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Gruñir, vivir, gruñir
Cinesa y Los Ángeles ·
La planificación meticulosa, los elegantes movimientos de cámara, la elección de los espacios construyen una coherente mirada humana. Obra feroz y sensibleSecciones
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Cinesa y Los Ángeles ·
La planificación meticulosa, los elegantes movimientos de cámara, la elección de los espacios construyen una coherente mirada humana. Obra feroz y sensibleHa vuelto cuando más se le necesitaba. El octogenario Mike Leigh tras unos años de silencio firma un drama seco, tremendo, desgarrado, bajo una capa ... fugaz de comedia de hipérboles y crispación. Sus primeros planos, sus miradas y silencios en hora y media justa son un desafío a tanto metraje sobreactuado y desmesurado. El cineasta británico, director de 'El secreto de Vera Drake', firma un réquiem emocional, hacia dentro, sobre esas duras verdades a las que elude el título original. Todo el filme es un gruñido de escepticismo, de vacío existencial y de soledad. Esa desolación que irá asomando tras el jocoso combate que la protagonista expresa contra el mundo manifestado en un discurso agrio y brutal. La estructura es la de un travelling circular, que empieza y concluye en la misma calle, entre las mismas casas y vehículos, como un pequeño eterno retorno en el que, esta vez, todo sigue igual pero tras ser despojado de sus disfraces y sus escamas.
País Reino Unido
'Mi única familia' parece en cualquier caso el reflejo invertido de una de sus obras maestras, 'Secretos y mentiras'. Un campo minado olvidado que el tiempo acaba por desnudar con sus hipocresías, sus apariencias y esas distancias que miden el desconocimiento del otro. Tras el exceso a veces, en la tragicomedia otras, la película va supurando toda la amargura de unas criaturas que parecen anestesiadas en lo cotidiano y que casi nunca muestran, o lo aplazan, lo que subyace en su interior. El personaje de Marianne-Jean Baptiste, inmensa, es el de la ira, el ruido y la violencia de nuestros días. En torno a ella el retrato coral, familiar casi siempre, es tenso, visceral, de temor a todo, de incomprensión. La hostilidad, el dolor anclado en la textura de la pantalla, más lacerante cuanto más invisible, fluye a través de uno de los personajes más antipáticos de la historia reciente, pero que refleja y testimonia ese estado contra el mundo. Es un filme incómodo con dos secuencias magistrales: el encuentro familiar en la casa y los roles respectivos de los personajes femeninos y masculinos. Y, por supuesto, un tramo final punzante, íntimo, paradójicamente contenido en su aflicción.
Una obra de cámara sin escisiones, sórdida hasta cuando asoman los escenarios y tonos de humor costumbrista como los tour de force en el supermercado, la peluquería o la tienda de muebles. La planificación meticulosa, los elegantes movimientos de cámara, la elección de los espacios construyen un espejo sobre la incomunicación y una coherente mirada humana. Una obra feroz y sensible.
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