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Álvaro G. Polavieja
Miércoles, 31 de mayo 2017, 18:54
Si algún día, paseando por los jardines del parque de Mesones de Santander, se encuentra uno a un grupo de jóvenes bailando y haciendo piruetas imposibles al ritmo que marca una melódica y repetitiva base de rap, estará asistiendo a una demostración práctica de breaking, ... una disciplina más conocida en nuestro país como break dance. Cosas de la globalización, pero en este caso una consecuencia más que positiva. Porque lejos de ser un juego de trapecistas frustrados, el breaking es expresión directa de toda una cultura urbana que surgió en la década de los 70 del siglo XX en Estados Unidos, concretamente en un barrio negro y pobre de Nueva York: el Bronx.
¿Qué ha pasado desde entonces para que lo que surgió como un formato de fiesta clandestina entre jóvenes sin recursos para acceder a otras opciones de ocio haya cruzado el Atlántico y se haya instaurado y evolucionado como una cultura ya casi local, que puede palparse y disfrutarse en pleno Santander? Responder a esta pregunta implica echar la vista atrás y adentrarse en una historia en la que se mezclan las más dispares realidades históricas: desde el comercio con esclavos practicado por Estados Unidos en los siglos XVIII y XIX hasta el flujo demográfico que la expansión urbana e industrial provocó en este país en la segunda mitad del pasado siglo, pasando por el auge de estilos musicales como el blues, el jazz y, sobre todo, el funk.
Manuel Martín Martín, conocido como Bhera 224, es uno de los B-boys (acrónimo de breaking boys, que es como se denomina a quienes bailan sobre bases de rap y hip hop) que forman la asociación Hijos de la Santa; Martín explica que esta cultura urbana surgió a finales de los 70 como respuesta de los jóvenes que se sentían excluidos por el sistema, o que no querían formar parte de él: «Empezaron a realizar manifestaciones artísticas en base a cuatro elementos que fueron los que destacaron, aunque hubo más. Estaba el MC, que era el que cantaba, lo que ahora llamamos el rapero; estaba también el DJ, que era el que ponía la música, el pinchadiscos; el grafitero era en principio el que se manifestaba a través de la escritura, aunque más tarde llegaron los dibujos; y, finalmente, estaba el b-boy o breaker, que era el que realizaba el baile o breaking, conocido también como break dance».
La historia de esta cultura es cuanto menos curiosa, aunque difícil de resumir. Aún así lo intentaremos: South Bronx, barrio incluido dentro del Bronx de Nueva York, finales de los años 60. Tras el auge del blues y del jazz, el funk se ha asentado como un estilo fresco y vital con el que las nuevas generaciones conectan rápidamente. Una disciplina que acostumbra a incluir dentro de sus temas espacios en los que la voz desaparece y la música se convierte por momentos en una base repetitiva: son los llamados breaks, origen conceptual de todo esta apasionante revolución sociocultural. Un joven de origen jamaicano desembarca en el barrio en esta época. Lo que se encontró allí no debió de convencerle demasiado: pobreza y violencia acotada en suburbios para que no moleste al resto de la inmensa ciudad. Clive Campbell, que así se llama el recién llegado, todavía no sabe que acabará convirtiéndose en DJ Kool Herc, el pionero y inventor del hip hop como una cultura propia. A Campbell lo de las bandas no le interesaba. Chico listo. En vez de dedicarse a ellas, comienza a organizar fiestas para jóvenes en las que ejerce de pinchadiscos. Así descubrió que podía, usando dos platos, repetir indefinidamente los breaks de las canciones, que casualmente eran las partes que más gustaban y hacían bailar a los jóvenes.
El éxito de estas fiestas clandestinas fue tal que la policía las permitía, entre otras cosas porque se convirtieron en una opción de ocio sana para una juventud que había crecido con el crimen, las drogas y el alcohol demasiado cerca. Los primeros casetes fueron los encargados de hacer que el hip hop y el breaking traspasaran sus fronteras físicas y sociales originales, convirtiéndose en el fenómeno de masas y de la industria musical que ha llegado hasta nuestros días. Así que si un día uno, paseando por el parque de Mesones de Santander, se encuentra a un grupo de jóvenes bailando y haciendo piruetas imposibles al ritmo que marca una melódica y repetitiva base de rap, la culpa es en gran parte de él: de Clive Campbell, el bueno de DJ Kool Herc.
Breaking en Santander
La capacidad de esta cultura para propagarse es, a tenor de su breve pero intensísima historia, enorme. Fue capaz de conquistar el mundo cuando no existía internet y, ahora que dispone de catalizadores tan potentes como las redes sociales, lo ha colonizado por completo. Así lo explica Tomy (Tomas Herrero Revilla), otro de los miembros de la asociación Hijos de la Santa: «Yo lo conocí justamente en esta zona, cuando lo vi en directo con un amigo. Nos llamaban mucho la atención toda esa expresión con la música y con el movimiento. Poco a poco mi interés fue creciendo y decidí relacionarme con quienes lo practicaban, y a pesar de que eran pocos lo conseguí».
Así, de la unión de unos cuantos jóvenes que se sentían atraídos por esta cultura en la capital cántabra, surgió en 2010 la asociación Hijos de la Santa. Uno de sus socios fundadores, el B-boy Chimbo (David Vitorero Frechoso), recuerda que «comenzamos juntándonos cuatro o cinco, y vimos que necesitábamos un acceso a salas, a ayudas para poder bailar. Entonces decidimos que una asociación era la mejor forma de conseguirlo. La creamos simplemente para conseguir un espacio donde bailar, para poder montar nuestras actividades y nuestros encuentros, para que la gente pudiera venir a aprender y poder dar nuestros talleres». Siete años después, la la asociación, aunque pequeña, ya se ha asentado y disfruta de buena salud, como termina de explicar Chimbo: «Ahora mismo estamos en un punto muy bueno: tenemos un montón de actividades, de campeonatos, de talleres para niños, damos clase en un montón de sitios y la asociación va creciendo».
¿Es muy difícil la práctica del breaking? ¿Qué se necesita para poder realizarlo? ¿Qué filosofía o valores hay detrás de esta disciplina? Son las típicas preguntas que se hacen todos aquellos que se sienten atraídos por el breaking. Tomy Mario Rivera López Brea, conocido como B-boy Rive, desmitifica el asunto: «Con ganas cualquiera puede practicar breaking si quiere, porque es un baile que te permite realizarlo sean cuales sean tus características. Hay muchos estilos y muchas formas de hacerlo, sólo hace falta tener ganas y echarle horas. A nivel físico depende de qué quieras hacer. Hay movimientos que requieren más físico y más fuerza, y otros que son más suaves; es más técnica que fuerza, sobre todo. Y, al final, el físico te sale solo haciéndolo».
Y si el físico llega sólo, la cultura crítica y concienciada es inherente a esta expresión social. Para Tomy, una de sus grandes ventajas es que «la cultura se transmite entre personas. Nosotros lo conocimos a través de gente ue bailaba en Santander; eran mayores que nosotros y nos enseñaron antes de salir a la calle; después nosotros y otra gente lo ha estado manteniendo, y eso es muy importante en esta cultura. Yo destacaría el poder de transformación social que tiene: el hip hop puede cambiar mucho las cosas y eso está también por descubrir». Sin dejarle casi acabar la frase, Rive pone el énfasis en el respeto: «Otra cosa muy importante es el respeto. Tenemos que respetarnos mucho entre todos, cada uno es distinto y tenemos que valorar lo que cada uno tiene. No podemos ir y decir que éste es menos que yo... Éste es simplemente distinto. Esa es una de las bases del hip hop, el respeto a los demás».
Tras siete años de andadura, la asociación Hijos de la Santa encara 2017 con la ambición de seguir creciendo y consolidando su apuesta cultural en nuestra región. Además de los talleres y las actividades que organizan, entre los que destaca la tercera edición del festival anual Breaking Beach, también aspiran a seguir participando en conciertos como ya han hecho anteriormente en los de Kase-O o 7 Notas 7Colores, celebrados en 2016 en la capital cántabra.
Chimbo nos despide animado a todo el que lo desee a conocer esta cultura: «Que prueben, que sean valientes y no tímidos: si hay tanta gente haciéndolo es por algo. Es una buena manera para hacer amigos, para pasártelo bien, disfrutar y hacer ejercicio».
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