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Jueves, 16 de enero 2020, 11:43
Las cuevas de Cudón y La Pila, en Cuchía, fueron testigos de la presencia humana en la época prehistórica, como denotan los restos arqueológicos documentados en ellas. Útiles de piedra y múltiples grabados evidencian la ocupación de este territorio; sin embargo, la referencia escrita ... más antigua sobre este lugar remite al año 870, fecha en la que se especifica la existencia de salinas marinas en Cuchía y Miengo, en plena explotación en tiempos medievales. Bajo la administración romana Miengo se encontraba en la ruta de paso de uno de los ramales que, saliendo de Portus Victoriae (Santander), iba a coincidir con la vía de la Meseta que llegaba al Portus Blendium (Suances).
En la Alta Edad Media Miengo formaba parte del antiguo 'Honor de Miengo', uno de los distritos que integraba la Merindad de las Asturias de Santillana, cuyo sobrenombre significaba que dicho territorio había sido entregado por el rey a algún señor para que se encargara en su nombre de la administración pública. Éste es el único término que ha conservado esta denominación medieval, adoptada desde el siglo XII para el conjunto de sus aldeas: Mogro, Cuchía, Cudón, Gornazo y Bárcena.
En el siglo X Miengo dependía de los condes de Castilla, Garci Fernández y su mujer doña Ava, hija del conde Raimundo de Ribagorzo. Fruto de este matrimonio nacieron ocho hijos, entre ellos el futuro conde Sancho García y la primogénita doña Urraca. Precisamente, en manos de esta última quedó el patrimonio que Garci Fernández donó en el año 978 a la Abadía de Covarrubias, un señorío feudal con un marcado carácter religioso donde primero las infantas y luego los abades ejercían su autoridad omnímoda, tanto en lo eclesiástico como en lo civil. Su jurisdicción se extendía por distintos lugares de las actuales provincias de Burgos, Palencia, Álava, Logroño, Santander y hasta en las Asturias de Santillana. Entre los pueblos que abarcaba figuraban Miengo y Cuchía.
En 1011 el conde Sancho y su esposa donaron definitivamente estas tierras al monasterio de Oña, creando así para su hija, la infanta Trigidia, un señorío monástico más importante aún que el que su antecesor fundara en Covarrubias. Este poder se mantuvo hasta el siglo XV, momento en el que este territorio quedó en manos de la Casa de la Vega. La implantación del régimen señorial causó un gran malestar entre las gentes de la 'Honor de Miengo', que llegaron incluso a recurrir a la Justicia Real para reclamar su condición de tierras realengas. Con esta finalidad, en el siglo XVI se adhirieron al Pleito de los Valles, que se prolongó durante 150 años hasta que lograron recuperar su condición de behetría de mar a mar y la posibilidad de elegir así a su señor.
Cuando se instituyeron los ayuntamientos constitucionales, en 1822, Miengo se estableció como tal, con la denominación y los límites que mantiene en la actualidad.
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