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Detrás del curso 'Ciencias y humanidades en salud mental. Diálogos posibles entre las dos culturas' hay lógicamente mucho trabajo organizativo. También hay un libro: 'Un ... verdor terrible', de Benjamín Labatut, un ensayo con el que asomarse a la ciencia, a sus búsquedas y azares, desde la literatura. Labatut se centra en un puñado de tentativas y descubrimientos científicos reales -gases mortíferos o mecánica cuántica- cuyo desarrollo ficciona y alimenta con las idas y venidas de sus protagonistas. 'Un verdor terrible' es un libro (un artefacto) muy interesante y en este curso de la UIMP ejemplifica bien los puentes que unen las ciencias y las humanidades.
El curso, de hecho, parte de una pregunta relativa a este binomio: ¿Existe actualmente un «divorcio» entre ciencias y humanidades? ¿Esto ha sido siempre así? ¿Qué peso tuvieron las maneras racionales de Descartes o la Ilustración? En tanto que la salud mental no es ajena a esa división, el encuentro promovido por la Fundación Manantial pretende tender puentes entre la medicina, la psiquiatría, la filosofía, el psicoanálisis, la literatura, la física, la psicología o la fotografía para, así, «encontrar herramientas con las que entendernos un poco mejor a nosotros mismos y el tiempo que estamos viviendo», exponen los organizadores.
Ayer profundizaron en esta idea los escritores Juan José Millás, Jesús Carrasco y Laura Ferrero, y Raúl Gómez, psicólogo y director de Recursos de Atención Social en la Fundación Manantial. Ferrero desveló cómo el «amor» por 'Un verdor terrible' les condujo a ella y a Gómez a organizar un encuentro con el que tratar de evidenciar que «las ciencias y las humanidades no tienen que estar en controversia sino en diálogo».
De hecho, es preciso propiciar «el cruce entre las humanidades y el ámbito científico en los temas de salud mental», apoyó Gómez, dos dimensiones entre las que a menudo «se levanta un muro» que «no ayuda en la mejora de la comprensión de los problemas que tenemos». Esa división puede afectar a una decisión clave cuando queremos abordar un problema de salud mental: qué tipo de tratamiento seguir. «Esa decisión va a marcar las posibilidades de recuperación» y con frecuencia se toma sin tener en cuenta «criterios para decidir si acudir a un psiquiatra con modelo biologicista, donde la medicación va a ser el pilar o a un modelo más analista, donde la palabra va a ser el principal motor de cambio». El tratamiento más eficaz, subrayó Gómez, es la combinación de ambos.
Si bien la pandemia ha servido para poner la salud mental «en un lugar prioritario en las agendas políticas y de los medios de comunicación», Gómez defendió que hay que saber hablar de ella, contarla sin espectacularizarla ni crear estigmas, «no caer en la politización».
«Estamos en un momento en el que están saliendo a la luz realidades que estaban ahí, pero estaban ocultas», avanzó Carrasco, Aquí son básicos los matices del lenguaje y ahí es donde «podemos acercar una realidad que es mucho más compleja y en la que la población se puede reconocer».
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