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El oficio de ama de cría existió desde siempre. «Al menos desde el momento en que una mujer pudo pagar a otra para que le sustituyese en el menester de dar el pecho al hijo en el período de lactancia». Sucede, sin embargo, que ... aquello que en otros tiempos pudo ser una necesidad, el siglo XIX (ese siglo inquieto y tornadizo) vino a convertirlo en un lujo. Mujeres del campo acudieron entonces a la ciudad para tratar de suplir con sus indispensables atributos -salud y abundancia- lo que las madres de la cada vez más abundante burguesía no podían o no querían dar: la leche».
Este es el fundamento de la Colección 'Amas de cría', procedente de la Fundación Joaquín Díaz, eje de la muestra que acoge el CEPA, Escuelas Verdes, hasta el próximo 2 de diciembre. El Centro de Educación de Personas Adultas de Santander ha iniciado su programación de actividades culturales de este curso, abiertas al público,
La colección muestra los trajes, las joyas o el porte de las amas de cría, además de la religiosidad y la superstición rurales,» mezcladas con los signos de una prosperidad que la ciudad ofrecía a cambio de unos servicios».
Con esta exposición se pretende rendir un homenaje a «todas aquellas mujeres que emigraron de los pueblos a la urbe y cuya decadencia llegó con los avances científicos en nutrición infantil. con esta exposición 'Amas de cría', procedente de la entidad de Urueña (Valladolid)».
La muestra se hace eco de la emigración exclusivamente femenina de los pueblos a la urbe, a modo de injerto social y antropológico. Las costumbres, las creencias de estas amas -como antes sucediera con otros personajes del tipo aguador o arriero y después con los serenos, por ejemplo- vienen a implantarse y desarrollarse lejos del terreno propicio y del humus fecundo que les dieron origen. Por eso precisamente esas formas llaman tanto la atención y llegan a crear un prototipo de personaje casi escénico cuya vida y milagros son descritos por costumbristas y periodistas de la época». La colección, que se debe «a la curiosidad, al celo y al trabajo incansable» de José Manuel Fraile Gil, muestra «la religiosidad y la superstición rurales, mezcladas con los signos evidentes de una prosperidad que la ciudad (y concretamente una clase social) ofrecía a cambio de unos servicios». El fruto fue un libro coeditado por el etnógrafo y editor cántabro Fernando Gomarín.
En las imágenes de la muestra pueden verse, por ejemplo, los antiguos trajes de las amas de cría pasiegas, que se vestían ataviadas con camisa, falda, delantal, chaqueta y faltriquera.
La decadencia de las amas llegaría con los avances científicos en materia de alimentación. «Los conocidos 'potitos' y otros productos, unidos a una conciencia social que ya comenzaba a sentir remordimiento por determinadas formas de explotación, acaban con un oficio que tuvo, sin embargo, una vertiente humana y afectiva realmente adorable», según subrayan los organizadores de la muestra.
En su segunda obra narrativa, 'Te di mi palabra' (Plaza & Janés), la escritora cántabra Concepción Revuelta noveló la vida y el drama de estas mujeres, oriundas de los valles pasiegos, por salvar a sus familias.
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