Nican nos propone las claves para planear un encuentro familiar enriquecedor
Es innegable la importancia social y personal que esta época de fin de año implica, además de su connotación religiosa. Emerge una atmosfera favorable para poder encontrarnos con los familiares cercanos: con nuestros niños (hijos, sobrinos, nietos), adolescentes, jóvenes, también con los “que son demasiado jóvenes para ser viejos, pero demasiado viejos para ser jóvenes” y naturalmente con nuestros adultos mayores.
Para aprovechar este tiempo, desde NICAN, nos proponen reflexionar sobre cómo propiciar una interacción de calidad y beneficiosa con nuestros adultos mayores. A continuación, presentamos las cuestiones para considerar en nuestra reflexión particular y planear un encuentro familiar enriquecedor con ellos.
Los adultos mayores perciben el futuro como limitado pues son conscientes del tiempo que les queda por vivir y, a medida que avanzan en edad, pasan por un proceso constante de adaptabilidad a las demandas propias de esta etapa de la vida. Esto influye en sus motivaciones y prioridades cuando se plantean objetivos personales orientados en el presente favoreciendo lo positivo sobre lo negativo.
Para regular su estado emocional, lo ideal es planificar actividades con beneficios inmediatos. También en el día a día les favorecen las interacciones sociales gratificantes. Es interesante potenciar las relaciones emocionalmente significativas, lo que contribuye a minimizar el riesgo de experimentar afectos negativos mientras envejecen.
Aunque es lógico pensar que la interacción social aporta bienestar, más aún cuando esta se da con personas queridas, las interacciones regulares no son siempre de calidad y pueden generar sensaciones de frustración, vacío, tristeza y, paradójicamente, de soledad, particularmente en estas fechas donde las expectativas de cercanía son altas.
Cuando nos relacionamos con otras personas, por economía mental utilizamos categorías que nos permiten tomar decisiones y nos preparan para posibles respuestas. Con esta adaptación natural, sin embargo, corremos el riesgo de convertir un encuentro de calidad en una interacción de carácter superficial al partir de un estereotipo que puede no corresponderse con la realidad de la persona que tenemos delante.
A los adultos mayores, incluso en entornos familiares cercanos, a menudo se les deposita en categorías como “abuelos o yayos”, que implican conceptualizaciones cargadas de prejuicios como que son “de otra época” (como si no siguieran vivos y por tanto esta no fuera su época también), “que les hará ilusión cualquier detalle o se conmoverán viendo niños cantar” y que van a avalar conductas erráticas hacia ellos derivadas del edadismo que limitan y obstaculizan tanto la comprensión profunda como el encuentro íntimo.
Establecer una relación íntima requiere tiempo de calidad para fortalecer el vínculo, realizar actividades disfrutables, fomentar un diálogo honesto, genuino, sin juicios valorativos. Es necesario que ambas partes se sientan escuchadas y comprendidas con un contacto empático manifiesto que evidencie sensibilidad hacia las experiencias y emociones del otro, adaptándose a los cambios y necesidades que puedan surgir con el tiempo.
Una relación íntima conduce al sentimiento saludable de amor, el amor beneficia al amado, pero también al que ama. No obstante, muchas personas confunden este sentimiento con la admiración, el agradecimiento, la idealización incluso la culpa o sentirse en deuda. Para reconocer si en nuestras relaciones íntimas ejercemos la capacidad de amar, necesitamos reconocer cuatro elementos, que en un ejercicio mnemotécnico podemos asociarlos a las siglas RRCC:
Respeto: implica no caer en la tentación, a veces de buena fe, de intentar cambiar a la persona. Es esencial reconocer y valorar su individualidad, respetar sus opiniones, deseos y límites para aceptarla tal como es.
Responsabilidad: en las relaciones de amor maduro, los individuos deben asumir el compromiso de cuidado y apoyo mutuo, es decir, hacerse responsable de sus acciones y de estar con otro.
Conocimiento: para amar a otra persona se necesita saber quién realmente es; conocer sus sueños, temores, metas. Ello implica un entendimiento profundo y auténtico. Conocer a otro implica saber predecir, con cierto margen de error, lo que desea y necesita.
Cuidado: requiere de estar presente, atento, en todas las circunstancias que se necesite. Es preocuparse genuinamente por el bienestar del otro. Estar dispuesto, principalmente en las situaciones adversas, a apoyar y facilitar en todo momento el máximo éxito que se pueda alcanzar.
En resumen, podemos decir que una persona es incapaz de amar si no respeta, se hace responsable, conoce y cuida a las personas con las que intima.
En estas fiestas tenemos nuevamente la oportunidad de acercarnos verdaderamente a las personas, principalmente a nuestros familiares mayores, y desde Nican nos invitan a transformar nuestras cenas y los brindis en ocasiones de re-conocimiento, aprendizaje y contacto íntimo.
Y si se nos dificulta iniciar una conversación diferente, nos dan estas ideas para preguntar a nuestros mayores:
¿Cuándo tenías mi edad, qué estaba sucediendo en tu vida?
¿Cómo imaginabas que sería esta época cuando eras joven?
¿Cuál consideras que ha sido el mayor éxito que has tenido en la vida?
¿Qué aprendiste de tus padres?
¿En qué has mejorado estos últimos 5 años?
¿Qué es para ti la felicidad?
¿Qué proyecto quieres llevar a cabo el próximo año?
¿Qué tienes pendiente de resolver?
En NICAN orientan a personas, familias e instituciones para abordar el desarrollo en todas las etapas de la vida con el propósito de favorecer la salud mental integral resolviendo problemas emergentes o crónicos que generan malestar individual, interpersonal y social.
Les invitan a seguir tanto sus redes sociales como la página web www.nican.es, donde pueden encontrar información útil y de interés para la salud psicológica además de poder contactarles.
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