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mada martínez
Sábado, 20 de agosto 2016, 13:57
María José Montiel (Madrid, 1968) conoce muy bien las Tonadillas de Enrique Granados. Le evocan su infancia. «En casa había un LP muy antiguo, lo sigo teniendo, de Pilar Lorengar con Alicia de Larrocha, con las tonadillas y las amatorias. Mi madre lo ponía cuando ... era pequeña, yo lo escuchaba y tengo esa música muy cercana a mi corazón».
La mezzosoprano las interpretó ayer al completo en la sala Argenta del Palacio de Festivales de Cantabria, acompañada al piano por Rubén Fernández Aguirre. Con este recital, el Festival Internacional de Santander (FIS) rindió homenaje al autor catalán en el centenario de su muerte. El programa también incluyó piezas de Ovalle, Hahn, Halffter, o Thomas.
Montiel interpretó las doce tonadillas a pesar de tratarse de una colección larga. Ella y Fernández Aguirre convinieron que era el justo homenaje al compositor. «Granados es una de las fuertes columnas que tenemos en la música española, junto con Falla o Albéniz, y un larguísimo etcétera. []La obra de Granados está llena de inspiración, de perfume, es una obra perfumada de belleza de principio a fin».
Montiel siente que sube el patrimonio cultural español a los escenarios de medio mundo. Siente que debe mostrarlo. «Me considero una embajadora del patrimonio español. Pero no ahora, que tengo esta trayectoria, sino desde siempre, desde que era joven aposté por la música española; y con toda el alma. Es una obligación del artista defender su propio patrimonio cultural». Siente la respuesta del público. «Mi experiencia es que, cuando salgo al extranjero y hago música española, los teatros se caen».
A Montiel le gustaría que esa reivindicación se hiciera extensible a toda la sociedad, que el patrimonio español, «de primer orden mundial», se valorase con más convicción. «Es una cuestión de educación, de querernos más a nosotros ya expresó esta idea en el discurso que ofreció cuando recibió el Premio Nacional de Música 2015. Pedí, por favor, que España se amase más, que amase su patrimonio cultural. España tiene que amarse más a sí misma, valorar su patrimonio histórico, musical, literario En una palabra: quererse».
Montiel recibió el Premio el pasado mes de junio. No siente más responsabilidad desde entonces porque la lleva de serie. «No hay un antes y un después, no me siento más responsable porque yo, cada vez que salgo a cantar, no en el FIS o en la Ópera de París, aunque sea en el auditorio más chiquitito del pueblo más remoto, siempre tengo que dar lo mejor de mí misma, es mi obligación moral, ética, como artista. Es lo que me piden mi corazón y mi alma, lo que necesito para ser feliz».
Uno de los aspectos que valoró el jurado para concederle el galardón fue su versatilidad. ¿Qué significa esto? «Abordo la ópera, el repertorio sinfónico, la música contemporánea, los estrenos, la música francesa, la española, está mi defensa de esta última.... Esa es mi versatilidad. Me crié en una familia en la que se oía todo tipo de música, eso estaba incorporado en mi vida. No he tenido que ser una cantante solo de ópera que luego ha tenido que aprender a cantar otros géneros, sino que, desde el principio, he cantado todo tipo de géneros. Eso requiere esfuerzo, estudio, especialización, pero a mí eso me da satisfacción».
Su gran poder de comunicación sale a colación en casi todas las críticas y textos que cuentan su trayectoria. «No creo que se trabaje», dice con seguridad. Montiel cree que se puede trabajar en la construcción del personaje: documentarse, conocer su contexto, acudir al director de escena, al musical, pero piensa que la comunicación es más innata. «La capacidad de comunicación es algo que lleva el ser humano dentro. Te pueden ayudar, pero es algo que tiene que ver con el alma de la persona, con el entusiasmo, el amor, la ilusión, con el entusiasmo del artista por su trabajo, su vocación. Tiene que ver con la felicidad que te produce pensar: Hoy voy a cantar, con la emotividad del ser humano. Hay artistas que, por el simple hecho de salir a escena, ya comunican. Es algo mágico»
Acaba de meterse en la piel de la lexicógrafa María Moliner, cuya vida se ha hecho ópera. El estreno absoluto fue en el Teatro de la Zarzuela, en abril. Montiel leyó todo sobre ella, sobre la titánica confección de su diccionario; trabajó codo con codo con el director de escena, Paco Azorín, con el compositor Antoni Parera Font «Hicimos entre todos un grandísimo éxito. Un éxito unánime de público y de crítica». Pero quizá es Carmen el personaje que le ha dejado una huella más honda. «Mucho, me ha marcado mucho. Carmen, junto con el Réquiem de Verdi, fueron las dos obras que me hicieron dar un salto internacional muy grande. Ha marcado mucho mi vida, he hecho Carmen en el mundo entero, y con directores de la talla de Zubin Mehta, por ponerte un ejemplo».
El FIS es el final de una gira de verano con paradas en Valldemossa, Asturias, Segovia o Benicàssim. «Lo terminamos a lo grande por la importancia de este festival, uno de los punteros en Europa». Su interpretación de ayer fue también su esperado regreso, después de dos actuaciones anteriores, en el año 1993 y en 1997. «Estoy muy contenta de volver. Estar en Santander es un regalo».
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