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El profesor Manuel González Morales, autor de 'Releyendo la Prehistoria', en su espacio íntimo.
«Altamira delata nuestras a menudo falsas necesidades»
Manuel Gonzalez Morales | Catedrático de Prehistoria

«Altamira delata nuestras a menudo falsas necesidades»

El investigador y exdirector del IIIPC cree que «lo de mirarnos hacia adentro cotiza poco ahora» y está convencido de que cuando salgamos seremos igual que antes»

Guillermo Balbona

Santander

Domingo, 26 de abril 2020, 08:01

-A estas alturas, ¿esto del confinamiento a qué le suena?

-En mi caso, que soy afortunado de vivir en un pueblo y con campo alrededor, y aunque esté mal decirlo en estas circunstancias terribles para muchos, me suena a trino de pájaros. Siempre están ahí, pero ahora, sin movimiento, se oyen mucho más y es una gran ayuda para relajarse.

-Esta cuarentena a punto de superar el significado del término, ¿le ha venido bien y mal para qué?

-Bien para ir ordenando cosas para las que nunca había tiempo, para leer material de trabajo que tenía acumulado, para ir organizando prioridades para terminar temas pendientes... y mal, en nuestro caso, para rematar unas actuaciones arqueológicas de campo que teníamos que haber continuado.

- A usted que está acostumbrado a hurgar en el pasado, entre el patrimonio y la historia, ¿quizás esta situación le ha devuelto una imagen de lo humano demasiado familiar?

-La imagen muy familiar de una constante humana, que es la de no aprender del pasado. En varios momentos de la Prehistoria las respuestas inadecuadas a cambios climáticos, o la sobreexplotación de los recursos naturales han llevado a diversas sociedades a una situación de estrés en la que han sido víctimas de un rápido deterioro e incluso desaparición ante una nueva amenaza inesperada. Pasó al final del Neolítico en Centroeuropa, donde la expansión de los intercambios con las nuevas técnicas, como la rueda, sirvió de vector de transmisión de la peste. Debería sonarnos el tema.

-Otra crisis... ¿será otra inevitable palada para enterrar aún más la cultura?

-Si sirve como ejemplo inmediato, mi amiga Philippine González-Camino, acaba de cerrar definitivamente su librería en Madrid, y me temo que no será la última. En esto pasa como en las guerras: cuando llegue el final y se empiece a pasar revista a los daños creo que nos vamos a asustar bastante del panorama. Con un tejido de industrias culturales tan tenue y debilitado como ya estaba es difícil ser optimista. Eso sí, los que ya lo hacían seguirán comprando todo por Amazon y luego llorarán públicamente de lo mal que está la cultura en España. De ese virus sí que solamente saldremos si lo hacemos unidos y con ideas claras de que el consumo de cultura empieza por lo que tenemos al lado de casa, y que además en Cantabria es de mucha calidad.

-A la hora de evaluar a gestores, ¿qué nota pone a la Administración en este tiempo oscuro?

-No quisiera estar en la piel de ninguno de los gobernantes, a escala nacional o autonómica, a los que les ha tocado esta faena. Frente a una situación radicalmente nueva e inesperada no hay quien acierte al 100% y tienen que funcionar a base de ensayo y error de manera inevitable. A toro pasado todo el mundo es experto epidemiólogo y lo hubiera hecho mejor. Entre los miles de memes que circulan estos días por las redes me llegó una frase que comparto plenamente: «En momentos de crisis los inteligentes buscan soluciones y los inútiles buscan culpables». No se puede resumir mejor.

-¿Necesitábamos una pausa para mirarnos, aunque sea con wifi, internet y netflix?

-Ojalá fuera así, pero lo malo de la hiperconexión actual es el tiempo que perdemos mirando las redes sociales, las noticias, los bulos, las series. Sospecho que lo de mirarnos hacia dentro cotiza poco en esta época, que sería ideal para ello. Y si no pensamos con calma en lo que significa todo esto que nos está pasando, cuando salgamos estaremos igual que antes. Desconfío bastante de ese mantra tan de moda estos días de que vamos a cambiar después de la pandemia: creo que nada apunta a ello, pero me encantaría equivocarme.

-Con todo esto, ¿algunos tienen otra excusa para retrasar el nuevo Museo de Prehistoria?

-Espero que no, pero estamos en una situación de suspensión de plazos administrativos, que supongo que también afectarán a la resolución del concurso que estaba en marcha. Otra cosa es la situación económica que va a quedar después. Es una cuestión de prioridades.

-Poco antes de morir me dijo Joaquín González Echegaray: «Aquí en Cantabria estamos con la boca abierta esperando no se sabe qué». ¿Qué opina?

-Que Joaquín era un sabio. Es una actitud muy frecuente, la de estar esperando a ver qué cae del cielo -o en este caso la administración- en vez de tener la iniciativa de innovar, de hacer cosas, de cambiar lo que no funciona.

-¿Quizás nos convendría ahora una visita a Altamira para vernos más desnudos?

-No estaría mal entrar y pasear por sus galerías admirando lo que hacían las gentes del Paleolítico desde hace treinta mil años, con una tecnología mínima y unas formas de vida de una simplicidad extrema, visto desde nuestras a menudo falsas necesidades. Con un poco de ocre, un trozo de carbón y un buril de piedra hicieron una de las grandes obras de la humanidad; no necesitaron nada más.

Su perfil

Manuel Gonzalez Morales (Santa Clara, Cuba, 1950) es doctor en Historia por la Universidad de Oviedo y ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en la UC, de la que ha sido vicerrector y decano de Filosofía y Letras. Catedrático, investigador principal de varios proyectos y excavaciones internacionales, lo ha sido también como asociado a la Universidad de California. Preside la Federación Cántabra de Espeleología.

-Ahora que todos tenemos algo de espeleólogos sonámbulos, ¿Propone alguna aventura?

-Se me ocurren muchas. Las cuevas son un paisaje al que la mayoría de la gente no está acostumbrada. Es un mundo donde se puede experimentar, por ejemplo, lo que es la oscuridad y el silencio como en ninguna otra parte. Y tienen la emoción de ir descubriendo a cada paso, a medida que lo vamos iluminando, un paisaje distinto de todo lo que hay afuera. Y si uno se queda con ganas de más, tiene la posibilidad de unirse a algún club de espeleología de la veintena que hay.

-Entre el pasado y el presente, ¿nos unen la supervivencia y nos diferencian las herramientas?

-El género humano es experto en sobrevivir. Nuestros antepasados salieron de África y colonizaron toda Eurasia hace más de un millón y medio de años con instrumentos elementales y esa forma de vida simple; lo mismo hizo nuestra especie, el Homo sapiens, que completó la tarea colonizando América y todo el resto de las tierras. Si la duración del género humano, desde su primer origen africano hace dos millones y medio de años, la condensáramos en un vídeo de cuatro minutos, toda la Historia a partir del inicio del Neolítico ocuparía tan solo el último segundo. Todo lo demás lo hicimos con instrumentos de piedra tallada, hueso y asta,. Es para pensárselo.

-¿En qué trabaja ahora?

-En la investigación en la que lleva trabajando nuestro grupo hace muchos años, sobre la respuesta humana al gran cambio climático global que ocurrió al final de los tiempos glaciares cuando, por ejemplo, el nivel de los mares subió más de cien metros. Sirve para que pensemos lo que puede ocurrir en un futuro inmediato, en que mucho menos que eso puede arrasar las zonas costeras, las más pobladas del planeta. De aquello salimos porque éramos muy pocos; ahora sería el fin de la civilización como la entendemos.

-La investigación, los estudios... ¿qué imagen del hombre le ha proporcionado?

-Pregunta difícil. En lo que vamos encontrando de los hombres y las mujeres del pasado remoto vemos muchos de los rasgos de nuestras propias sociedades, pero algunos mucho más desarrollados, como la solidaridad dentro del grupo y entre grupos, que es la explicación de su éxito evolutivo y la única posibilidad que tuvieron para sobrevivir. Supieron aprovecharla y por eso estamos aquí charlando.

-La «administración kafkiana» que usted tanto ha denunciado, ¿ha lastrado el talento?

-Quiero ser un poco optimista: en este momento en la administración regional dedicada a estos temas hay personas con ganas de hacer las cosas bien y realizar cambios necesarios, pero hay problemas estructurales que lo dificultan, o a veces lisa y llanamente lo impiden. La Ley de Patrimonio Cultural de Cantabria, que ya era excesivamente reglamentista en la época en que promulgó, hace veinte años, necesita una revisión completa y a fondo. Y la burocracia derivada de ella, a pesar de la mejoría que hemos notado en algunos aspectos, es una rémora importante. También ahí existe margen de mejora, y los políticos deberían entender que no es un tema partidista, sino que de él depende el futuro de la cultura en nuestra región.

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