Secciones
Servicios
Destacamos
La reproducción de las representaciones rupestres mediante magníficos dibujos de figuras individualizadas, y en especial las de los animales del techo de la Cueva de Altamira, se convirtieron en «una de las señas de identidad de nuestra Prehistoria y forman parte del imaginario ... colectivo de varias generaciones». La exposición 'Arte prehistórico, de la roca al museo', inaugurada ayer en el Museo Arqueológico Nacional (MAN), que viajará al Museo de Altamira en septiembre, reflexiona sobre las posibilidades de presentación del arte de la prehistoria en el ámbito museístico y en su contexto original.
El proyecto se inspira en la muestra que en 1921 la Sociedad Española de Amigos del Arte dedicó al 'Arte prehistórico español' y busca «plantear un recorrido por la evolución en las formas de exposición de arte rupestre en museos». El arte rupestre empezaba a mostrarse así en los museos hace apenas un siglo. Y del viaje milenario de las primitivas expresiones artísticas de las cavernas a las salas museísticas trata la exposición abierta en Madrid hasta julio.
Aquella cita se postula como «el hito fundacional de un camino que todavía seguimos recorriendo: La musealización del arte rupestre». Supuso, en este sentido, el inicio de la difusión a gran escala del arte más antiguo creado por los seres humanos, reuniendo dos décadas de trabajo de documentación y estudio realizado por investigadores españoles, franceses y alemanes. «No solo se trataba de dar visibilidad a una investigación, llevada a cabo a menudo con escasos medios, sino que también intentaba transmitir a un público que aún no había descubierto el turismo cultural la grandeza de ese arte primitivo». La muestra ahora inaugurada recorre casi 20.000 años, del Paleolítico Superior a la Edad del Bronce y salta luego al siglo XX y al XXI. Organizada por el Ministerio de Cultura y Acción Cultural Española (AC/E), con el apoyo de Bolsas y Mercados Españoles y la Asociación Cultural de Amigos y Protectores del MAN, la muestra, como seña de identidad, plantea fundamentalmente una reflexión sobre las posibilidades de contextualización del arte de la prehistoria en el ámbito museístico a través del ejemplo del propio MAN, según el criterio de los tres comisarios: Eduardo Galán, Ruth Maicas y Juan Antonio Martos.
Noticia Relacionada
Entre las piezas que destacan en la muestra se encuentra el techo de polícromos de la cueva de Altamira (Paul Ratier -1879-1880- carboncillo y pastel sobre papel) del MAS, Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria (en depósito en el Museo de Altamira). Este dibujo, un encargo de Marcelino Sanz de Sautuola al pintor de origen francés Paul Ratier, es la primera copia de una obra de arte rupestre paleolítico. Muestra parte del techo de los polícromos de Altamira con más de una veintena de bisontes y una cierva. Su valor documental es «excepcional, pues estamos ante una instantánea de cómo estaban las pinturas cuando Sautuola las descubrió». El cuadro y los bocetos, no conservados, servirían para ilustrar la publicación que Sautuola hizo de las pinturas en 1880 y las primeras noticias periodísticas sobre su hallazgo.
La exposición de 1921 llevaría el arte prehistórico a los museos, «primero a través de representaciones pictóricas que, con el tiempo, evolucionarían a fórmulas más complejas, mostrando el ambiente en el que este arte fue creado», según los expertos. En la muestra del presente se han reunido más de 250 piezas procedentes de las colecciones del MAN y de instituciones como los museos del Traje y del citado MAS. Entre todos, destacan los lienzos que reproducen los animales de Altamira, «las imágenes más representativas del arte rupestre español», realizadas por Juan Cabré y Francisco Benítez Mellado pocos años después de la difusión del descubrimiento de Sautuola, y que se exponen por primera vez en 70 años.
También el original para el cartel de la histórica muestra de 1921 en el que Benítez Mellado jugó ya con el icono del bisonte de Altamira y los cazadores paleolíticos. Hay también «herramientas, ídolos, objetos cerámicos y estelas grabadas halladas en las cuevas y sus entornos».
En sus cinco secciones la muestra desvela los orígenes del estudio del arte prehistórico, surgido por el interés que suscitaron los hallazgos de Altamira. «A principios del siglo XX el arte rupestre, con la excepción de Altamira, estaba reservado a los iniciados y los estudiosos, hasta que la exposición de 1921 lo cambia todo con la innovadora reproducción de las pinturas a tamaño real y con sus colores que ahora exhibimos», señaló Eduardo Galán.
Además de explicar la «musealización del arte prehistórico», la exposición analiza la importancia de su conservación en su contexto original». El trayecto de un siglo en el que se pasó de «representaciones estáticas de piezas y reproducciones a dinámicos montajes audiovisuales y a sistemas de reproducción y conservación de alta tecnología que permiten salvaguardar unas pinturas fragilísimas». Hoy «disfrutamos de una museografía inmersiva, de maravillas como la reproducción de los techos de Altamira en el MAN o la neocueva en Cantabria, junto a la original. De las réplicas de cuevas francesas como Lascaux y hasta de parques temáticos como el de Teverga, en Asturias, para ver réplicas prehistóricas», se felicitaba Galán.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.