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A lo mejor recuerda esa visita que hizo con el colegio a la cueva de Altamira hace treinta, cuarenta o cincuenta años. O ese aviso de un amigo o familiar para ir a verla in extremis porque corría el rumor de que iban a ... cerrarla al público. Ese recorrido que hizo con aparente normalidad se convierte ahora en un privilegio al alcance de unos pocos después de que se cerrara al público en 2002 ante la degradación de las pinturas. Y no de cualquiera. Entre 1999 y 2002 se abrió la ya famosa lista de inscritos para visitar las pinturas de la cueva original. Y si no es uno de los previsores y afortunados de esa sucesión de nombres y apellidos de todo el mundo que se sigue a rajatabla, las posibilidades de visitarla se reducen a la mínima expresión. Al menos de momento. El listado, que incluso se certificó ante notario, contaba con algo más de 4.500 peticiones, que en su momento suponían 26.000 personas -cada titular podía reservar plaza para hasta 20 personas (ahora se ha reducido y de cada solicitud solo pueden llegar a entrar 2, 3 o 5 personas) - . Hasta la fecha se han tramitado unas 250 peticiones, lo que supone que desde el 15 de agosto de 2020 (cuando se abrió la lista) hasta el sábado pasado, 8 de octubre, han accedido a la cueva original 516 personas.
Y es que localizar a aquellos que se inscribieron hace más de dos décadas no es tarea fácil. A finales de los años 90 el uso del correo electrónico no era el actual (o muchas de esas direcciones ya no existen) y la mayoría de personas no contaban con un teléfono móvil personal. Así que el proceso se torna tedioso y el dato certero al que recurren es la dirección postal: «Nos dirigimos primero por teléfono y si no se les localiza o no tienen se les escribe una carta. De ahí la antelación del proceso para que todo salga bien. Ahora mismo tenemos todas las citas del año gestionadas y en breve nos pondremos con las del 2023», explica Pilar Fatás, directora del Museo de Altamira al tiempo que matiza que, hasta el momento, han conseguido localizar aproximadamente al 60% de los titulares de las peticiones gestionadas. «Incluso nosotras estamos sorprendidas, pensamos que encontraríamos a menos personas, pero es un buen número», reconoce.
Si la organización no ha conseguido localizar a alguno de los titulares de ninguna de las maneras, este pasa a ser un candidato descartado. Aunque hay una excepción. Altamira no insistirá más, pero si alguien llama y se verifica que se ha intentado contactar con él, esa persona podría recuperar la oportunidad de visitar la cueva.
La previsión es clave en este proceso, ya que los interesados son de lo más variopintos y proceden de toda la geografía española e incluso de otros países. Como curiosidad, desde que se abrió la lista en 2020 solo se ha tenido que cancelar una única visita por «causas personales sobrevenidas».
El sistema actual consiste en una visita restringida de grupos de 5 personas una vez a la semana (los sábados) con una duración de 37 minutos en el interior de la cueva, de los 8 son bajo el techo de polícromos.
La Comisión Permanente considera «adecuado» continuar con este régimen de visitas a través de la lista de espera y, por el momento, Altamira descarta modificarlo, al menos hasta que el Patronato se reúna y se vuelva a plantear el tema. En cuanto a la posibilidad de abrir la actual lista, Fatás considera que de momento es «imposible», ya que el volumen de solicitudes pendientes todavía es muy denso.
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