, denominada de la Lora o de la Clotilde, posee macarronis animalísticos y varios indicios de ocupación del periodo Magdaleniense, al igual que la vecina cueva de La Estación, donde se localizó un conjunto de grabados rupestres realizados también mediante la técnica de macarroni y asignados a un momento antiguo del Paleolítico Superior. Además, debe tenerse en consideración la proximidad de la cueva de Altamira, parte de la cual está en el límite municipal entre Santillana y Reocín.
En este territorio no hay evidencias arqueológicas de la existencia de la gens cántabra de los Blendios, aunque la presencia romana parece bastante probada. Numerosos hallazgos atestiguan que las codiciadas minas de calamina de Reocín ya eran explotadas en esta época. Al menos ésta es la conclusión a la que se ha llegado después del redescubrimiento en 1853 del más importante coto minero de zinc de toda Europa, en cuyas galerías los ingenieros hallaron herramientas de trabajo, lucernas y monedas romanas de la época imperial. Estos vestigios llevan a pensar en la probable utilización de aquel yacimiento y la salida de su material con destino al Portus Blendium (Suances).
Ya en la Edad Media, el valle de Reocín formaba parte de la Merindad de las Asturias de Santillana. De hecho, en el Libro de las Merindades de Castilla aparece citado el lugar de Riofocin, configurado como lugar de behetría y vinculado a los descendientes de Garci Fernández de Cossío, condes de Castilla. Con el aumento del poder monacal y pese a la condición de behetría –mediante la cual los habitantes eran libres de elegir a su señor–, gran parte de sus lugares pasaron a pertenecer a la jurisdicción de la Abadía de Santillana, manteniéndose esta dependencia hasta finales del Antiguo Régimen.
La crisis de los monasterios en la Baja Edad Media favoreció el crecimiento del poder nobiliar, de tal forma que el municipio quedó bajo el control de uno de los linajes más destacados y poderosos de la época: la Casa de la Vega. Los grandes dominios señoriales –marqueses de Aguilar y marqueses de Santillana– aprovechaban la debilidad de la corona para extenderse por las tierras de realengo, protagonizando varios conflictos entre sí e imponiendo sus justicias y tributos a los ciudadanos de estos valles por la fuerza y contra su voluntad, privándoles de sus libertades. Llegados a este punto, los valles de las Asturias de Santillana se resistieron a permanecer bajo el dominio señorial y entablaron el famoso Pleito de los Valles, cuyo escenario de reuniones fue precisamente la casa de juntas de Puente San Miguel, actual capital de Reocín. Allí comenzó a gestarse la provincia de Cantabria.
Nueve valles de las Asturias de Santillana (Alfoz de Lloredo, Cabuérniga, Cabezón, Piélagos, Reocín, Villaescusa, Camargo, Penagos y Cayón) lucharon contra el dominio feudal con la única arma que les asistía, la del Derecho. Contaban con un antecedente alentador: el del valle del Carriedo, que en 1495 presentó una demanda ante la Real Cancillería de Valladolid denunciando los abusos del marqués de Santillana, que había tomado el valle por la fuerza. Una sentencia favorable recibida cuatro años después devolvía a los carredanos a la dependencia del poder real; sin embargo, las distintas apelaciones del marqués retrasaron la aplicación de la sentencia, hasta 1546 que se hizo efectiva. Animados por este precedente, los nueve valles se unieron para entablar su correspondiente pleito e intentar emanciparse de la jurisdicción señorial.
La respuesta a su demanda, presentada en 1544 ante la Cancillería, les dio la razón en 1553, devolviendo al territorio la condición de realengo, si bien de nuevo los recursos del marqués de Santillana demoraron la sentencia definitiva hasta que en 1581 vieron colmadas sus aspiraciones con la reversión a la Corona Real y la declaración de que el señorío y su jurisdicción civil y criminal y la facultad de nombrar alcaldes, escribanos y merinos correspondían a su Majestad. A partir de entonces decidieron mantener su unión y constituir una provincia, la de los Nueve Valles, cuya capitalidad recayó en la localidad de Bárcena de Puente –actual Puente San Miguel–, donde se estableció la Casa de Juntas en la que se constituyó la provincia de Cantabria en 1778.
El primer ayuntamiento constitucional se formó con los concejos del antiguo valle de Reocín (Reocín, Quijas, Villapresente, Bárcena la Puente, Barcenaciones, Santisteban, Helguera y Mercadal), salvo Veguillas, que se integró al término en 1835 junto a los concejos de Caranceja, Cerrazo y Golbardo. Además, poco antes del año 1900 Mercadal, que hasta entonces pertenecía a Reocín, pasó a formar parte del Ayuntamiento de Cartes, en el que se mantiene.
La historia de este municipio también ha estado marcada por la tragedia, concretamente dos sucesos sacudieron a Reocín de forma dramática. El primero tuvo lugar el 17 de agosto de 1960. Aquel fatídico día parte del pueblo quedó enterrado bajo toneladas de lodo, como consecuencia de la rotura del dique donde se acumulaban los fangos estériles procedentes del proceso de explotación de la Real Compañía Asturiana de Minas, situado en el barrio La Luciana. Los lagos se desbordaron por la avalancha de la tierra y en su desmadre se llevó por delante personas, casas y enseres; 18 personas, entre ellas una familia entera, murieron al quedar enterrados. Pero no fue ésta la única catástrofe. Cinco años después, concretamente el 7 de enero de 1965, un hundimiento en la mina hizo que desapareciera gran parte del pueblo de Reocín. Afortunadamente en aquella fecha no hubo víctimas mortales, entre otras cosas, porque algo se intuyó y el turno de las tres de la tarde no entró a trabajar, salvando así la vida 300 personas.
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