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IÑAKI JUEZ
Martes, 23 de febrero 2016, 12:09
«No me creo lo que me está pasando, por una parte es como si fuera una película, algo ajeno a mí», confiesa con voz temblorosa Natalia Lastra, la hija del pescador de Portugalete, de 73 años, que desapareció el pasado 13 de febrero en Islares. Tras una intensa búsqueda por parte de los servicios de salvamento marítimo por tierra, mar y aire, esta joven insta a los buzos a aprovechar los próximos días de calma en el mar y buen tiempo para sumergirse en una zona conocida como 'la silla del cura', cerca de la ermita del pueblo, donde «estoy segura que se encuentra mi padre. Necesito que lo saquen debajo de las rocas», ruega entre sollozos.
La pesadilla de esta familia de Portugalete, que posee una segunda residencia en Noja a la que acude con frecuencia, comenzó a última hora de la tarde de ese sábado maldito. Como solía hacer cuando pasaba unos días en Cantabria, Javier Lastra Lastra acudió a esta localidad del municipio de Castro Urdiales para practicar su afición preferida unas pocas horas antes de que el temporal de viento y grandes olas comenzara a azotar a la costa cantábrica.
Natalia recuerda que tuvo el impulso de hablar con su padre y decidió contactar con él por el móvil sobre las nueve de la noche «para contarle una chorrada». Lo primero que le impactó cuando descolgó el teléfono fue el ensordecedor sonido del mar. «¿Qué haces?», le preguntó inquieta. El hombre le dijo que estaba pescando en Islares y en ningún momento dio muestras de nerviosismo, aunque reconoció que había perdido la batería y la linterna, «por lo que estoy segura que apenas podía ver», cuenta su hija.
Pero cuando a esta joven, que reside en Madrid, se le encendieron todas las alarmas fue cuando su padre le confesó que «me está costando salir de aquí, porque me golpean las olas». Se refería al paso, «un poco complicado para el que no lo conoce», que hay que atravesar para poderse sentarse con seguridad en las rocas, algo que suelen hacer habitualmente los pescadores de la zona.
«Solo salía el buzón de voz»
«Ahí yo me asuste», dice Natalia, porque su padre iba a ese sitio desde hace una década. «Te llamo en media hora para saber si estás bien. Por favor, pasa despacio», le recomendó a su progenitor. No esperó tanto. En menos de 20 minutos, decidió volver a llamarle pero no obtuvo respuesta hasta que, poco después, fue él quien le llamó. «No escuché nada. Después de siete segundos se cortó la comunicación y ya salía todo el rato el buzón de voz», recuerda con pesar.
Alertada, se puso de inmediato en contacto con la Guardia Civil y los servicios de emergencia. También llamó a su madre y a un amigo de su progenitor, con el que solía pescar, para que buscaran a su padre. Como no le daban ninguna noticia, emprendió viaje en coche desde Madrid hacia la localidad cántabra, que estaba siendo azotada por olas de hasta seis metros. «Cuando llegué allí, me quedé alucinada por el impresionante despliegue para buscarle tanto de Protección Civil, como de DYA, Cruz Roja y Bomberos. Incluido el pueblo de Castro que se movilizó entero. Solo tengo palabras de agradecimiento para todos ellos. Se han portado de maravilla», recuerda emocionada.
No hubo manera. El mal tiempo hizo imposible localizarle. «A las cuatro de la madrugada, todavía estaba en el acantilado donde desapareció llamándole a grito pelado, pero él no dio señales», rememora. Agotada, volvió a casa para estar con su madre. Durante los días sucesivos, los servicios de salvamento rastrearon cada palmo de la costa cántabra sin éxito. No apareció ni una caña, ni una gorra. Nada. Pero ella ya se lo esperaba. Desde el primer momento, su corazón le dijo que el cuerpo de su padre sigue atrapado bajo las rocas de 'la silla del cura': «Los servicios de la Guardia Civil de Costas me dijeron que el 90% de las personas que se caen en estas zonas, se quedan en el mismo lugar», cuenta como para reforzar la validez de su tesis.
Tregua climatológica
De hecho, los buzos de la Cruz Roja trataron de acceder al lugar, pero había muy poca visibilidad. Y es que el agua estaba bastante turbia, porque había llovido mucho unos días antes. Por eso, ahora Natalia pide un último esfuerzo, aprovechando estos días de tregua climatológica, para tratar de buscar debajo de las rocas de 'la silla del cura'. «Lleva una semana sin llover y, gracias a la marea, el jueves y el viernes el mar va a ser un plato», explica.
Por su parte, la Cruz Roja de Castro Urdiales reconoce que la operación de rescate se encuentra suspendida . De momento. Esperan que el estado de la mar mejore para que los buzos puedan volver a inspeccionar mejor la zona, pero es la Comandancia de Marina de Santander la que debe de dar la orden de que se reinicie la búsqueda activa del vecino de Portugalete.
«Pido a los buzos que se metan en el agua y lo saquen. Como no entren, no va a salir», asegura Natalia. Tras nueve días de infructuosa búsqueda, «el cuerpo ya debería haber aparecido, está atrapado allí. Es mi única esperanza». Una palabra, que también es el nombre de su madre, a la que ambas se aferran. «Necesitamos que aparezca. Necesitamos salir de este calvario», implora entre lágrimas.
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