
Las lagartijas son un indicador natural de biodiversidad y calidad del aire, entre otros aspectos. Una especie fascinante muy extendida por toda la Península
Todos nos cruzamos con ellas alguna vez. En el campo, pero también en las ciudades. Y especialmente en verano, cuando salen a disfrutar de la que es, sin duda, su actividad favorita: tomar el sol. Las lagartijas forman parte de nuestra vida desde que tenemos uso de razón. Y, sin embargo, desconocemos casi todo sobre ellas.
De entrada, muchos se sorprenden al descubrir que España es, de largo, el país con más especies de reptiles de toda Europa. Y entre todos ellos, uno de los más abundantes es lo que comúnmente denominamos lagartija. Lagartija roquera (Podarcis muralis), lagartija ibérica (Podarcis hispanicus), lagartija iberoprovenzal (Podarcis liolepis)… Hay tantas especies que clasificarlas resulta una tarea titánica, incluso para los expertos. “Existen muchos tipos de lagartijas y cada una de ellas es diferente a las demás”, explica Patrick Fitze, biólogo e investigador científico del CSIC, además de una de las personas que más y mejor conoce a esta especie tan singular.
Todas ellas tienen, sin embargo, una serie de características comunes. “Son depredadores que están situados muy arriba en la pirámide alimenticia”, explica Fitze. “Su menú se compone principalmente de insectos, aunque en ocasiones también pueden comer frutos en pequeñas cantidades”. Pero si hay algo que le gusta a toda lagartija que se precie, es el sol.
“Su temperatura corporal no es igual que la de los mamíferos”, apunta el biólogo del CSIC. “Los reptiles no producen su propio calor, sino que dependen de la temperatura externa. Por eso, toda su vida gira en torno a la temperatura: cuando hace mucho frío no las ves. Tampoco si hace mucho viento. Normalmente están activos en las horas de sol del día, aunque si hace demasiado calor también se esconden, porque a algunas especies les resulta excesivo. Eso sí: cuanto más al sur, más les gusta el calor”, ríe. Así es.
Todas esas particularidades de las lagartijas las convierten en una herramienta muy útil para estudiar fenómenos como el cambio climático. De hecho, este supone una grave amenaza para su supervivencia: según un estudio publicado en la revista Science, hasta un 20% de las especies están en peligro de extinción. Una realidad que ha llevado a profundizar en su estudio para tratar de comprenderlas mejor y emplearlas como aliadas a la hora de medir, por ejemplo, la calidad del aire de una ciudad. Y es que las lagartijas forman parte de lo que se conoce como “especies indicadoras”. Es decir, un organismo cuya presencia, ausencia o abundancia refleja una condición ambiental específica. En este caso, un aire limpio y respirable para todos los que lo compartimos.
"Toda acción humana que reduzca la cantidad de insectos resulta una amenaza para las lagartijas"
Lo cierto es que a muchas personas los reptiles, incluidas las lagartijas, les siguen provocando rechazo o animadversión. ¿Cuál es el motivo? “Cuando no conocemos a un animal, damos un paso atrás”, apunta Patrick Fitze. “Al fin y al cabo no sabes a qué te enfrentas. Si se trata de animales peligrosos o venenosos para el humano, como ocurre con muchas especies de serpientes, es una reacción justificada. Pero en lo que respecta a las lagartijas no hay nada que temer: ninguna puede hacerte daño. Así que ese miedo irracional sólo está justificado por el desconocimiento”, añade.
En el campo… y en la ciudad
Más allá del campo, las lagartijas también están presentes en el entorno urbano. Un ejemplo de su enorme capacidad de adaptación al medio. “Cada especie tiene su nicho ecológico”, explica Fitze. “A algunas les gusta estar en el bosque, a otras en sitios húmedos… Las lagartijas prefieren fundamentalmente ambientes rocosos, por lo que se encuentran bien en las ciudades. Al fin y al cabo, la estructura que hemos creado para vivir se parece a la que ellas encuentran en la naturaleza. Además, si encuentran comida en abundancia se adaptan muy bien”.








Hasta un 20% de las distintas especies de lagartijas están en peligro de extinción
Revista Science