Que los amigos se rían con cariño de uno es una de las mejores cosas
CUADERNO DE EXCEPCIÓN - DÍA 66 ·
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CUADERNO DE EXCEPCIÓN - DÍA 66 ·
Día sesenta y seis desde que se decretó el estado de alarma. Ahora que la vida social está permitida, aunque con restricciones, he comenzado a anotar a qué personas veo cada día. De esta forma, si diese positivo por coronavirus, se podría seguir ... mi rastro. Es, al parecer, una recomendación que se hace en Bélgica. Me pareció una buena idea cuando me lo contaron. Frente a la vigilancia digital, la responsabilidad y el compromiso cívico como ciudadanos. Ayer vinieron a comer dos amigos a casa. Tuvimos cuidado y no nos tocamos. Pero me queda la sensación de que hubiese sido muy difícil evitar un contagio en el caso de que alguno de nosotros estuviera infectado. Hay que tener una memoria prodigiosa para saber lo que se puede tocar y lo que no, hay que tener un láser en los ojos para saber que estamos a dos metros exactos de distancia los unos de los otros. Es complicado, pero lo intentamos. Lo que nos define, supongo, no es lo que conseguimos sino lo que intentamos hacer. Es posible que me infecte y acabe contagiando a personas a las que quiero. Pero quiero poner de mi parte para evitarlo. Comimos los tres a la sombra del árbol. Yo andaba regular de ánimo pero nos reímos bastante. Que los amigos se rían con cariño de uno es una de las mejores cosas que te pueden pasar en la vida. Porque la risa es la expresión máxima de la inteligencia y rompe con los dramas tontos de la existencia. Cuando tuvimos frío, al avanzar la tarde, nos pasamos a la zona de sol. La sobremesa fue larga. Cuando el sol se fue, la dimos por finalizada. Mis amigos se fueron también y yo me acerqué, porque me seguía apeteciendo estar acompañado, al jardín de unos vecinos a comer pipas muy saladas mientras tomaba una cerveza muy fría. Entró la noche y tuve frío yo, así que, después de tirar la basura, regresé a casa. Cené sobras de la comida mientras comenzaba a ver 'Ariane', de Billy Wilder. Entré en calor con un poco de leche con cacao y el peso de una manta que casi no uso desde el invierno. Me fui dando cuenta, a medida que avanzaba la película, de que ya la había visto pero la terminé de ver igual. Cuando acabó, no tenía sueño y vi un capítulo de 'The Young Pope', de Sorrentino. Al acabar la serie, escribí y envié un correo electrónico que, a la mañana siguiente, resultó ser un error. Con los poemas pasa algo parecido, hay que dejar reposar las cosas que se escriben de noche para poder evaluarlas con los ojos del día. Un error más, mejor no hago la lista. Qué más da, pienso ahora, hasta los errores son pasos que nos llevan a algún sitio.
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