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El Museo del Embalaje de Notting Hill (Londres) atesora 12.000 marcas, paquetes y envoltorios y recorre su evolución en las últimas décadas.
Joyas menudas

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Mecenas y apasionados de la cultura impulsaron museos que no brillan en los circuitos turísticos, a pesar de que albergan tesoros

luisa idoate

Sábado, 10 de septiembre 2016, 20:04

La Fundación Phillips en Washington, el centro de Alfons Mucha en Praga y el de Isamu Noguchi en Nueva York, la Casa Lis en Salamanca. ¿Qué tienen en común? Ser museos que no aparecen en las ofertas turísticas, donde con suerte se hacen hueco los ... grandes. Algunos los propiciaron mecenas que convirtieron sus residencias en almacenes de arte. Otros son fruto del tesón de pequeños coleccionistas que atesoran piezas a lo largo de los años. No faltan quienes hipotecan vida y hacienda para dar a conocer al público su pasión por algo o alguien, y los que salvaguardan el legado de un artista. Ninguno protagoniza el top ten museístico, pero guardan fondos sorprendentes, originales, valiosos e irrepetibles. Como el afiche de la obra que catapultó a la fama a Sarah Bernhardt: Gismonda.

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