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A finales de los años noventa, cuando a dos 'chalados' del relato breve les dijeron que eso no vendía, Encarnación Molina y Juan Casamayor decidieron ... fundar una editorial enfocada esencialmente al cuento. Tres décadas más tarde, en Páginas de Espuma trabajan cinco personas más, publica cerca de una veintena de novedades cada año y se ha convertido en uno de los sellos más respetados en lengua castellana, reconocido además con premios como el de Mejor Labor Editorial Cultural, del Ministerio de Cultura, en 2019, o el del Mérito Editorial que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), en 2017. Esta semana, el editor Juan Casamayor visitó Cantabria para intervenir en Fieramente, un encuentro sectorial del Libro Independiente, que tuvo lugar en el Centro Botín.
-A Santander ha venido a hablar de dinero. Algo exótico en un negocio tan vocacional y romántico...
-Los editores también somos 'fenicios'. Nos encanta editar un buen libro, pero también que ese libro llegue a las librerías y se venda.
-En concreto, le invitaron para debatir sobre autoedición.
-Yo no llamaría autoedición al fenómeno de la autopublicación. Pero si te autoeditas probablemente lo estés haciendo mal, porque, como la automedicación, es un término peyorativo. Y todavía peor es la autopublicación encubierta.
-Hay quien dice que, entre edición y autoedición, en España se publican demasiado libros...
-Pues hay mercado... Y eso que se registran cada año más de ochenta mil ISBN.
-Ante cifras tan apabullantes, en lo peor de la crisis algunas voces llegaron a aconsejar a los editores que publicaran menos...
-¿Y qué hago si no edito libros? ¿Qué hago si no leo? ¿Si no puedo sentarme con un escritor a trabajar sobre su libro? Si sólo me dedico a explotar mi fondo, ¿qué pasa con mis atribuciones como editor? Ocurre como en la autopublicación: si el autor quisiera pagarme, me estaría despojando de algunas de mis capacidades. Aunque sólo sea la de apostar por un libro.
-¿En eso consiste editar, en jugársela?
-Editar es un ejercicio de riesgo. Como el barranquismo, que también lo he practicado.
-Sin embargo, esta época de crisis debe ser la primera en la que un gremio tradicionalmente tan quejicoso habla de beneficios y recuperación. ¿Seguimos en el mismo país o estamos viviendo un sueño nórdico?
-Ni creo que sea un sueño nórdico, ni creo que estemos tan instalados en la queja constante, lo que no nos dejaría tiempo para hacer otra cosa. Y el mundo de la edición independiente está haciendo grandes cosas en nuestro país, frente al monopolio de dos grandes. De hecho, somos una singularidad en Europa.
-Lo que quiera, pero lo de este año no lo esperaba nadie...
-Hemos tenido unas condiciones tan excepcionales, que todo habrá que ponerlo entre paréntesis, porque no sabemos si era que se pueda reproducir. Es evidente que ha habido un crecimiento de lectura durante la pandemia, aunque ya estaba creciendo desde hace unos años, a razón de un punto anual.
-Lo que se habrá traducido en un aumento de ventas... Saque pecho.
-Nos ha ido muy bien. En 2020 hemos facturado un 7,6% más.
-Todo un milagro, ¿no?
-Bueno, como el ciudadano y la ciudadana no han tenido dinero para gastar en otras cosas, se habían visto todas las series de Netflix y HBO y ya estaban hartos de navegar, ¿qué han hecho? ¡Ay va, libros!
-¿Y se han lanzado a comprar?
-No creo que se trate tanto de la compra de libros, sino de un redescubrimiento del ocio de la lectura. Y esto ha creado un contexto de reivindicación que hace que ahora, de pronto, veamos noticias sobre libros en televisión, algo impensable hace año y medio. La lectura, en realidad, siempre estuvo allí, pero ahora goza de mayor visibilidad. Y eso produce mejores resultados; no tanto como un sueño nórdico, pero ahí estamos.
-¿Durará mucho el momento dulce, o será un espejismo?
-Habrá cierta retracción, cuando se pueda volver a viajar, salir a cenar, etc., porque el bolsillo da lo que da. Pero no creo que volvamos a tiempos prepandémicos: la lección es que leer sigue siendo una alternativa de ocio muy válida. Y que alguno se habrá enganchado a la lectura, ¿no?
-Entonces, se lee más...
-Sí, pero todavía hay un tercio de españoles que declara que no lee nunca. Eso es lo grave.
-¿Y también se ha escrito más?
-Los escritores han aprovechado para corregir ese texto para el que nunca tenían tiempo, retomar ese proyecto que tenían parado... Ahora, ya veremos qué suerte corren esos manuscritos. A lo mejor no caben todos en el sistema de lectura de las editoriales.
-Y, ¿qué han escrito?
-Es curioso, porque en general se ha pasado de la ficción al ensayo. Como si estos tiempos nos hubieran empujado a la reflexión.
-¿También han cambiado los gustos de los lectores?
-No, lo que se ha aprovechado es para atacar el clásico que nunca habían leído, o para atreverse con esos autores a los que estaban rondando pero nunca había tiempo. Al leer más, abres más la visión del lector. Y entran en juego otros géneros.
-Su sello es sinónimo de relato breve. ¿Cómo está de salud el género?
-Vivimos un buen momento. En lo creativo, hay buenos escritores en la geografía del español. Y hay algunas líneas que están llegando mejor a los lectores: ciertas escritoras latinoamericanas, cierta literatura de lo insólito...
-¿Se vive bien del cuento?
-Si tenemos en cuenta que llevamos veintidós ediciones de Samanta Schweblin y once de María Fernanda Ampuero... ¡Y ninguna es digital!
-Bueno, Páginas de Espuma es una de las pocas editoriales que no vende en línea, ¿no?
-Yo soy editor veinticuatro horas al día; si encima tuviera que hacer paquetería... Además, no me veo pidiéndole a un librero que venda mis libros cuando yo también los vendo en mi página. De hecho, no vendemos ni siquiera libros electrónicos, al menos directamente.
-¿Qué tal se lleva con las nuevas tecnologías un editor de la vieja escuela?
-Bueno, el cambio es grande... En dos décadas hemos pasado de una editorial casi analógica, que trabajaba con acetatos, a tener que subir una historia cada día en Instagram.
-¿Qué planes tiene para la próxima campaña?
-En julio publicamos los cuentos completos de la uruguaya Armonía Somers, una especie de Clarice Lispector porteña. A fin de año habrá nuevo libro de Edmundo Paz Soldán, y se nos cruzan dos centenarios, y sacaremos los diarios de Dostoievski y los cuentos completos de Flaubert.
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