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Luis Alfonso Gámez
Martes, 9 de noviembre 2021
Que el agente secreto más famoso al servicio de su majestad no haya sufrido una diarrea mientras escapa de un villano es un milagro. ¿Cuántas veces ha visto a James Bond lavarse las manos? ¿Y comer fruta sin lavar? «Con la diarrea como la causa ... más común de morbilidad asociada a los viajes, uno esperaría que Bond tomara precauciones para prevenir las infecciones transmitidas por alimentos», apuntan tres microbiólogos en la revista 'Travel Medicine and Infectious Disease'. Sin embargo, ellos han constatado que no es así, que en su larga vida cinematográfica 007 sólo se ha lavado las manos dos veces: una después de una comida, en 'Desde Rusia con amor' (1963), y otra tras matar a un adversario en unos baños de lodo, en 'Diamantes para la eternidad' (1971).
Wouter Graumans y Teun Bousema, del Centro Médico de la Universidad de Radboud (Holanda), y William J.R. Stone, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, han visto las veinticinco películas de la franquicia desde 'Dr. No' (1962) hasta 'No time to die' (2021). Les ha llevado «unos 3.113 minutos de horas nocturnas por autor que no dedicaron a asuntos sociales más urgentes o formas de relajación que son más aceptables en los círculos académicos», dicen en 'No hay tiempo para morir: un análisis en profundidad de la exposición de James Bond a agentes infecciosos', un artículo salpicado de humor. Han examinado 86 viajes internacionales de James Bond a 46 destinos identificables, y han comparado su comportamiento y hábitos con las recomendaciones para esos lugares de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). La única escapada espacial, en 'Moonraker' (1979), ha eludido el análisis «porque los consejos de viaje para esta región no están disponibles actualmente».
«Los peligros infecciosos más habituales están relacionados con la gastronomía, las relaciones sociales y determinados hábitos o comportamientos que pueden complicar nuestro viaje. Es importante recordar la gran importancia del lavado de manos, del consumo de alimentos que no estén crudos y sí bien cocinados, de beber bebidas embotelladas o tratadas correctamente, de no abusar de las bebidas alcohólicas ni de la exposición al sol, no acercarse demasiado o evitar a los animales desconocidos, de usar repelentes de mosquitos y otros artrópodos, y… que si mantenemos relaciones sexuales estas sean seguras. Además, en muchos de lugares hay enfermedades endémicas, como el paludismo y la fiebre amarilla, para las que podemos necesitar un tratamiento preventivo con fármacos o están indicadas determinadas vacunas. Si tenemos en cuenta estos pequeños detalles, nuestro viaje será muy placentero y bastante menos estresante que los que realiza el agente 007», dice Guillermo Quindós, catedrático de microbiología de la Universidad el País Vasco.
Como todo el mundo se imagina, o debería, «uno de los factores de riesgo más obvios» para 007 es su elevada promiscuidad. Los autores han contabilizado 59 encuentros sexuales -2,4 por película- y sólo en tres ocasiones (el 5,1% de las parejas de Bond) la relación es de larga duración o aguanta dos filmes. Lo normal es que la interacción sea fugaz «con poco tiempo para un intercambio saludable de antecedentes sexuales». Hay una ocasión, en 'Operación Trueno' (1965), en la que «gracias a un reloj de fondo» los autores han comprobado que mediaron 20 minutos entre el primer encuentro y el sexo; y otra, en '007: alta tensión' (1987), en la que el «intervalo fue presumiblemente incluso más corto cuando Bond aterriza accidentalmente con su paracaídas en la cubierta trasera de un yate de lujo». El agente del MI6 no toma, además, ninguna precaución (no hay constancia de que alguna vez use condón) y, aunque a él no le pase nada, sus relaciones sexuales son de alto riesgo... ¡para sus parejas!: un tercio de ellas (27,1%) muere poco después si bien ninguna por una enfermedad de transmisión sexual, destacan los investigadores.
Escaso Lavado de manos Sólo se ha lavado las manos dos veces: una después de una comida, en 'Desde Rusia con amor' (1963), y otra tras matar a un adversario en unos baños de lodo, en 'Diamantes para la eternidad' (1971).
Sexo sin precauciones Los autores han contabilizado 59 encuentros sexuales -2,4 por película- y sólo en tres ocasiones (el 5,1% de las parejas de Bond) la relación es de larga duración o aguanta dos filmes. No se tiene constancia del uso de condón en ninguna de ellas.
Licencia para tener... diarrea Prácticamente nunca se lava las manos (ni después de manipular pollo crudo), come habitualmente fruta sin lavar y, con su gusto por las ostras vivas, se expone repetidamente a vibrios (como los que causan el cólera), norovirus y virus de hepatitis.
Sin miedo a los mosquitos A pesar de que varios de sus destinos son endémicas la malaria, el dengue y la chikunguña, Bond «no toma siquiera las precauciones más básicas contra las picaduras de insectos».
Vacunas No hay constancia de que se haya puesto ninguna.
Lo de la diarrea y 007 es un auténtico misterio. Prácticamente nunca se lava las manos (ni después de manipular pollo crudo), come habitualmente fruta sin lavar y, con su gusto por las ostras vivas, se expone repetidamente a vibrios (como los que causan el cólera), norovirus y virus de hepatitis. «La frecuente proximidad de Bond con Ernst Stavro Blofeld [el líder de SPECTRA] y, por extensión, su gato persa (juntos ponen en peligro la paz mundial en no menos de siete ocasiones) subraya aún más la importancia de la higiene de manos; en este caso, para prevenir la infección por 'Toxoplasma gondii' a través del contacto con heces de gato», explican los autores. Especulan con que la toxoplasmosis, que «se ha relacionado en ratones con una pérdida del miedo a los gatos, podría explicar la valentía a menudo temeraria de Bond ante un peligro que amenaza su vida».
Aunque viajó varias veces a Japón poco después de la pandemia de gripe asiática H2N2 (1957-1958), gripe que mató en Asia a entre 1 y 4 millones de personas, en 'Sólo se vive dos veces' (1967) se metió entre multitudes sin guardar distancias, «incluso en transporte público», y en 'Sólo para sus ojos' (1981), para disfrazarse, «se cubrió la cara y la boca con una mascarilla usada poco antes por otra persona. Dado que el virus SARS-CoV2 puede detectarse en mascarillas quirúrgicas durante una semana después de la exposición, existen muchas razones para creer que también otros virus respiratorios pueden sobrevivir en la tela», indican Graumans, Stone y Bousema.
A pesar de que varios de sus destinos son endémicas la malaria, el dengue y la chikunguña, Bond «no toma siquiera las precauciones más básicas contra las picaduras de insectos y a veces se deja engañar por la sabiduría local. En Jamaica, un tipo al que acaba de conocer le recomienda usar agua salada para defenderse de los mosquitos que pican durante el día (presumiblemente 'Aedes', vector del reciente brote pandémico de dengue, que provocó una epidemia local en 1960)». En una misión en Japón, donde la picadura de un mosquito puede transmitir al virus causante de un tipo de encefalitis, «no solo duerme con las ventanas abiertas, sino que también ignora el zumbido de un mosquito durante una inspección de un helicóptero monoplaza aeronáuticamente más interesante».
En 'Desde Rusia con amor' (1963), Bond hace un corto viaje en barca por la Cisterna Basílica -la má grande de las cisternas bizantina construidas bajo Estambul- rodeado de ratas, cuando «los CDC recomiendan encarecidamente que se evite el contacto con agua contaminada con orina de rata para prevenir una posible infección por Leptospira», bacteria que puede causar una enfermedad grave e incluso la muerte. Y en India, cuando le muerde una sanguijuela, portadora de 'Aeromonas', una bacteria que puede provocar desde leves infecciones de heridas y diarrea hasta graves septicemias, nuestro espía favorito mata al animal «con su mechero, aumentando inadvertidamente la probabilidad de que regurgite su contenido intestinal en su torrente sanguíneo».
«En general, encontramos a Bond mal preparado para los riesgos de salud asociados con los viajes y particularmente ingenuo ante la amenaza de las enfermedades infecciosas», concluyen los autores. Aunque en la actualidad hay en línea mucha información para viajar seguro, los investigadores advierten de que el agente secreto no corre ahora menos riesgos de contraer enfermedades infecciosas que antes. Quizá se deba, apuntan, a que la mayoría de las veces pasa poco tiempo entre que sus jefes le notifican el viaje y su partida. Aún así, es imperdonable que no haya constancia de que sus superiores, responsables de su salud, se preocupen de que reciba los consejos médicos más adecuados para el país destino de su misión. Como no la hay tampoco de que se haya puesto alguna vez alguna vacuna. «Brindar el asesoramiento adecuado antes del viaje es una clara responsabilidad del empleador. Dado el papel central que tienen los agentes con el estatus de doble 0 en las actividades internacionales de lucha contra el terrorismo, esperamos sinceramente que el MI6 se tome en serio su responsabilidad. Sólo vivimos una vez», concluyen Graumans, Stone y Bousema.
En opinión de Guillermo Quindós, este artículo «es una manera divertida y eficaz de hacernos conscientes de los peligros de origen infeccioso que conllevan nuestros viajes, tanto profesionales como de ocio. Es muy importante informarse sobre los problemas médicos del lugar de destino y para esto contamos con recursos adecuados y buenos consejos del personal de nuestro sistema sanitario».
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