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Álvaro G. Polavieja
Domingo, 8 de enero 2017, 08:31
«Sé que provoco morbo máximo cuando vuelvo al ejercicio con un clásico, el fruto de mi sacrificio: el verso mágico». Para ellos, para los amantes del hip hop, la vida es eso: la búsqueda del verso perfecto, como apuntaban años atrás en uno de ... sus temas el grupo 'Violadores del Verso'. Aquel escenario en el que el rap era más raro en España que los bares libres de humo, ya ha quedado atrás. En el siglo XXI todo parece tener prisa, y lo nuevo se queda viejo casi antes de haberse estrenado.
Algo así pasa con la evolución del rap y del 'freestyle' en Cantabria: frente a las generaciones pioneras, más proclives al rap de bases densas y a las letras pensadas y reposadas, los nuevos raperos cántabros se identifican más con los nuevos estilos que han surgido de esta música, principalmente la improvisación y las conocidas como batallas de gallos. No reniegan del rap de toda la vida, pero confiesan que el espectáculo de estos enfrentamientos dialécticos tiene algo que engancha. Y mucho.
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Así lo reconoce Estrimo, una de las caras más conocidas entre las nuevas generaciones de raperos de Cantabria y el motor de muchos de los eventos que se llevan a cabo actualmente en la región, aunque no por ello reniega del hip hop más clásico: «Yo empecé escuchando rap y fue después, con el tiempo, cuando conocí y me metí en el tema de las batallas de gallos y la improvisación. Pero la verdad es que los dos estilos me gustan mucho. Hace años escribí mis propias letras, pero como no acababan de convencerme y conocí el mundo del 'freestyle' acabé dedicándome más a eso, y de ahí surgieron las primeras batallas de gallos que se hicieron aquí».
La de Estrimo es una historia marcada por la transición entre generaciones. Pese a ser el alma del 'freestyle' en Cantabria le ocurre como a las generaciones previas de raperos: prefiere el rap de disco, los desarrollos más complejos. Su hermano, Exfimo, es otro de los rostros destacados de las nuevas generaciones del hip hop cántabro. Y la diferencia de edad se nota: como a la mayoría de los jóvenes, lo que realmente le gusta es la improvisación y subirse al escenario para medir sus versos y su agilidad mental y lingüística con sus adversarios: «La primera batalla la organizamos en 2013 en Bezana; éramos muy pocos y apenas nos conocíamos. Me acuerdo de que estaba muy nervioso, que incluso temblaba, pero cuando acabó supe que aquello era lo mío». Exfimo, que conoció el rap a los ocho años, ha vivido la evolución de este género en primera persona: «Al principio, cuando yo conocí el freestyle, se organizaban algunas batallas pero en locales cerrados como la sala New. Hemos pasado de aquella época, en la que las batallas prácticamente no existían a irte a la Albericia y encontrarte a mucha gente, a ver que la gente te empezaba a conocer por las batallas en las que habías participado, por el rap que habías hecho en Cantabria, desde tu propia tierra... El panorama ha cambiado mucho en los últimos años».
Del mismo parecer es Sony, Amigo de Estrimo y Exfimo y un amante del rap a la vieja usanza, aunque las batallas también le tientan: «Antes no había nada. No se hacían batallas, los conciertos de raperos españoles no venían aquí porque no les salía rentable. Sin embargo, últimamente se nota mucho el cambio; ahora en las batallas que organizamos hemos llegado a reunir a 50, 100 personas... Incluso hace poco se celebró una en el Pasaje de Peña a la que asistieron más de 400 personas, aunque aquello fue un evento más profesional, pero el cambio está ahí, es evidente».
¿A qué se debe semejante cambio? ¿Qué tienen el rap y el freestyle para enganchar tanto a los jóvenes? Estrimo diferencia entre el rap a la antigua usanza y la explosión que están viviendo las batallas de gallos: «El rap tira mucho a los chavales, pero nada comparado con las batallas. Las batallas les divierten, la competición y el enfrentamiento entre raperos les entretienen, pero a muchos de ellos ni les gusta el hip hop. Lo entiendo porque se ha convertido en una moda y porque son dos géneros y ambientes bastante distintos».
¿La clave? La autenticidad. Para Sony, «la base del rap es ser auténtico. Por eso gusta. Me da igual que me hables de que has ido a hacer la compra con tu madre o de que vendes droga, pero no me mientas».
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