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«Un poeta enamorado que vive intensamente ese momento de exaltación, un poeta que confiesa su incertidumbre sin pudor y pondera el uso de la ... palabra como un don que hay que preservar». Así definía en el año 2015 el poeta y editor Carlos Alcorta al lebaniego Antonio Casares, un escritor que tocó prácticamente todos los géneros, y que falleció ayer a los 75 años.
Licenciado en Filología Hispánica, y profesor, Antonio Casares era un escritor poseedor de una bien asentada cultura clásica, además de un lector voraz, sobre todo de poesía, un género que cultivó hasta sus últimos días y por el que sentía la misma pasión que por su tierra: Liébana, objeto de inspiración de varias de sus obras.
En 1978 publicó su primer gran poemario, 'El infierno de los días', que vino a ser una declaración de intenciones o una presentación para sus escritos posteriores que siempre compaginaron la lírica pura con la poesía más civil y comprometida según la necesidad de cada momento. Y es que, tal y como señala también Carlos Alcorta, «confiaba en el poder de la palabra hasta el punto de ver en ella la posibilidad de una pequeña resurrección. El mero hecho de que algunos versos caigan en las manos de un lector futuro justifica toda su obra».
Posteriormente a ese poemario vinieron otras obras: 'Litofanías', 'Emocionario' o 'Baltiamor', que publicó en el año 2015 dentro de la colección 'A la sombra de los días' de la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria.
Además colaboró en diversas revistas o fanzines, como 'Kantil', 'Peña Labra', 'Lobotomía', 'Pérgola', y sus versos aparecen en varias antologías: 'Poetas de Cantabria, hoy' (Torrelavega, Luis Alberto Salcines, 1979), 'Homenaje a El Salvador' (Madrid, Visor, 1981) o 'Con tu piedra' (Santander, Centro de Investigación del Medio Ambiente, 2005).
En su trayectoria también destaca su participación en varios concursos literarios siendo finalista de los premios Baroja y Tristana de novela y, en dos ocasiones, del premio Alegría del Ayuntamiento de Santander. Fue ganador, entre otros, del concurso de haikus organizado por Renfe (2006).
Muy presente en tertulias literarias, lecturas y, sobre todo, presentaciones de los poemas de otros escritores de la región, el haiku precisamente, un género que le apasionaba, provocó una de sus últimas apariciones públicas. Sus palabras forman parte del libro 'El instante y su asombro', publicado en la Colección poética La Grúa de Piedra que se presentó el pasado día 31 de marzo en la Biblioteca Central y que recoge los haikus que se leyeron en el ciclo que organizó recientemente la Fundación Bruno Alonso y en el que fue uno de los más entusiastas participantes.
Dos de sus grandes obras fueron dedicadas a Liébana, la tierra que le vio nacer y que siempre llevó por bandera. Él nació en una pequeña aldea bajo los Picos de Europa, Pembes, perteneciente al municipio de Camaleño, que abandonó para seguir sus estudios, y con la que siempre mantuvo una unión indisoluble. La primera de estas obras es 'Madre Liébana' que publicó en el año 2016 y que retrata al valle como un paraíso perdido que evoca a través de unos versos y prosas poéticas que cantan la belleza de sus paisajes y la entrañable forma de ser de unos paisanos con la voz del corazón. «Sentir y hacer sentir Liébana, sean lebaniegos o no, es el objetivo principal de este poemario», señaló sobre esta obra.
Previamente, en 2010, su tierra, también fue objeto de otro de sus grandes proyectos: 'Cantata lebaniega', un disco que lanzó en colaboración con el músico Iván Castañeda y que impulsó con el objetivo de crear un himno a la naturaleza y sus criaturas. Un álbum del rock en sus aspectos sinfónicos y también del folk, pasado por una estética actual que le hizo profundamente feliz.
Compartió su pasión por la lectura y la poesía con otra de sus debilidades: la música. En su trayectoria destaca que fue el autor de alguno de los temas más populares del grupo de rock cántabro Bloque ('Abelardo y Eloísa', 'Undécimo poder'...) y que también escribió composiciones para Tejo y Papa Blues Band. Anteriormente, en 1965 había sido uno de los fundadores del famoso grupo musical santanderino Los Dixies en el que tocaba el bajo hasta que tuvo que abandonarlo para cumplir con el servicio militar.
El pasado domingo escribió su último poema en el que confesaba su estado: «Vivimos en un mundo hiperreal/ y, de alguna manera, impostado,/ el arte es más real que lo real,/ yo mismo, al hacer estas conjeturas,// así lo siento y así lo digo,/ aunque frunzan el ceño los escépticos/ y me cueste un poema demostrarlo/ o pueda parecer una boutade,/ desde que lo vi por primera vez,/vivo instalado en un cuadro de Hopper».
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