Agradezco el calor, la compañía y el buen afecto. Amor y amistad

El estado de alarma continúa y parece que seguirá vigente hasta finales de junio. He empezado a ver a amigos. De momento, he ido yo a una casa y el resto han venido a la mía. Nos podemos ver y escuchar, que es bastante. Es mejor, desde luego, que conversar a través de una pantalla.

Me vienen a la mente, de pronto, los ciegos a los que se les ha prohibido el tacto, que es su forma de ver. Me pregunto cómo vivirán esta distancia física que nos recomiendan para prevenir el contagio. Una de las personas que me vino a visitar me trajo tres libros de poemas: Vicente Gallego, José Ángel Valente y Jacques Roubaud. Descartes de una biblioteca que han acabado llegando a la mía. De Valente y Gallego tengo ya algunos libros perdidos por las estanterías. A Roubaud no lo conozco. Un buen botín, en cualquier caso. Me encuentro bien estando solo, demasiado bien me parece algunas veces, pero necesito a la gente. Agradezco el calor, la compañía y el buen afecto. Amor y amistad, que acaban siendo una misma cosa. Relaciones de cuidado y respeto. En el lugar en el que vivo no hemos aplaudido a las ocho. Pero el confinamiento y las medidas de restricción social nos han empujado a un pequeño vial que da acceso a nuestras casas. Allí, alrededor de una modesta rotonda de hierba, nos vemos manteniendo la distancia de seguridad por las tardes. Todo gira alrededor de los niños, que son un imán para la vida, que hacen de la existencia un lugar mejor con solo ocuparla. Me gustan los pájaros, pero resulta que soy un hombre. No querría que esta casa en la que vivo estuviese aislada en medio de un bosque.

Sigue aquí este cuaderno de excepción.