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Filosofía como periodismo radical
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Tras impartir un esperado curso en la UIMP, el pensador Byung-Chul Han protagoniza este lunes, a las 19.00 horas, el ciclo de charlas 'En contexto' en el Paraninfo de La MagdalenaEn el capítulo final de 'Infocracia', su último libro publicado en España, el filósofo alemán de origen surcoreano Byung-Chul Han (Seúl, 1959) afirma que « ... la filosofía actual carece por completo de referencias a la verdad. Se aparta de la actualidad. Por eso es también una filosofía sin futuro». Antes de tan expeditivo veredicto, cita un artículo de 1973 en el que el filósofo francés Michel Foucault subrayaba su compromiso con la verdad y se definía a sí mismo como periodista. Han no lo incluye en su cita, pero en ese mismo texto Foucault consideraba a Nietzsche el primer filósofo-periodista por haber «introducido la actualidad en el campo de la filosofía». Después de leer sus escritos, no parece aventurado sostener que Han se inserta en esa corriente de la filosofía que Foucault denominó «periodismo radical».
Byung-Chul Han es el filósofo que más libros vende en el mundo gracias tanto a sus agudas reflexiones sobre una notable variedad de temas de actualidad, como a su reconocible estilo (la cita del primer párrafo es paradigmática: frases cortas, comprensibles, contundentes, viralizables), y a una considerable atención mediática. Y no publica poco: su bibliografía en español supera ya los veinte volúmenes. En el curso que la semana pasada impartió en la UIMP ('Digitalización y disrupción en el mundo de la vida') anunció que su último producto, 'Vita contemplativa', se acaba de publicar en Alemania, y que ya está trabajando en otro cuyo título provisional es 'La crisis de la narración'. No obstante, esa aparente compulsión no debe inducir, según puntualizó el autor, a motejarle de «individuo que se autoexplota», pues él se considera más bien perezoso (y no pareció una afirmación retórica).
Precisamente a la narración dedicó la parte más vigorosa y sustanciosa de su intervención en el curso. Ejerciendo de «periodista radical», Han señaló que hoy estamos bien informados, pero debido a ello carecemos de orientación. Propulsada por la digitalización sometida a los intereses del neoliberalismo, la información actual, en tanto mero cúmulo de datos atomizados que privilegian la sorpresa y la inmediatez, no sólo no genera confianza, pues se desentiende de la verdad (las noticias falsas se validan como información), sino que además no aporta una dirección, un sentido, y erosiona el espacio público. Hay comunicación, pero no comunidad. Únicamente la narración, que exige la selección de la información (y no su simple amontonamiento) y la estabilidad en el relato, proporciona un rumbo, crea identidad colectiva, cohesiona una comunidad.
El neoliberalismo no construye una narración que pueda crear una identidad colectiva, pues su interés se centra en laminar toda narración, fomentando el individualismo y fragmentando la sociedad en su búsqueda exasperada del crecimiento económico. Por el contrario, según Han, Vladimir Putin, inspirándose en obras filosóficas de autores rusos muy conservadores, sí se ha preocupado por establecer una narrativa imperialista para crear o reforzar una identidad colectiva que, al mismo tiempo, sofoque el disenso y elimine el individualismo (al igual que hace el populismo de extrema derecha en todo el mundo). Habrá comunidad, pero no comunicación. Por eso Han sostuvo que la guerra de Ucrania requiere una solución filosófica, que pasa por la elaboración de una narrativa democrática dotada de símbolos y valores vinculantes fuertes, que se enfrente a la narrativa imperialista, eurasianista de Putin.
Esa reflexión sobre la crisis (y la necesidad) de la narración pareció un avance del libro que Han está pergeñando. Y, a tenor de lo escuchado, será una nueva variación sobre el tema central de su filosofía, que desarrolló en los libros 'La sociedad del cansancio' y 'Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder'. Textos breves y muy sintéticos que, como casi todos los que ha escrito, están bien surtidos de diagnósticos pesimistas sobre la actual «sociedad del rendimiento» dirigida por la psicopolítica (que, según Han, reemplazó a la «sociedad disciplinaria» de la biopolítica). Esos análisis, en ocasiones un tanto esquemáticos, pueden vacunar contra el optimismo sin conciencia que fomentan el pensamiento positivo y otros subproductos servidos por la «industria de la conciencia» de la «psicopolítica neoliberal». Pero a cambio también pueden dificultar pensar que el futuro no tiene por qué ser resultado inevitable del neoliberalismo o de cualquier otra ideología por inventar que pudiera ser incluso más deletérea (el enloquecido fomento de la creatividad acabará dando sus frutos).
Al margen de su lucidez o su pesimismo, la precisa y enjuta naturaleza de sus obras escritas (inversamente proporcional a sus digresiones en el ámbito de la oralidad, para regocijo de algunos y escándalo de otros) hará que sus seguidores suscriban la primera parte de uno de los más conspicuos aforismos del 'Oráculo manual' de Gracián: «Lo bueno, si breve, dos veces bueno». Los críticos más compasivos harán suya la segunda: «Y aun lo malo, si poco, no tan malo».
Por mi parte, me atrevo a recomendar a todo el que haya leído a Han (e incluso a él mismo) que eche mano de '¿Por qué (no) leer a Byung-Chul Han?', una valiosa obra colectiva publicada en 2018 por la editorial argentina Ubu. De suerte que, si el profesor Han regresa a Santander (o si alguien le intercepta en cualquier otro lugar, aunque parece esquivo), se le podrá ofrecer un regalo que él mismo reconoció disfrutar (quizá tanto como interpretar al piano el aria de las 'Variaciones Goldberg' de J. S. Bach), y que honrará más que ninguna otra cosa su condición de filósofo: que se discutan sus ideas.
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