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Citó a Paul Lafargue, el yerno cubano de Karl Marx, a Kafka y Nietzsche y muchas veces a Hannah Arendt, pero para refutar su concepto ... de «acción». Cinco días después de que impartiera un curso magistral, no exento de controversia como corresponde al ámbito académico de una universidad de verano, el autor de 'La sociedad del cansancio', el filósofo y ensayista surcoreano que escribe en alemán, Byung-Chul Han, protagonizó la tribuna 'En contexto' en la programación cultural de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Los pensamientos que edifican su ultimo libro, 'Vita contemplativa', publicado ahora en Alemania - «la ociosidad debe ser un patrimonio esencial de la Humanidad»-, vertebraron su charla durante una hora ante un Paraninfo abarrotado en el que fue notoria la presencia de público joven. El incesante y caudaloso pensador, que ya trabaja en un ensayo sobre 'la crisis de la narración', tuvo palabras de elogio para la «bellísima» Santander; recordó que sus libros tienen más éxito en España, Italia, América Latina, precisamente donde la siesta y la fiesta son intocables, y confesó ser perezoso: «No me gusta viajar, si acaso una o dos veces al año, y esta estancia en Santander es una excepción absoluta». En su disección de la vida contemplativa criticó ese empeño en «explotarnos apasionadamente con la ilusión de realizarnos a nosotros mismos».
El pensador de referencia del nuevo milenio habló de su querencia por «mirar las flores e identificarlas con su móvil, y mirar al cielo para después apuntar sus pensamientos que se traducirán en un ensayo. No necesito explotarme. Un filósofo no puede explotarse porque el pensar es contemplativo».
En nuestra «sociedad del cansancio», apuntó el profesor Han, «cada uno se explota voluntariamente a sí mismo creyendo que así se está autorrealizando». Y refexionó, según dicta su nuevo libro, en el tiempo del trabajo que se ha totalizado hoy convirtiéndose en el tiempo absoluto. «Deberíamos inventar una nueva forma de tiempo. Contrapongo al tiempo laboral el festivo. Este es un tiempo de ociosidad, que hace posible recrearse y permite una experiencia de la duración».
Byung-Chul Han | Filósofo
A su juicio, en el actual concepto de tiempo libre «falta tanto la intensidad de la vida como la contemplación».
La digitalización y sus medios, uno de los asuntos en los que ha profundizado Byung-Chul Han en sus libros, suponen además «gran» consumo de energía. Esto enlaza con una de las ideas que expuso ayer el profesor: la naturaleza y la necesaria «reconciliación» del ser humano con ella.
Han aboga por «una república de los vivos» y por un cambio radical de «nuestra conducta hacia la naturaleza. Si queremos combatir la crisis climática no basta usar los recursos de forma responsable, sino tener otra relación con la naturaleza» que implica, indefectiblemente, «una relación completamente diferente con ella».
Tras la conferencia, el profesor Han atendió a los medios. Insistió en un matiz ante el dedo acusador de algunos articulistas: «Mis libros no son fuente de consejos, sino de conocimiento». El pensador defendió la función que han de desempeñar los pensadores. Aunque no implique ofrecer «soluciones concretas», subrayó, «es mi tarea como filósofo dar un poco de luz al mundo».
El neoliberalismo se mezcló en las reflexiones del profesor Han, primero sobre la democracia -«no sé si es necesaria para el neoliberalismo y esa una gran pregunta: ¿Quiero más democracia o quiero más crecimiento? Yo diría que más democracia, pero [quizá] no es necesaria» para el sistema neoliberal, expuso-; y después sobre el papel de las universidades: «Son empresas neoliberales y los profesores son los vendedores. Produce a los futuros trabajadores y por eso las universidades se capitalizan», expuso el pensador, a la sazón docente en la Universidad de las Artes de Berlín, donde vive. Además, como ya expuso en el curso, el profesor cree que las revoluciones no son posibles en la actualidad. Vivimos cautivos de la comodidad que procuran la digitalización y sus medios. «Con el 'smartphone' no es posible una revolución. Vivimos en una prisión de comodidades», dijo, y en esa cárcel cada cual está aislado. «El consumidor está solo». No obstante, el profesor Han reiteró que su intención no es demonizar la digitalización, las redes sociales o los dispositivos en sí, sino su deriva, su imposición, el encapsulamiento impercetible que producen. De hecho, al principio se pensó que internet y las redes nos regalaban una suerte de democracia directa, que eran un foro de libre participación.
Sin embargo, otras razones explican su funcionamiento. «Hemos dejado la digitalización en manos del capitalismo», y las reglas del juego las marcan los algoritmos -que conducen a la adicción y a una visión «cortoplacista» de la realidad que «altera» nuestra vida de forma «brutal»-, o los estándares de rendimiento. Las redes sociales «nos roban la vida, el tiempo de la vida, nuestra parte humana», denunció Han, que solo usa su 'smartphone' cuando va al campo o a la montaña y entonces se sirve de una aplicación para reconocer plantas y flores, sin duda, una de sus grandes aficiones, además de tocar el piano.
El profesor también habló de asuntos actuales; la guerra en Ucrania, un conflicto emprendido por Putin en aras de fijar una nueva narrativa y un «anhelo imperialista». Apartado del liberalismo que caracterizó sus inicios en el poder, Putin se ha convertido en un defensor del conservadurismo más radical. A modo de anécdota reveladora, Han explicó que obliga a sus funcionarios a leer a pensadores de corte conservador. La guerra, en cualquier caso, es un «problema filosófico» que no se puede resolver únicamente con el envío de armas desde Occidente. Quizá eso solo perpetúe el conflicto, valoró Han. Y muy cercano a Putin está Viktor Orbán, primer ministro de Hungría, que trabaja en la misma narrativa conservadora que Putin. «Si lo analizamos en conjunto estamos afrontando un problema filosófico».
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Ana del Castillo
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