LA RIOJA TURISMO

La Rioja, una comunidad para vivirla

Gastronomía, enoturismo o naturaleza ofrecen momentos inolvidables en la región.

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Redacción

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La Rioja no sólo es una región para visitarla, es una región para vivirla. Los atractivos de la comunidad ofrecen ricas y variadas experiencias que despertarán en el visitante la necesidad de volver. El vino es el principal reclamo de una tierra que le ha ofrecido su nombre para convertirlo en universal, pero no es el único de los atractivos riojanos.

En La Rioja, el vino no sólo se bebe, también se vive. Este zumo de uva fermentado de forma natural y que –tras un proceso artesano, tradicional, cuidado y lleno de pasión– adquiere el rango de vino, impregna la vida diaria de buena parte de la comunidad, y da al visitante la oportunidad de disfrutar ahondando en su conocimiento y siguiendo todo el proceso de elaboración.

En los campos –trabajados con el conocimiento de los hombres y mujeres que han recibido su ciencia de sus progenitores– el vino comienza su andadura camino de la copa. Da sus primeros pasos aún en forma de uva para acceder a esas catedrales donde se produce el milagro y tras su descanso primero en ‘lecho’ de madera de roble y posteriormente redondeándose en el cristal de las botellas, el vino acude a la mesa para despertar las pasiones, hacer aflorar los sentimientos y, originar el goce desde la copa. El vino que da nombre a la región impregna con sus olores, colores y sabores la tierra en la que nace y queda expuesto al visitante que puede seguir el proceso adentrándose en las bodegas, algunas centenarias joyas de la arquitectura del vino, y que en el barrio de La Estación de Haro se concentran como en ningún otro sitio del mundo o en las rutas del vino por La Rioja Alta o por La Rioja Oriental .

En La Rioja, el vino es –incluso– el que marca buena parte del paisaje regional. En un terruño único en el mundo, alimentados por los sustratos y sedimentos de las tierras regadas por el Ebro y sus afluentes, surgen los campos de vides que ofrecen en invierno sus cepas desnudas y aletargadas. Renacen con esperanzadores brotes en primavera y se pueblan de hojas y racimos en verano. Al inicio del otoño ofrecen todo su esplendor, pero tras le vendimia –una vez que han entregado ya su fruto al viticultor– tiñen el paisaje de tonos rojizos, primero; y ocres, después.

A partir de ahí, con una pasión centenaria (la Denominación de Origen Rioja es la más antigua de España), 400 bodegas transformarán la uva en un vino que trasciende los límites regionales e incluso nacionales para convertirse en toda una referencia internacional.

Ese vino será el que acompañe –unas veces en la propia bodega y otras en restaurantes repartidos por La Rioja– a una gastronomía que ha dado los pasos necesarios hacia la modernidad y que constituye, hoy en día, una de las más reputadas del país. La Rioja presume de ser la comunidad autónoma con más Estrellas Michelin por habitante. Pero además, de esos grandes templos del sabor, en cada rincón de la región se pueden encontrar pequeños santuarios que elevan al mejor producto local a la categoría de manjar para ofrecerlo de forma sincera, sin grandes intervenciones, con el aval de lo tradicional y con todas las propiedades con las que la tierra lo ofrece. Su degustación en forma de plato o de pincho constituye todo un deleite para los sentidos.

Entretanto, los viñedos se convertirán en escenarios para experiencias lúdico-deportivas como paseos a caballo o en bicicleta, enmarcarán vuelos en globo o incluso acompañarán al peregrino en su caminar hacia Compostela, recordándole que en La Rioja el vino no sólo se bebe, especialmente, se vive.

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