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Marta San Miguel
Domingo, 15 de mayo 2016, 18:18
Se mueve entre Guy Ritchie y Tarantino, pero con acento sevillano y un sutil toque gamberro en sus montajes. Paco Cabezas (Sevilla, 1978) tiene la «diversión del público» como eje narrativo de las películas que le han colocado en el punto de mira de ... Hollywood. Carne de neón (2010) tuvo buena parte de culpa, pero después de firmar Mr. Right (2016), y dirigir varios capítulos de Penny Dreadfull, ya tiene enfilado su próximo proyecto en el que realizará su propio guión por primera vez en la industria norteamericana. Se trata de Men with no fear, «una comedia negra de ladrones» en la que contará con Sam Rockwell de nuevo y con el productor Bryan Singer; sí, el de X-men. Así que con estos nombres no es de extrañar que su conferencia en el festival se titule Cómo no perder la cabeza en Hollywood.
¿Por qué se habla de sobrevivir en Hollywood, allí no se puede simplemente vivir del cine?
Hollywood es un monstruo que si no tienes mucho cuidado te devora, es un vampiro que se alimenta del talento y la sangre de los jóvenes directores europeos, y puedes acabar haciendo algo sin personalidad ni vida tipo Tortugas Ninja 7. El truco es intentar infiltrarse en el sistema haciendo cine personal dentro de la maquinaria de Hollywood, pero es un truco de magia bastante jodido.
¿Y cómo se defiende uno de semejante vampiro?
Por un lado quieres rodar y te ofrecen cosas que quieres decir que no, pero por otro lado la realidad es que necesitas el dinero, no para grandes proyecto, sino para comer. Hay que buscar decir sí sólo a esos proyectos que ves que tienen corazón. Y es jodido, porque no todos los días llegan cosas así a los directores que estamos empezando.
Habla de directores jóvenes europeos en Hollywood, ¿y qué hay de los jóvenes nativos?
Los americanos son más cerebrales y fríos, y les gusta mucho ceñirse a las reglas. Los europeos o latinos llegamos para romperlas: trabajamos un poco un más con los cojones y el alma, y ellos, con la cabeza. Lo que Hollywood busca en nosotros es justo esto: encontrar el alma del espectador.
Siempre hablamos de directores o actores en Hollywood pero, ¿y los espectadores de aquí y allá?
Si aquí hablamos de la vieja Europa, allí es la adolescencia que ve todo con blancos y negros: en su manera de experimentar son muy básicos. El espectador europeo es irónico y cínico, y allí son como niños grandes. Se emocionan, ríen, lloran; nosotros somos más puñeteros. Al final, lo que importa es hacer cine para todo el mundo, y a cuanta más gente llegues, mejor, sea como sea el público que te vea.
Su última película, Mr. Right, se puede ver ya en Netflix, ¿aquí nos cuesta entrar en nuevas formas de consumir cine?
Al final la verá más gente en Netflix que en los cines. Tenemos la obsesión de la pantalla grande, pero al final te das cuenta de que lo que tiene valor es el acceso a esa emoción, tanto si es a través de la pantalla de un móvil como la de un avión. Lo importante es que acceda el mayor número de gente. Creo que no tiene sentido que una película esté sólo un fin de semana en las salas si tiene más opciones de ser vista en otros soportes.
Aún así no me dirá que la experiencia de ir al cine es equiparable...
El cine tiene un punto nostálgico, es cierto, pero hay que adaptarse o morir. Las comedias ganan cuando las ves con gente que se está riendo, pero me importa más que llegue a la gente y no que sólo se proyecte un fin de semana.
¿Cómo fue la dirección de los capítulos de la serie Penny Dreadfull?
Un placer, me lo pasé como un niño pequeño, porque además de la calidad de los guiones, soy fan de la serie. Fue un regalo, me sentí un privilegiado.
¿Y los actores? ¿Cambia la cosa cuando uno se pone delante de Eva Green o Josh Hartnett?
Para bien o para mal, son como niños: ríen, lloran... Y mi trabajo es encontrar la mejor manera de trabajar con ellos. Al final no es muy diferente del corto que dirigí con Óscar Jaenada, Victoria Abril y el portero de un local que era la primera vez que actuaba.
Hacer de la cultura una industria, como en Estados Unidos donde es un sector productivo más, ¿es inviable o estamos en ello?
En España lo estamos consiguiendo. En los últimos cinco años se están dando pasos de gigante ya que las películas españolas van mejor en taquilla. Este es un paso básico, siempre ha habido una enfermedad llamada cine de autor que estaba entregado al hedonismo de hacer cine para el director y no para el público, y no hay que olvidar que el público forma parte de la experiencia.
Tiene algo peyorativo hacer cine para el público, como si se identificara con un productor de masas...
Es peyorativo por una herencia mal entendida de la escuela de la Nouvelle Vague. A mí los críticos hace tiempo que dejaron de importarme, lo que me importa es lo que la gente piensa. Y lo que leo es lo que expresan los espectadores en Twitter sobre lo que hago.
¿Qué es lo último que ha visto?
En el cine la última ha sido Deadpool, y serie, Master of none en Netflix, una comedia muy divertida.
¿Tira más por el cine o por las series? Con el boom que hay últimamente...
No diferencio mucho, yo me engancho a lo que me divierte, no diferencio el formato.
¿Cómo empieza un guionista a escribir algo tipo Spanish Movie o Sexykiller?
¡Estando loco! Nadie se atrevería a escribir algo así si no pierde la cabeza. Es necesario encontrar un género y atreverse a corromperlo. Me pregunté si era posible cachondearse del cine español, tomarse a broma lo que todos se toman en serio, y sí se puede. Es un ejercicio sano y divertido cachondearme de los compañeros.
¿Y le guardan un sitio en el cine español?
Puedo contar con los dedos de la mano los directores españoles que me han influenciado, y son muchos más los que sí lo han hecho de fuera. Todo está globalizado, un productor español que no mire hacia fuera no está haciendo bien su trabajo. No creo en el cine español o americano, sino en el cine mundial: el cine es cine.
Volviendo a lo de perder la cabeza, ¿no la perdió con 17 años cuando triunfó con Invasión Travesti?
Es importante recordar siempre por qué hacemos películas. Yo era un niño gordito con gafas en un barrio obrero de Sevilla y el cine era un vía de escape a una realidad. Ojalá pueda crear una realidad para que la gente joven encuentre también esos espacios de escape.
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