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Pablo Hojas coloca sobre la mesa una pesada maleta verde metalizada. Abre los cerrojos y extrae del interior un aparato con interruptores y una especie ... de rodillo en un lateral, saca un teléfono de disco redondo y un montón de cables. «Esto es un telefoto», indica Hojas al público reunido en la sala del exposiciones del CDIS, «con esto transmitíamos nosotros las fotografías [a los periódicos o agencias]. Tener un telefoto era un lujo. Yo tenía uno, por ejemplo, cuando era verano y venía Franco; te lo dejaban EFE o ‘El País’».
Con el telefoto transmitió Pablo Hojas cientos de imágenes de sucesos, pruebas deportivas, actos políticos, manifestaciones, conciertos… de los años sesenta en adelante. Cada foto tardaba 15 minutos en llegar al periódico. Lo utilizó, por ejemplo, cuando fue a Reinosa en la primavera de 1987. Durante varios días, Hojas tomó fotos de los enfrentamientos entre la Guardia Civil y los trabajadores que se resistían a la reconversión industrial. «Luego estábamos todos los periodistas –locales, nacionales– en el Hotel Vejo. Todos querían transmitir a la vez y las líneas estaban ocupadas; sudabas por que entrara la foto. […] Tener eso era un lujo; si no, había que coger el coche e ir hasta Bilbao o Prado del Rey con el carrete».
pablo hojas
Antes de transmitir conectado a una línea de teléfono, había que revelar el negativo y hacer una copia en papel. José Luis Arauna retoma la explicación de Hojas y resume el procedimiento: «Montábamos el laboratorio en los servicios de los hoteles». Los fotoperiodistas de entonces, sin móvil, sin conexión a internet, sin computadoras, cambiaban la bombilla blanca del baño por una roja y allí se ponían a revelar. Arauna también ha utilizado mucho el telefoto, aunque ante el público insiste en que la generación a la que pertenece es anterior a la de su compañero, que él se acerca aún más al origen del fotoperiodismo en la comunidad. «Pablo y yo somos muy amigos, pero de distinta generación. Pablo ha llegado a trabajar con foto digital, cosa que yo ni idea. Yo puedo hablar de lo antiguo».
Hojas y Arauna, fotógrafos y descendientes de fotógrafos, hablaron el jueves en el CDIS de los telefotos, de revelar en hoteles, de vivencias compartidas, de cámaras Nikon y Leika, del papel de Arauna en la asociación de informadores gráficos; de cuánto ha cambiado la profesión de los años sesenta hasta ahora, y de lo que poco que ha cambiado al mismo tiempo. El público llenó la sala de exposiciones del Centro, donde aún se puede visitar la exposición ‘Lo cotidiano y lo insólito’, con fotografías de José Luis Arauna entre 1953 y 1980.
josé luis arauna
Arauna no ha probado la foto digital, pero sí trabajó con el flash de magnesio. En sus más de seis décadas de trayectoria –en ‘La Gaceta del Norte’ o ‘Europa Press’, por citar dos medios– ha tenido que pelear la posición para hacer la foto. «Antes el fotógrafo de prensa sufría, pero amaba mucho su profesión. Yo amaba mucho mi profesión y Pablo también, en eso estábamos unidos. Nuestro trabajo fue muy difícil en aquella época […] Teníamos [cerca] a los guardaespaldas de los señores que queríamos fotografiar, nos metían en los riñones un objeto para no pasar de la raya. […] También ahora pasa y te ponen otro objeto. Los fotógrafos de prensa hoy también tienen sus problemas cuando quieren hacer una foto a un señor que se llama González o Rajoy. Nunca hemos tenido la libertad de trabajar a gusto». El trabajo de ambos ha chocado con el poder. A Arauna le llevaron a comisaría cuando fotografió, gracias a un chivatazo, al expresidente argentino Perón y a su segunda mujer, Mª Estela Martínez, en el Hotel Bahía. Arauna fotografió al matrimonio desayunando, y al darse cuenta, sus guardaespaldas lo llevaron a detener. Camino de la comisaría, a escondidas, consiguió sacar el carrete y cambiarlo por uno nuevo. Así salvó su trabajo. A Hojas le pasó lo mismo con las imágenes que tomó de unas protestas contra la orquesta de Israel en la Porticada. Los grises, la policía de Franco, cargó contra quienes protestaban y, de paso, contra Hojas. Pero salvó el carrete del mismo modo que Arauna. «Lo más bonito de un periodista es salvar la información».
Hojas cubrió la primera ascensión de la cara oeste del Naranjo de Bulnes en invierno caminando durante horas por la nieve; Arauna siguió al Racing por media España. Hojas retrató el accidente que dio nombre a ‘la curva de los italianos’, en El Escudo, y ha llegado a publicar en The New York Times; Arauna realizó decenas de reportajes fotográficos científicos y documentó la vida santanderina durante décadas. Dijo el jueves Arauna: «Nuestra vida ha sido maravillosa. Nos gustaba mucho la profesión. […] Yo les digo a los fotógrafos de prensa de hoy que sigan esa estela que hemos dejado, que puedan disfrutar como nosotros. […] Lo mejor que me ha pasado en la vida es haber nacido en una cuna gráfica; y me voy a ir de este mundo con la cámara en la mano, si es que puedo».
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