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Juan Luis Fernández
Martes, 2 de mayo 2017, 18:17
El filósofo santanderino Carlos Nieto Blanco, profesor titular de la Universidad de Cantabria y finalista en 2013 del Premio Internacional de Ensayo Jovellanos, acaba de publicar Memoria e interpretación, obra que recopila algunos de sus mejores ensayos.
Buena parte del libro trata de los pensadores ... españoles con los que está más familiarizado y usted es experto en José Ferrater Mora. ¿Qué mensajes de Ferrater siguen vigentes?
Ferrater Mora fue el pensador español más internacional del siglo XX. Contribuyó a la recepción de la filosofía que se hacía fuera de España y que él conocía a la perfección, por su condición de exiliado de la Guerra Civil, residente en los EE UU desde 1947. Nos ha legado, entre otras obras, su monumental Diccionario de filosofía. La suya es una visión del mundo de corte naturalista, donde el ser humano debe desplegar un tipo de conducta cuyos valores son la vida, la libertad y la igualdad, como señala en su libro De la materia a la razón. Como catalán universal que fue, Ferrater siempre defendió la permanencia de Cataluña dentro del Estado español, rechazando la independencia.
María Zambrano ocupa otro lugar destacado. ¿Por qué tenemos que leerla?
Una mujer que escribe, una filósofa, allá por los años 30 del pasado siglo, era todo un símbolo de transgresión en un mundo masculino. A ello se suma la originalidad y belleza de su prosa. María Zambrano ha explorado la razón vital de su maestro Ortega y Gasset llevándola por nuevos derroteros que conectan la filosofía con la poesía, más allá de la razón convencional. Hacia un saber sobre el alma, autobiografía intelectual, podría ser una excelente entrada en su pensamiento.
Un capítulo importante de su libro es el análisis del pensamiento español en los tramos final del siglo XIX e inicial del siglo XX? ¿Hasta qué punto aquellos problemas siguen vivos?
Es un trabajo sobre dos generaciones de intelectuales, la de fin de siglo o Generación del 98, y la del comienzo del siglo XX, conocida como Generación del 14. Consiste en articular una reflexión sobre el problema de España expuesto por algunos ensayistas y plantear dos nuevos modelos filosóficos emergentes: Unamuno y Ortega. Además, me detengo en el pensamiento de Ganivet y de Maeztu, así como en la novelística de Baroja y Azorín. La convergencia en los géneros literario y ensayístico, tan peculiar de nuestra cultura, así como los debates políticos territoriales, creo que son dos cuestiones aún vigentes.
¿Tenía razón Ortega al decir que la solución de España es Europa, o Gustavo Bueno al subrayar la proyección hispánica en otros continentes?
El pensamiento español tuvo una gran importancia en el Renacimiento europeo, pero a lo largo del siglo XVII quedó al margen de las grandes revoluciones científicas y filosóficas. A partir de entonces, las nuevas ideas tenían que ser importadas. Pero cuando en las primeras décadas del siglo XX España ya se había puesto a la altura de los tiempos, sobrevino la Guerra Civil, que causó un enorme tajo en la cultura española del que aún no nos hemos recuperado del todo. Lo mejor de la intelectualidad española engrosó las filas del exilio republicano, y América, ya no como territorio de conquista, sino como tierra de acogida, se convirtió en el nuevo escenario del pensamiento hispánico, de modo que España debe mirar tanto a Europa como a América.
Presenta un estudio sobre la dimensión utópica de Marx y Engels. ¿Necesitamos la utopía para evitar la fosilización cultural?
La pregunta plantea una cuestión muy interesante a la luz del fracaso cosechado por la implantación de los estados comunistas en el mundo. Ahora bien, no está claro qué parte de responsabilidad hay que achacar a la teoría y cuál a su puesta en práctica, pues por lo que se refiere a la socialización de los medios de producción, no conozco ningún estado comunista que haya dado el paso de entregar a la sociedad la riqueza nacionalizada. Aunque cada vez soy más crítico con el discurso utópico, creo que hay que preservar los ideales que en último término son de naturaleza moral, aunque hayamos perdido las certidumbres de antaño, como gustaba recordar Jorge Semprún.
El libro refleja la época en la que se hizo experto en Wittgenstein y en filosofía del lenguaje, pero finalmente hay una decepción. ¿Por qué esa gran promesa dejó paso a un regreso a la filosofía moral y política?
Ludwig Wittgenstein fue un icono de la cultura del siglo XX por haber llevado hasta el límite racional los desafíos del pensamiento filosófico. Como el propio pensador vienés sostiene, el lenguaje tiene sus límites, delimita mi mundo, pero al hacerlo también abre un espacio. Ese espacio creado por el giro lingüístico de la filosofía se extiende así a la razón práctica, ética y política, exigiendo pretensiones de validez para nuestro discurso de la acción. El lenguaje con vistas al entendimiento impone una normatividad: ser veraces, objetivos y respetuosos.
Se habla mucho de la memoria en una época donde no hace falta, porque está todo en la nube.
Los seres humanos somos memoria, pues sin ella la conciencia no informaría de quiénes somos, y no podríamos reconocernos como los mismos que somos en el transcurso del tiempo. Careceríamos de identidad. Por otra parte, la memoria tiene también una proyección social y enlaza con la historia. Esta memoria amplía nuestro compromiso moral con el pasado cuando este ha producido víctimas que reclaman justicia. Hay también, pues, un deber de memoria. Y dejemos a la nube que viva en las nubes.
Cada grupo social defiende su interpretación del mundo como igual de válida que las demás. Entre la verdad y las verdades, ¿dónde está el filósofo hoy?
Somos memoria e interpretación. No veo otra salida que movernos en la tensión dialéctica entre la razón universal, ilustrada, y la variedad de las interpretaciones, que la hermenéutica nos ha mostrado: estamos en el filo de la navaja, y ello produce más vértigo que seguridades. Me temo que el filósofo está hoy donde siempre ha estado: en la encrucijada que representan las preguntas que se hace, más que en las respuestas que da.
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