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Una fiesta con purpurina y pintalabios

Una fiesta con purpurina y pintalabios

‘Priscila. El musical’ repasa en el Palacio de Festivales los éxitos más bailados de la historia de la música

Lola Gallardo

Viernes, 17 de marzo 2017, 07:21

Cuando se levanta el telón y Priscilla sale a escena, entre bambalinas comienzan las carreras para que todo el engranaje funcione a la perfección. Suena la música, se encienden las luces y en perfecto orden están colocados los 500 trajes, las 200 pelucas, los 150 pares de zapatos, plataformas, los gumbies trajes de cuerpo entero que incluyen zapatos y las máscaras hechas a medida y pintadas a mano. Los ocho trailers con el material de Priscilla. El musical llegaron el lunes a Santander para iniciar el martes el montaje. Se han necesitado casi cuarenta técnicos para desembalar todo el vestuario, caracterización y atrezzo de esta producción, que de gira por España, estará en Santander hasta el domingo.

Las cifras

  • 500

  • trajes, galardonados con un Oscar y un Tony, que han costado 2,5 millones de euros.

  • 200

  • tocados, pelucas y sombreros se suceden a lo largo de dos horas y cuarenta y cinco minutos.

  • 250

  • máscaras hechas a medida y pintadas a mano para lograr cambios rápidos de escena

  • 20

  • minutos es el tiempo máximo para estar sobre las plataformas si quieren evitar lesiones.

Guillermo Cuenca es el director técnico. Junto a él están las responsables de peluquería peinando las pelucas, retocando el maquillaje y el equipo que todos los días revisa el vestuario para que sobre el escenario luzca su mejor aspecto. Reconoce que de las mil funciones de Priscilla. El musical, habrá visto 970 y señala que «es el único musical que no me aburre. Lo siento como si fuera mío».

Los quinientos trajes y los doscientos pares de zapatos que se podrán ver en Santander ocuparon dos trailers. «Este es el vestuario que se usó en la producción original de Londres y requiere un trabajo de mantenimiento permanente", señala mientras camina y da cuenta de la complejidad del baile que tiene lugar detrás de las tablas durante la función, en el que cada miembro del elenco se transforma de pies a cabeza en quince segundos.

La indumentaria, diseñada por Tim Chappel y Lizzy Gardiner, es un guiño a Australia, espacio donde está ambientado el musical. "El vestuario cambia a medida que el autobús recorre Australia, desde Sydney a Alice Springs, los trajes cobran matices diferentes", explica Cuenca. El culmen creativo llega en la escena final, cuando el vestuario refleja la fauna y la flora del país, y los personajes despliegan sus trajes para rendir tributo a la Ópera House de Sydney. Además de enfrentarse a veinte cambios de ropa, el elenco de Priscilla tiene que bailar, cantar y moverse por el escenario sobre vertiginosas plataformas "gumbies" (trajes de cuerpo entero, incluidos zapatos) en su versión más atrevida lo que requiere horas y horas de ensayos. Un fisioterapeuta ha enseñado a los bailarines a moverse sobre estas complicadas plataformas y los actores saben que no pueden estar más de veinte minutos subidos a ellas si quieren evitar lesiones. Otro de los éxitos del musical está en la mano de las responsables de caracterización. Todo lo que los personajes llevan sobre la cabeza es responsabilidad suya. Además de los aparatosos cambios de peluca, el equipo de maquillaje gestó la idea de las máscaras como alternativa a la pintura. Los actores utilizan un antifaz con su nombre y apellido que es una reproducción de su cara, perfectamente ajustada a su fisionomía y al color de su piel. Por eso, entre otras cosas, los actores no pueden tomar el sol y ponerse morenos. Las 250 máscaras, dibujadas con aerógrafos de pintura acrílica y decoradas con plumas y purpurina, pasan desapercibidas desde el palco de butacas. Los postizos que más trabajo dan son las pelucas, que las responsables tienen que repeinar todos los días. "Cada peluca está hecha a medida, y, tenemos que arreglárnoslas para ajustársela en la cabeza a las chicas en menos de diez segundos", explica Cuenca.

En definitiva se trata de un homenaje a la libertad en el que tienen cabida todo tipo de materiales y recursos: lentejuelas, plumas, estampados, patitos de goma, pelotas de fútbol y unas vertiginosas plataformas. Eso sí, con un alto coste: el autobús de Priscilla, que pesa cuatro toneladas, está totalmente robotizado y su coste se estima en 2,5 millones de euros. Y otros 2,5 millones se invirtieron en su día en los trajes originales. Además, al mes se gasta un kilo de purpurina y 40 pintalabios. Continuamos la visita por el backstage y aparecen ataúdes, barras de bar, un koala atropellado y máquinas tragaperras que se convierten en tocadores de maquillaje.

Otra curiosidad son las tres divas que permanecen colgadas sobre el escenario durante el 80% de la obra. Ellas utilizan unos arneses hechos en Estados Unidos, que son los únicos homologados para volar personas, cuyo coste es de 3.000 euros cada uno.

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