Dentro del hotel okupa de lujo de los dos asesinatos
Crimen ·
Bandas violentas y delincuentes conviven con familias vulnerables en un edificio que se concibió para inquilinos pudientes y que ahora es el más peligroso de MadridSecciones
Servicios
Destacamos
Crimen ·
Bandas violentas y delincuentes conviven con familias vulnerables en un edificio que se concibió para inquilinos pudientes y que ahora es el más peligroso de Madrid«No es el lugar de Madrid más recomendable para hacer una visita», avisa una agente de la Policía Nacional que conoce bien el terreno. Junto a la carretera A-2, en la calle Lola Flores número 3, en el barrio de San Blas-Canillejas ... y a solo un kilómetro de las pistas del aeropuerto de Barajas, se erige Aragón Suites, el que muchos consideran el edificio más peligroso de la capital de España. Allí, en los últimos tres meses, dos personas han sido asesinadas, otra ha muerto por inhalación de gas y una pelea multitudinaria con machetes ha dejado seis detenidos y dos heridos, uno de ellos, un policía.
Delincuentes de todo tipo se refugian en este hotel okupa sin ley que un día quiso ser un bloque de apartamentos de lujo con la Policía identificando a residentes en busca de aquellos más peligrosos. Y sin embargo, en este complejo de edificios con forma de barco que ahora está a la deriva también sobreviven decenas de familias honradas a la espera de encontrar algo mejor mientras tratan de permanecer ajenas a la violencia, aunque no siempre lo consigan.
Josué, un joven de cuello y brazos tatuados nacido en Lima hace 29 años, se mueve como pez en el agua por el laberinto de escaleras y pasillos oscuros del hotel okupa. Le gustaría quedarse a trabajar en España («soy barbero y lo hago bien»), pero no tiene papeles y no sabe bien hacia dónde dirigir su vida. Mientras tanto, reside junto a su mujer y su suegra en uno de los apartamentos de la segunda planta de este inquietante complejo. Tras dos meses de 'inquilino' conoce bien las tripas de un edificio donde conviven milagrosamente familias con hijos escolarizados y bandas de nigerianos y latinos que traen de cabeza a la Policía. «Hay que tener cuidado. Si sabes moverte no pasa nada. Os voy a enseñar esto», dice Josué, y comienza a ejercer de guía por lo más parecido a la boca del lobo.
Son las once de la mañana y fuera el día es frío y soleado, pero el interior del hotel es la absoluta oscuridad y cuando un rayo de luz se cuela por alguna rendija alumbra paredes grafiteadas y suelos con restos de basura. Huele mal, como a agua estancada, las latas de cerveza se acumulan por todos los rincones y las ratas se pasean sin pudor. «Aquí no te pares», advierte el improvisado cicerone al caminar por un pasillo de la primera planta con varias puertas cerradas con candado. «Ahí viven los que dan problemas. Ahora están durmiendo. Si vienes a las siete de la tarde, te la juegas». Esos que dan problemas son sobre todo grupos de nigerianos, dominicanos y colombianos que montan líos todas las noches. «Beben, se drogan y se vuelven agresivos por cualquier tontería, se enganchan entre ellos y hay peleas», describe el panorama.
A la mínima, sacan las navajas y hasta los machetes. El viernes 24 de enero, un argentino de 28 años asesinó a puñaladas a un peruano de 51 al que subarrendaba en su habitación. El motivo, una discusión por la venta de unos perfumes. «Fue justo delante de la puerta de mi casa. Yo le conocía, era de Cajamarca, todo le pasó por ser buena persona», cuenta Anaís, una peruana que vive en una habitación del hotel de apenas 12 metros cuadrados con su padre, su marido y sus dos hijos. Antes, el 24 de noviembre, un colombiano de 25 años mató a puñaladas a otro de 35 tras una discusión por un partido de fútbol de su país. Justo al día siguiente, otra colombiana de 25 años falleció tras inhalar el monóxido de carbono de un generador eléctrico. Y hace justo un año, a principios de febrero de 2024, la Policía detuvo en Aragón Suites a Ramón Santiago, uno de los asesinos de Sandra Palo, que se había escondido en este edificio después de haber secuestrado a dos hombres.
Pero esa es solo una cara del hotel okupa. El resto del vecindario convive a escasos metros del ala de los follones, con una especie de acuerdo mutuo para no mezclarse y respetar cada zona, la de «los peligrosos, a los que es mejor no dirigirles la palabra», y la de los de la vida normalizada, venezolanos que han huido de Maduro o peruanos que han buscado en España un país sin violencia y que se levantan temprano para ir a trabajar, llevan a sus hijos al colegio, cocinan y ponen lavadoras, como cualquiera.
«Yo no me meto con nadie y nadie se mete conmigo», repite Juan, un peruano de la 'zona tranquila'; una frase que bien podría ser el título de los estatutos de esta comunidad que cuenta hasta con una especie de conserje, Héctor, que se esfuerza en barrer las escaleras para intentar que el edificio conserve toda su dignidad. «Yo no tengo trabajo y aquí, a cambio de dejar esto limpio, me dan algo de comer», relata.
Por esas escaleras pasa Anaís, que quiere olvidar que a solo unos metros de donde duermen sus hijos ocurrió un asesinato, pero desvela todas las miserias de este lugar, como las mafias okupa que aprovechando que el bloque no tiene dueño 'alquilan' las habitaciones. «Mi papá se enteró de la existencia de este edificio por el boca a boca y lleva aquí tres meses. Yo llegué de Perú hace uno. Él pagó mil euros al principio por el derecho a la habitación y ahora pagamos 250 al mes».
La historia de los Aragón Suites se remonta a la España de la burbuja inmobiliaria de 2007. Cuando Madrid todavía soñaba con albergar unos Juegos Olímpicos, el polémico empresario inmobiliario Rafael Gómez Arribas, dueño del que durante mucho tiempo fue el aeropuerto sin aviones de Ciudad Real y un habitual en las listas de morosos de Hacienda, levantó cinco bloques con 273 apartamentos que pretendían alojar a residentes de un nivel medio-alto.
Para las instalaciones se utilizaron materiales de primera calidad, los acabados son elegantes y una cafetería, una pista de tenis y una piscina ahora en ruinas pretendían ser el lugar de encuentro de los vecinos. El proyecto pronto se complicó y solo uno de los cinco edificios fue inaugurado, en 2016. Los primeros residentes pagaban mil euros de alquiler, pero la empresa promotora quebró, se cortó la luz en 2022 y aquellos que vivían legalmente se marcharon a otras casas, lo que dejó vía libre a los okupas, que han convertido aquel sueño olímpico en una pesadilla diaria.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.