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El periodismo corre por las venas de Ramón González Férriz (Granollers, 1977) que busca siempre los por qués de las cosas. Así comenzó su aventura con las movilizaciones de 1968: ¿Qué pasó? ¿Era la generación que mejor había vivido y entonces por qué se movilizaron? ¿ ... Qué ocurrió en Estados Unidos y Checoslovaquia? La respuesta a estas preguntas está en '1968. El nacimiento de un mundo nuevo', el libro que ha presentado en Espacio Espiral con motivo de las celebraciones del otoño cultural en la calle del Sol. La pregunta ahora, tras la caída de Lehman Brothers hace diez años es: «¿Funciona el capitalismo? ¿Es la mejor manera de vivir?».
–1968. ¿Qué le impulsó a escribir sobre ese año?
–Es un año muy mitificado y se ha discutido mucho sobre el legado del 68 y sobre lo que pasó. Quería escribir una historia pero no sólo de Francia, que fue casi lo menos importante que pasó ese año comparado con la invasión de Checoslovaquia por la Unión Soviética, la oleada de muertes violentas en Estados Unidos o la violencia en México. Lo que me motivó fueron las ganas periodísticas de reconstruir los hechos.
–¿Cómo fue ese trabajo de campo?
–Hice entrevistas, leí libros escritos por periodistas de la época, periódicos y busqué en los archivos de televisión. Fui a las fuentes primarias.
–¿Cuál es su conclusión? ¿Qué impulsó a jóvenes de todo el mundo a movilizarse?
–Aunque resulta paradójico fue la prosperidad. Era la generación que mejor había vivido de la historia. Eran años muy prósperos donde muchos hijos de obreros habían ido a la universidad y donde los obreros en términos económicos se acercaron a la clase media. El comunismo empezó a ver que lo importante no era tanto hacer la revolución como mejorar la calidad de vida de los trabajadores. Y muchos jóvenes universitarios querían otra prosperidad, menos sometida al trabajo. Ahora los jóvenes se quejan de que no van a tener trabajo cuando salgan de la universidad. Su caso era distinto, no creían en la burocracia ni en las grandes empresas capitalistas.
–¿Lo que pasó era inevitable?
–Era inevitable porque había cuestiones objetivamente razonables como el rechazo a la Guerra de Vietnam. Los jóvenes ya sabían que el comunismo no funcionaba y que el experimento soviético había salido muy mal. Es cierto que tenían esperanzas en ese momento de que el modelo cubano y chino funcionaran, aunque luego no fuera así. Fue un producto de clases medidas con grandes expectativas.
–¿Cómo han cambiado los jóvenes de entonces con respecto a los de ahora?
–Las pancartas de las manifestaciones de 1968 no pedían un estado de bienestar o trabajo y pensiones más dignas. Sus reivindicaciones no eran materiales, como hoy, que los jóvenes de clase media se preguntan si van a poder mantener el estatus de sus padres.
–Se ha hablado mucho de los jóvenes de París, ¿pero cómo fue en España?
–La universidad española fue problemática para Franco en los años cincuenta. En 1968 lo que se produjo fue una especie de contagio y es divertido ver cómo los periódicos españoles cubrían las movilizaciones en Francia con cierta incomprensión. Aquí creían que era una revuelta comunista. Franco tomó nota y estaba asustado porque creía que la universidad se había convertido en una fábrica de marxistas y no de futuros abogados o médicos.
–¿Usted cree que el movimiento fue un éxito o un fracaso?
–Las dos cosas. Fue un fracaso porque políticamente no consiguieron nada. Ningún país, por tremendas que fueran las revueltas, consiguió nada salvo que las elecciones las ganaba la derecha. Y un éxito porque a largo plazo fue influyente en el plano cultural. Dejó un legado muy liberal en el sentido de más libertad individual y menos intromisión del Estado en las vidas privadas. Fue un fracaso político y un éxito cultural.
–¿Cree que podría volver a repetirse?
–Sí, la crisis de 2008. La caída de Lehman Brothers nos ha hecho replantearnos si el capitalismo de verdad funciona. Esa izquierda del 68 que se hacía las mismas preguntas en época de prosperidad ahora se las vuelve a hacer en un tiempo más precario. Son preguntas que está bien que nos las hagamos. Un sistema basado en el trabajo, consumo y la competición ¿es la mejor manera de vivir? Yo creo que la respuesta es que es la menos mala. Ha vuelto ese pensamiento muy ligado a las universidades.
–¿Cómo ve hoy el panorama político?
–Hoy pasan varias cosas: el bipartidismo no va a volver a corto plazo y los dos partidos tradicionales son más fuertes de lo que parece. Las expectativas de que podía haber otra política son falsas porque la política es sucia y no hemos mejorado nada. La economía va a aflojar y viene otra crisis, no tan profunda como la última. Mi gran miedo es la tentación de que imitemos a países como Italia y Francia y surja una extrema derecha con un discurso xenófobo. Hasta ahora los partidos han sido responsables y no lo han hecho.
–¿Y cómo se soluciona el problema de la inmigración?
–No lo se. Buena parte de la inmigración es positiva pero no podemos negar que tenemos un problema en Europa, que debemos arreglar de la manera más humana posible pero tampoco creyéndonos en los mundos de yupi. Es absolutamente injusto propagar discursos de miedo y decir que la inmigración ha traído la delincuencia o problemas graves de convivencia. Hay mucha gente asustada por su futuro y tienen miedo de perder lo que tienen, un piso, un coche y dos semanas de vacaciones. La solución no es el populismo.
–¿Ha habido una fecha similar a 1968 en estos cincuenta años?
–Ha habido hijas del 68, como los movimientos antiglobalización de los años noventa y el 15M, un movimiento reformista, de reivindicaciones materiales.
–¿Algún nuevo proyecto editorial entre manos?
-Estoy escribiendo un libro, una historia de los años noventa, una época muy optimista por la caída del muro de Berlín, la sensación de que el capitalismo no tenía rivales, el nacimiento del euro y el fortalecimiento de la Unión Europea. Pensamos en una cierta prosperidad y ya hemos visto que no.
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