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Una niña juega en una alambrada ante la mirada de un vigilante del campo de refugiados.
Periodismo, el refugio de los refugiados

Periodismo, el refugio de los refugiados

El fotógrafo cántabro Ángel Colina retrata a los exiliados en las fronteras de Macedonia, Serbia y Grecia, y lo comparte en las redes como una forma de resistencia contra el negocio de lo impactante

Marta San Miguel

Jueves, 25 de febrero 2016, 07:11

Se pasó diez días cruzando fronteras: las de Serbia y Grecia con Macedonia. Por ahí, por esa tierra periférica donde no pasa la actualidad, sí lo hacen cada día cientos de refugiados que huyen de algo peor que la incertidumbre con la que recorren a pie el mundo. Son refugiados de Siria, Irak y Afganistán, y todos quieren ir a un mismo sitio: Alemania. "Es su sueño, piensan que es el país con más futuro y oportunidades de trabajo", dice el fotógrafo cántabro Ángel Colina, que ha retratado lo que ha visto en una serie de imágenes en las que no hay impostura. Tampoco efectismo. Solo realidad, una sustantivo que adquiere rango de adjetivo si se aplica a una forma de entender el periodismo y la fotografía como algo equiparable al testimonio.

Su experiencia, libre de ataduras editoriales al servicio de algún medio, se debe simplemente a su anhelo por retratar "con total libertad" lo que sucede lejos de nuestras puertas. El resultado es esta colección de imágenes que el fotógrafo cántabro cuelga en las redes y que comparte como una forma de resistencia contra la tiranía de la inmediatez y el negocio de lo que impacta.

"Nos hemos acostumbrado al horror", dice en alusión a la anestesia que nos ha inoculado la perpetua presencia de imágenes y vídeos sobre el horror en nuestra cotidianeidad. Hay demasiados Aylan que se asoman a las televisiones sin que haya una traslación proporcional de la brutalidad de la imagen a la acción política que las evite. Así que en ese sentido la rebeldía gráfica de Ángel Colina consiste sencillamente en contar lo que la realidad nos impide ver: "Vivimos en un exceso de información y todo resulta superficial", dice. "En los informativos, las noticias de refugiados dan paso a un anuncio de un coche o algo frívolo que nada tiene que ver, hay tanta información que cada vez se profundiza menos, pero creo en el granito a granito. Hay que seguir intentando contar las cosas, hay que denunciar y hablar de lo que los interesados no quieren que cuentes", concluye.

En ese sentido Colina, ganador del Premio Ortega y Gasset de Periodismo, confiesa que en ciertos lugares de Serbia "prefieren que no saques fotos. No les tratan mal pero sí he visto cómo metían en un tren de mil personas, a dos mil". Por eso, con esta serie enmarcada en su colaboración con el programa Ser Aventureros, el reto es asomarse a semejante brutalidad humana sin caer en el tópico, en la repetición de clichés donde la indiferencia campa a sus anchas. "No sólo en Siria y en Turquía hay refugiados, no solo en Lesbos. Por desgracia es un flujo que sigue imparable en otras zonas que están lejos del foco de la actualidad".

Mirar y hacer la foto

Si le preguntas cómo es posible sobrevivir a la cercanía de esa barbarie asume que su trabajo forma parte de eso, de ese acostumbramiento. "Siempre que informas hay una parte de ti", dice. "Te afecta emocionalmente ver en la carretera a gente con bebés; niños que están muy cansados, agotados; personas mayores. Es díficil aguantar las lágrimas sobre todo porque te preguntas si van a conseguir llegar a Alemania, si nos les vuelven hacia atrás, si van a pasar toda la vida en campos de refugiados". Y aún así aprieta el botón. Y lo retrata. Ellos, por su parte, no se cansan de ser objetivo de los objetivos: "Lo que quieren es no ser olvidados, sentir que se interesan por ellos. Es admirable la dignidad que tienen y cómo sonríen a pesar de todo lo que han sufrido". Y habla de los sirios con los que se ha cruzado, pero también la cantidad de familias afganas de clase media que se encontró. "apenas se habla de ellos", dice, y son muchos los que huyen de Afganistan, "personas que hasta hace cuatro días eran como cualquiera de nosotros, con su vida, un lugar donde vivir, un trabajo, y que de repente lo pierden todo y se encuentran con su familia en una carretera".

De ahí que se asomen a un objetivo, que miren fíjamente más allá de la lente, y piensen quizá en Alemania, o en el trabajo que tendrá ese hombre que sujeta la cámara. Porque la realidad inmensa de su vida cabe ahí, en un clic, lo que tarda el dedo de Colina en apretar el botón, y por desgracia lo que tarda después otro dedo en su casa en apretar el botón de leer la siguiente noticia.

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