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Agosto nos deja con sensación de sofoco. Este año más de lo habitual. En todas las comunidades autónomas se han registrado récords por altas temperaturas y España ha estado 42 días bajo situación de ola de calor, algo sin precedentes. Anteriormente, el récord de jornadas ... bajo situación de ola de calor correspondía a 2015, cuando se registraron 29. Además, «si tomamos como referencial el conjunto de las olas de calor de la última década, vemos que duplican el número a las que se producían en las décadas anteriores», afirma Rubén del Campo, técnico de meteorología y portavoz de la AEMET.
Se trataría del verano con la temperatura media más alta desde, por lo menos, 1916. «Eso no quiere decir que la estación estival de 1915 fuese más cálida que la actual, sino que, con los estudios realizados, lo que podemos afirmar es que no hay precedentes de un verano tan cálido como el de este 2022 en los últimos 106 años, como mínimo», aclara del Campo.
42 días bajo situación de ola de calor se han registrado durante los tres meses de verano. La cifra supera por mucho el anterior récord, cuando en 2015 se registraron 29 de estos días.
Las inusuales altas temperaturas se han sentido tanto en tierra como en el agua. En el mar Mediterráneo, por ejemplo, las aguas superficiales se han mantenido extremadamente cálidas durante un periodo muy prolongado. En concreto, «el mar Balear (comprendido entre el Levante español y las islas Baleares) ha registrado ininterrumpidamente desde comienzos de mayo temperaturas de 4 a 5 grados por encima de lo habitual, alcanzando prácticamente los 30º. De ahí que podamos hablar también de una ola de calor marítima en el Mediterráneo que se ha prolongado durante casi toda la segunda quincena de julio y la primera quincena de agosto», expresa del Campo.
A ello se ha sumado la escasa precipitación de estos últimos meses, que ha intensificado la sequía. «Cuando ha llovido, lo ha hecho en forma de tormentas, como es habitual en verano. Estas son lluvias que pueden alcanzar una intensidad muy fuerte o incluso torrencial, y estar acompañadas de granizo, por lo que, en general, no ayudan en exceso a paliar la sequía», lamenta el especialista de AEMET. «También se han producido numerosas tormentas secas, aquellas en las que gran parte de la precipitación no llega al suelo, pero que pueden ir acompañadas de fuertes rachas de viento y abundante aparato eléctrico capaz de generar incendios». Con todo ello, el periodo del 1 de mayo al 15 de agosto de 2022 ha resultado ser el más seco desde, al menos, 1950.
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Como consecuencia, agosto termina con los embalses al 36% de su capacidad. Teniendo en cuenta que la media de agua embalsada a finales de agosto en los últimos 10 años era del 59%, nos encontramos 19 puntos porcentuales por debajo de la media de la última década.
La suma de ambos fenómenos, calor y sequía, ha propiciado un ambiente muy favorable para la aparición y propagación de incendios forestales de gran intensidad. Así, este 2022, el terreno dañado por los fuegos en España y Portugal es de alrededor de 393.000 hectáreas, frente a las 352.000 que suman el resto de los otros 25 países de la Unión Europea afectados, según la actualización de datos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS, por sus siglas en inglés), basados en imágenes de la red de satélite Copernicus Sentinel.
Rubén del Campo
Portavoz de la AEMET
A la combinación de olas de calor y sequía se les denomina fenómenos extremos compuestos. Una tendencia que el Panel Integubernamental de Cambio Climático considera que se ha hecho más frecuente en el último siglo a consecuencia del cambio climático inducido por las actividades humanas, y que continuará a medida que empeore el calentamiento global. «La serie de olas de calor europeas de este verano fueron causadas por patrones climáticos particulares, pero las temperaturas experimentadas fueron más cálidas de lo que hubieran sido como resultado del cambio climático», afirma Samantha Burgess, directora adjunta del Servicio de Cambio Climático Copernicus (C3S) de la Unión Europea. «A medida que el clima se caliente, Europa experimentará olas de calor más frecuentes e intensas».
Las comunidades que más han sufrido estas circunstancias han sido las bañadas por el Mediterráneo (Levante, Baleares y Andalucía), mientras que las del Cantábrico, como Asturias, Cantabria o País Vasco, han podido disfrutar de momentos más frescos.
De cara al otoño la cosa no mejora demasiado. «El verano ya se prolonga un mes más de lo que duraba en los años 80 y se extiende hacia la primavera y el otoño. Eso se traduce en una mayor posibilidad de tener olas de calor tempranas y tardías. La primera ola del 2022 tuvo lugar en la segunda semana de junio y, según los modelos de previsión estacional, la probabilidad de que este otoño traiga temperaturas más cálidas de lo habitual en casi todo el país es del 50-60%, frente a una probabilidad del 10-20% de que haga más frío que de costumbre. Igualmente, también será más seco, con menos precipitaciones especialmente en el oeste y el centro de la península», detalla del Campo.
A escala planetaria, casi cada verano es más cálido que el anterior, pero a escala geográfica más pequeña los expertos auguran que todavía se mantendrá la variabilidad climática natural, que se traduce en que algunos veranos serán más calurosos y otros más frescos. «A pesar del calentamiento global, todavía veremos veranos más frescos que el que acabamos de pasar, mientras que a mediados de siglo los veranos que ahora nos parecen extremos serán la tónica habitual», afirma del Campo.
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