![Alumbrar el 'diálogo' más singular de Pisano](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2024/10/29/99331235-kfKG--1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
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¿Cómo es posible que en dos paletas se mezclen los mismos colores, una para un pintor oscuro y otra para un creador daltónico, a más de mil kilómetros de distancia, dando como resultado obras similares? Ocurrió. Y la prueba es 'Diálogo en la distancia', ... la muestra que reúne obras de Eduardo Pisano y José Antonio Gómez Fernández, 'Sago'. Ambos torrelaveguenses, en constante experimentación y unidos por una técnica común. Pero vayamos por partes.
Esta tarde, tras una visita guiada (18.00 horas) se clausura la muestra en la Sala Mauro Muriedas. La comisaria del proyecto, Ana Llera, destaca que «hay una coincidencia espectacular en temática, técnica y color». Aunque Pisano es conocido por sus tonalidades sombrías, en la última etapa de su vida, el torrelaveguense se inundó de colores llamativos como queda patente en la muestra. «Pintó vida», dice Llera. El recorrido por las dos plantas permite observar las obras, en un relato que no busca comparar, sino establecer un diálogo con similitudes más que evidentes. De entre todos los barcos, ambos plasmaron veleros. De entre todas la figuras populares, payasos. Pintaron mujeres compartiendo perspectiva. Aves de idéntico plumaje. Paisajes gemelos de similar perspectiva invertida.
José Antonio Gómez Fernández era el propietario de la cafetería Sago, de la que toma su apodo, donde Eduardo Pisano solía tomar café cada mañana cuando estaba en la ciudad, «bien temprano». Comenzó curioseando por las obras del hostelero que colgaban de las paredes y terminó visitando el altillo donde tenía su taller y de donde surgieron diversas ideas, incluyendo una obra conjunta que puede verse en la muestra.
Pisano afirmaba que lo difícil es romper el lienzo en blanco. «Decía que hay que buscar una marcha a partir de la cual crear el cuadro», rememora Gómez Fernández. «Depende de la imaginación, de la distancia, de cómo te hayas levantado cada día, vas encontrando cosas distintas». Gómez Fernández rescataba de los restos de las imprentas rollos de papel con una parte satinada y otra mate. En su taller impregnaba de manchas una de las partes y pegaba encima la otra. Obtenía así no una, sino dos obras, creando con ello una nueva técnica pictórica llamada duotipia. A Pisano le encantó ese método, hasta el punto de que le pidió ese tipo de papel para llevárselo a París y experimentar por sí mismo. «Cargaba mucho de pintura sus obras, por lo que encontramos el haz de esas creaciones, pero nunca sabremos cuál es el envés», especifica la también escritora. «En este caso, el alumno fue Pisano», defiende Llera, que comisaría la exposición junto a Jorge Rodríguez de Rivera.
Eduardo Pisano fue un «eterno buscador de la libertad y de la técnica perfecta que fuera con él». Un creador que reconocía «yo pinto rápido o no pinto», y la duotipia le permitía utilizar la mancha, base de su pintura, dando forma a creaciones dobles. Tanto es así que a ella le dedicaría los últimos años de su vida.
En la muestra de Torrelavega se han podido ver 37 de esas obras, cedidas por el coleccionista Eric Licoys, que dice de Pisano que «debía ser un buen profesor, ya que sus alumnos solo tienen palabras elogiosas para describirlo». Las otras 37 son de José Antonio Gómez Fernández, con esas similitudes extraordinarias que convierten la exposición en una propuesta singular. Todas datadas en la década de los 70-80. En la exposición se incluyen también dos esculturas de torsos femeninos en roble de José Antonio Andrés.
Llera reconoce el miedo a que la ilusión ante lo que veía como algo extraordinario, chocara con una realidad no comprendida con el espectador. Pero se disipó al abrir la puerta de la sala Mauro Muriedas. «Ha sido tal el impacto que ha merecido la pena».
«Para mí esta exposición es el mejor proyecto de mi vida», dice con pasión. Cree que fue Pisano quien la encontró, que es una ejecutora de sus planes y en realidad, «se está haciendo lo que él quiere», como una forma de corresponder «todo lo que me ha dado».
Los adjetivos se acumulan para hablar del expresionista más internacional de la cuenca del Besaya. Era, dicen, un hombre maravilloso, sencillo, que llenaba el espacio. Irónico, apuesto, con un buen manejo de la dialéctica. «Era un pintor humilde, de la Escuela de Torrelavega, nunca de la de París», en cuyos círculos no quiso entrar, a pesar de coincidir con Picasso o Dalí. «París nunca pasó por él», insiste Llera. De hecho, nunca ha pintado nada que tenga que ver con Francia. Era el lugar que le brindaba la libertad para pintar y saciar su necesidad vital. Pero su inspiración estaba en casa.
La muestra finaliza su etapa en Torrelavega, «donde el comentario general es que ha sido una de las mejores exposiciones de los últimos treinta años», pero continuará su periplo por otras salas. Además, la técnica del duotipo ha despertado el interés del alumnado de varios colegios que han pasado por la Sala Mauro Muriedas. En enero y febrero continuarán los talleres. Después, Puente San Miguel, Santillana del Mar, Santoña, Castro Urdiales o Potes están entre los destinos. «Vamos a moverla porque creemos que hay que acercarla a la gente para que puedan sentir lo mismo».
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Ana del Castillo
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