Potenciar la imagen de la primera fundación privada de España era el reto que se marcó cuando recaló en la Fundación Botín. Iñigo Sáenz de Miera, gestor partidario del pragmatismo, de aprovechar al máximo las oportunidades y de que el tiempo madure el trabajo del ... día a día para hacer un balance sereno, lleva casi una década al frente a la institución santanderina. El director general de la entidad se encontró en el camino el reto de poner en marcha el Centro Botín.
Al inicio de la 'desescalada' ha sido el primer centro de arte de España en reabrir sus puertas. Ahora llega el momento de enfrentarse a ajustes y cambios derivados de la crisis global y del tiempo detenido.
El sociólogo y exdirector de diversas áreas de la Universidad Francisco de Vitoria, también exdirector del Grupo educativo Integer para España, cree que «una de las cosas que esta crisis nos ha enseñado es a vivir sin las certidumbres a largo plazo a las que estábamos acostumbrados».
-¿Cómo está viviendo este tiempo insólito y como gestor de una de las grandes infraestructuras culturales del país?
-Como creo que nos ha pasado a todos, ha habido momentos de todo tipo: mucha preocupación por lo trágicas que han sido algunas semanas, y también momentos más tranquilos y de reflexión. En lo que respecta a la Fundación, desde el principio afrontamos todo esto como una oportunidad para pensar de qué modo desde cada uno de los programas sociales podíamos aportar algo, y lo más bonito ha sido comprobar que, de verdad, a pesar de la distancia, el equipo ha estado más unido que nunca.
-¿Cuáles son los retos que le esperan al Centro Botín en los próximos meses tras las sucesivas vivencias de la pandemia?
-Los mismos que ha tenido siempre, que si cabe ahora son más claros que nunca. El Centro Botín es un centro de arte que quiere contribuir al desarrollo personal y específicamente a la creatividad de las personas, y es evidente que esa labor es más necesaria hoy que ayer. Todos nos hemos dado cuenta durante estos meses de hasta qué punto necesitamos las artes, y de qué modo estas sirven para que nos sintamos mejor y afrontemos de la mejor manera posible nuestro día a día. Por eso, la Fundación a través del Centro va a seguir empeñada en la labor de que los cántabros, y también quienes nos visitan, encuentren en las artes una herramienta para aprender a mirar a la realidad de formas distintas, que en el fondo es una de las claves de la creatividad.
«Aunque seguro que tenemos mucho que mejorar, lo llamativo es cómo la sociedad ha acogido al Centro
-Las limitaciones, recortes y medidas de contención presupuestarias, ¿en qué medida van a afectar al CB en su evolución?
-Lógicamente nos afectará, como a todos. La Fundación Botín es una fundación patrimonial, por lo que sus recursos provienen de las rentas de su patrimonio, donado a lo largo del tiempo por la familia Botín. Ese patrimonio, en nuestro caso, además del inmobiliario, está formado por acciones del Banco Santander, del que la Fundación posee aproximadamente el 0,5%, siendo, por tanto, junto a la propia familia Botín, uno de sus accionistas de referencia. Como es bien sabido, debido a esta crisis el Banco Santander ha tenido que suspender el pago del dividendo de este año, y la Fundación tendrá que adaptarse a este nuevo escenario. Nuestro objetivo es mantener todos los programas y proyectos, y tendremos que ajustar la inversión en cada uno de ellos a los ingresos que finalmente se produzcan. Esto no tiene necesariamente que ser negativo en todos los casos, porque es también una oportunidad para seguir mejorando la eficiencia social de todo lo que hacemos y para buscar formas nuevas de hacer las cosas.
-¿Ha mantenido su personalidad inicial el Centro o ha mutado en algo más convencional?
-Sí, la ha mantenido. De hecho, una de las cosas que creo que mejor definen al Centro Botín, y una de las claves que podrían explicar lo bien que han ido las cosas hasta ahora, es precisamente lo clara que ha tenido su misión social desde el principio, y el modo en el que todo lo que hacemos gira en torno a ese objetivo de que las artes formen parte de nuestro día a día y contribuyan a nuestro desarrollo personal. Esta claridad en la misión y en la estrategia tiene mucho que ver con el hecho de que el Centro sea un proyecto, por decirlo de algún modo, 'orgánico', fruto de una larga historia de actividad artística, de investigación y educativa de la Fundación. Siendo, por supuesto, el proyecto más importante de nuestra historia, al mismo tiempo no es sino un paso más de una ya larga trayectoria.
«Vamos a vivir unos meses en la incertidumbre pero la cultura será, sin duda, un motor de crecimiento»
-¿La crisis modificará los contenidos, prioridades y calendario del Centro Botín?
-Las prioridades no, en absoluto. El contenido, y sobre todo el calendario, es evidente que sí se verá afectado, porque la programación de los grandes centros de artes y museos de todo el mundo es un puzle muy complicado que después de estos meses de parón tendremos que ir volviendo a encajar. Este momento estamos muy centrados en el 'aquí y ahora', y en lo que podemos aportar hoy, pero al mismo tiempo recomponiendo el calendario de los próximos meses. En ese sentido, es muy probable, por ejemplo, que las exposiciones de Thomas Demand y Ellen Gallager, previstas para este año, se tengan que posponer. En cualquier caso, creo que una de las cosas que esta crisis nos ha enseñado es a vivir sin las certidumbres a largo plazo a las que estábamos acostumbrados y que, por cierto, a lo mejor no eran tan reales como pensábamos.
-¿Mantiene alicientes que garantizan su continuidad o ha pensado en cambiar de aires?
-Los retos, las oportunidades y los proyectos que tiene por delante la Fundación Botín, tanto en el Centro Botín como en el resto de sus programas, son apasionantes. Y con un patronato tan comprometido con la misión, y un equipo tan bueno de profesionales, cuesta imaginar un proyecto más ilusionante que este.
-Como ejercicio de autocrítica, ¿ha tomado decisiones de las que ahora se arrepiente?
-Seguro que durante estos años todos nos hemos equivocado en multitud de ocasiones, yo el primero, y seguro que nos seguiremos equivocando. Lo importante no es tanto equivocarse o no, sino tener claros los objetivos e intentar hacer cada cosa, pequeña o grande, lo mejor que uno pueda, y escuchando a los que más saben. En este sentido trabajar en la Fundación Botín es un lujo y también una responsabilidad, porque siempre hemos podido rodearnos de los mejores.
-¿La manida integración del CB en la sociedad considera que tiene un reflejo real más allá de las cifras?
-Aunque seguro que tenemos mucho que mejorar, si de algo estamos agradecidos en el Centro Botín, y si hay algo que sigue llamando la atención a otros grandes centros de arte de España y de fuera, es cómo la sociedad cántabra ha acogido al Centro y lo ha hecho suyo. Y no resulta fácil hablar de esta integración sin mencionar los 140.000 Pases permanentes y los más de 3.500 amigos del Centro, o el hecho de que más de la mitad de sus visitantes sean cántabros. Esto además no es fruto de la casualidad, la fundación tenía muy claro desde el principio que además de ser este su proyecto más global y más social, era, sobre todo, su proyecto más local. Su objetivo es contribuir, con las artes, al desarrollo de Cantabria.
-El edificio de Renzo Piano está a punto de cumplir su tercer aniversario. ¿Qué balance hace?
-Siempre hemos dicho que el balance tendrá que hacerse a largo plazo, su misión es muy ambiciosa y contribuir significativamente al desarrollo de una región y al desarrollo personal de sus habitantes no es algo que se pueda hacer en tres años. Eso sólo se podrá saber dentro de mucho, y para ser capaces de medirlo, que no es fácil, pusimos en marcha el año pasado un proyecto muy innovador con la Fundación Instituto de Empresa, que en unos meses esperamos poder contar con algo de detalle. Esto es compatible con decir que estamos muy agradecidos por el modo en el que el público, sobre todo el cántabro, nos ha acogido, así como por el modo en el que otras instituciones culturales y, en general la sociedad española, ha valorado hasta ahora lo que humildemente estamos intentando aportar.
-¿Qué argumenta frente a quienes piensa que los artistas locales deberían tener más protagonismo en la Fundación?
-En lo que respecta a las exposiciones, la Comisión de Arte propone a quienes considera que son los artistas que más pueden aportar y que mejor encajan en el programa del Centro, sin mirar su edad, sexo, condición o lugar de origen. Lo mismo sucede con las becas, que otorga un jurado independiente que, además, por cierto, cambia cada año. El compromiso de la Fundación con la calidad, en todos sus programas pero muy especialmente en las exposiciones, es irrenunciable. Pero es que además, desde su inauguración, más de 150 artistas y agentes culturales locales han participado en la programación, y pocas cosas nos gustan más.
-¿Un proyecto como el del Centro Botín puede estar amenazado por una realidad que solo atiende a la cultura que suponga rentabilidad económica?
-Creo que, muy al contrario, ahora es aún más evidente que antes que el tipo de inteligencia que necesitamos, como país e individualmente, para de verdad lograr salir fortalecidos de esta situación, es inteligencia emocional y social. Por supuesto necesitamos conocimientos e inteligencia racional, pero sobre todo desarrollar nuestra creatividad, nuestra empatía, nuestra capacidad de superar la frustración, nuestra capacidad de generar confianza, nuestra capacidad de generar entusiasmo. Y pocas cosas como las artes nos pueden ayudar a reconocer y a gestionar estas emociones.
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