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Álvaro Machín
Sábado, 23 de abril 2016, 21:04
Surge una duda durante la charla. ¿Por qué ahora hay que ponerle a todo un nombre en inglés? Coaching, runner, biker... Al que pregunta le obsesiona este asunto. «Es verdad. Queda más chulo. Un jefe con cargo en inglés parece que manda más... Te dan ... una tarjeta en español y otra en inglés y crees que el segundo cobra más». Dani Delacámara lleva muchos años construyendo humor «Es de los pocos monologuistas de este país que ya se dedicaba al humor antes de la aparición del Club de la Comedia», pone en su página web. Empezó cuando estaba en COU, a los 18, en un programa de radio, y ahí sigue. Centrado ahora en los actos para empresa «nos hemos convertido en una especie de bálsamo», pero enfrascado en sus próximos monólogos para El Club o para Comedy Central y en su cita de cada domingo con el público en la Gran Vía madrileña. El miércoles en Santander actuó en la fiesta del Anuario de El Diario, ayer en Cádiz... «Siempre que actúo veo justo delante a gente sonriendo. Eso da energía».
Televisión, años de radio en el El jardín de los bonsais de Luis del Olmo, teatros, espectáculos... «Sacamos el humor de las cosas que nos duelen, que nos afectan. Los problemas nos dejan atascados y el humor desatasca. Y así se construyen los cómicos, que muchas veces tienen alguna historia detrás. Usamos el humor en defensa propia, como forma de digerir», reflexiona. Recuerda en ese sentido un estudio americano que reflejaba que la mayoría de los cómicos estaba incluido en tres historias: «O con una infancia dura o miembro de una raza reprimida o... O una tercera que ya no me acuerdo» el estudio lo recuerda a medias, pero le vale.
Lo explica porque hace tiempo que da vueltas por España aplicando esta técnica en forma de cursos sí, coaching. Enseña a construir monólogos como herramienta para crear «buen rollo», para coger las cosas serias y transformarlas, con ese sentido del humor, en cosas que empiezan a «doler menos». La crisis, admite, lo ha cambiado todo. «Llevo años sin ver un bogavante en un evento. Antes te fijabas en lo que montaban y preguntabas si antes que tú actuaba Madonna», bromea (aclara con gracia que la cena del miércoles fue «espectacular»). Pero lo que describe va muy en serio. «Hace unos años, en estos eventos, actuabas antes o después de la cena. Un rato. Ahora nos integramos más en el acto, en la parte seria en la que dan los datos, o somos casi los maestros de ceremonias. Hemos sido útiles para crear entornos más agradables. Viene gente que muchas veces cobra menos y trabaja más, enfadados, y nosotros les damos energía», explica.
¿Y la fórmula pregunta tipo de un buen monólogo? «Lo primero, decir la verdad. Debe estar basado en la verdad, en algo que te afecte y luego escribir mucho para luego comprimirlo hasta la esencia». Falta algo, imprescindible. «Tu punto original. La gente se ríe si le sorprendes. Si es lo normal, no les sorprende y no sirve». Mucha realidad, aunque a veces todo eso no coincida con lo que sale en el telediario. «No dicen la verdad Delacámara es licenciado en Periodismo, no es la realidad de lo que pasa en el mundo. Es el resumen de las malas noticias del día. Hay un accidente de avión y sale, pero no que han aterrizado un millón de aviones perfectamente. Vende lo malo».
Con Luis del Olmo
Televisión, prensa, radio... «Cuando has vivido una época así cuesta volver a hacer otra cosa porque las comparaciones siempre van a perder», dice al recordar las mañanas de tertulia en El jardín de los bonsais. «Luis del Olmo iba a buscar a los oyentes y se llenaban los teatros. Eso no va a volver. La gente hacía kilómetros para vernos y contarnos sus cosas. Era un oyente fiel, íntimo...». Habla con pasión. Como de Atrapado en el tiempo (su pelíicula), Les Luthiers o de Igudesman & Joo... «Mi idea es hacer un espectáculo con música algún día». Ojo, que ya va por quinto de piano.
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